Psicosoma│Zurdo amante invicto
05/03/23.- Siempre me repregunto: “¿Qué estarías haciendo ahorita, Chávez?” y ya son diez años —de los cuales casi cinco de mi esposo ido— sin ti, y nunca siento apatía porque los fuegos de la Patria Grande me reviven, rearman, regeneran, rugen; estás en cada ser hambriento, paria, migrante, oprimido y descreído de nuestra humanidad. Ninguna independencia ha sido fácil sin guerrear y son 23 años de batalla en batalla, y así como han caído amores —es más fácil destruir, pero, velar y soplar el fuego del amor inmortal cuesta sangre, sudor y lágrimas—, es un parir y reparir.
Se te nombra ante el caldero hirviente del pueblo andino, peruano, mapuche, aymara, amazónico, afrodescendiente, caribe; sí, somos indomables como los incas, chankas, shipivos, quechuas y seguimos en Resistencia (Resiste) —¡no se equivoquen!—, en resiliencia ancestral, eterno Teniente Coronel, las baterías de mujeres avanzadoras, las mismas brujas, las matriarcas, las mala yerba, y gozamos un puyero pateando las calles con tu voz que resuena, imposible de olvidar por “Aló, Presidente”.
Ni siquiera puedo decir que te recuerdo, porque estás aquí presente, en la existencia forjada de cada ser que bebió de tus fuentes, como mi familia migrante, huida del carnicero Francisco Morales Bermúdez, quien dio el golpe a —siempre decías— “mi General Juan Velasco Alvarado” (!Ay!, mi tierra yaguar huaja puka, pucallpa —“roja, rojita, tierra indómita”—) y aguantamos con “todas las sangres” del escritor andino José María Arguedas, despreciado por su origen. Eso alimenta la fogata, hoy, más que nunca —bien lo sabes—, al avivar esta resistencia de más de quinientos años. Somos mala yerba y respondes al (los) diablo(s): “Huele a azufre” o “ …cuando el gallo menudea / la garganta se me afina / y el juicio se me clarea. / Yo soy como el espinito / que en la sabana florea, / le doy aroma al que pasa / y espino al que me menea”.
Eres único con tu verruga luminosa del lado derecho en la frente amplia, rizos oscuros, de mirada serena pero briosa, orejas pequeñas y manos tan suaves —al menos ese fue mi sentir esa noche inolvidable del 2004 durante el estreno de Florentino y el diablo en el Teresa Carreño—, hombros fuertes, feroz e inteligente, con una melodiosa voz que no pudo contener mis sollozos, y al oído izquierdo tus susurros me dejaron más viva que nunca, para soportar tu siembra en el Cuartel de la Montaña.
Al escribir estas líneas te escucho cuando repetías: “Rosa de Lima” —a tres filas de tu cercanía—, y yo, átonita, decía: “Soy Rosa de Lima”, y tu mirada de águila conectó con la mía para la eternidad. Ya no sé ni cómo salté, volé, solo sé que aún repites: “Rosa de Lima, ven Rosa de Lima del Perú”. De dónde me salió ese grito, esa energía volcánica cuando fui a tus brazos y desfallecía en una inmensa ternura.
Lo abracé y besé como solo se despiden a los seres que ya más nunca verás. Esa verruga lunar es de verdad y hurgo, hurgo, y él sonríe y su rostro, con su frente luminosa, me lleva a mi adolescencia fugitiva, a los sin retorno, a los desaparecidos, y es la niebla del poco tiempo que tiene este ser iluminado y le susurro, e insiste al preguntar: “¿Por qué lloras?”. No lo sé todavía, y entre vértigos regreso y veo a la poeta Ana Enriqueta Terán, a Chalbaud, a Aray y Nómar me llama, y seguía en sollozos cuando las luces se apagaron. Un extraño sopor vino e intenté ver el estreno de la película…
Mi amante lunisol estira el tiempo de la esperanza de los oprimidos y es poeta coplero Florentino, “Catire quita pesares”, y seguimos en eterno contrapunteo al ser faro del mundo y le jugamos al diablo opresor que está más que alucinado con delirios paranoicos de globos ovnis…
En carrera contrarreloj era casi imposible estar a su nivel, unos a kerosene y otros a gasolina hacían lo indecible y él en su ley: “Sepa el cantador sombrío / que yo cumplo con mi ley / y como canté con todos / tengo que cantar con él”. “ …¿qué culpa tengo, señores, / si me encuentra el que me busca?”.
Crecen las conjunciones solidarias de la Patria Grande y hoy avanzamos a una década de tu desaparición física, pero eres “espejo de presencias” de verdad. Tus voces truenan en el cinturón del fuego de América Central y te multiplicas al refrán de “amor con amor se paga”.
Rosa Anca