Retina | Todo Chávez, todo el pueblo

05/03/23.- Todo él, todo Chávez pasó muy rápido. Sentimos su determinación y nos entusiasmó. Entramos en un huracán que lo transformó todo. El país mudó, cambió de lenguaje, de valores y de objetivos.

Antes éramos un país adormilado, acostumbrado a que todas las determinaciones vinieran desde afuera, avergonzados por el supuesto de no saber cómo volvernos iguales a los países del norte de Europa y de América. Por esa razón, nuestras mayores fuentes de riqueza comenzaron a ser concedidas para que las administraran empresas de esos países. La entrega se justificaba en la suposición de que ese era el camino para llegar al desarrollo.

Hay gente que asegura recordar un país paradisíaco que habría existido antes de Chávez. No tengo ese recuerdo. Más vienen a mi memoria las insistentes alertas de estudiosos de las ciencias sociales para que se evitara un estallido social y hasta una guerra civil.

Esta gente, la que recuerda un paraíso, debería revisar la prensa de la época y ver algunas de las películas venezolanas de los setenta, ochenta y noventa. La Venezuela que dicen recordar no estaba allí. La que sí existía reveló todas sus contradicciones y frustraciones el 27 de febrero de 1989. La calle se hizo en esos días un espacio para mostrar el divorcio entre las élites y la gente. Las élites respondieron con la muerte. Se calcula que fueron más de tres mil personas masacradas en varias ciudades de Venezuela. Después de mucha presión, el gobierno de entonces reconoció solo cerca de trescientas muertes. Estos hechos rompieron el imaginario político y la trama de poder sin que se vislumbrara algo nuevo.

A pesar de que a principios de los noventa estábamos rodeados de rumores de golpe, el 4 de febrero de 1992 nos sorprendió porque no se parecía a ninguna de nuestras previsiones de alzamientos militares. La gente sintió de inmediato el impacto de esa presencia y se entusiasmó por acompañar sus visiones. Lo elegimos Presidente en 1998, lo seguimos en lo único que había prometido: refundar la República.

Se aceleró todo. Un día amanecimos estudiosos y conocedores de la Constitución y de su importancia. Aprendimos que la democracia tiene que ser participativa, que el poder de los ciudadanos tiene que ser permanente y no solo en el momento de las elecciones. Descubrimos que nos habían mentido cuando nos hablaban de bitumen, porque en verdad era petróleo, petróleo que pretendían vender a precio de carbón.

Chávez nos hizo sentir que éramos capaces de lograr todos nuestros sueños nacionales, que éramos una potencia inmensa que precisaba su expansión y su concreción en industrias, educación, agricultura, vivienda, salud y bienestar.

Con él recorrimos toda nuestra historia. En nuestra sangre sentimos el temor, la valentía y la rabia en los campos de las batallas por nuestra independencia. Nos atrevimos a fabricar cosas, a pensar en autos, teléfonos y computadoras nacionales. Lo hacíamos en medio del permanente ataque y sabotaje de Estados Unidos y de las personas que colaboraban con ellos.

Había velocidad, nuevas y nuevas tareas en cada momento y Chávez ya era no solo nuestro: su presencia marcó profundamente todas las luchas populares del mundo.

Fue muy rápido y rápido también fueron sus dos temibles presagios. El primero, que el país debería prepararse para una resistencia generalizada frente a las consecuencias de un posible bloqueo. No lo dijo así, pero nos llamó a producir alimentos en las ciudades.

El segundo era más fuerte. Había una probabilidad muy grande de que pronto no estuviera físicamente entre nosotros. Desde esa probabilidad, comenzó a proponernos mayores niveles de compromiso de cada persona para con la nación y nuestra Revolución Bolivariana. No solo nos mostró la gran verdad de que hoy tenemos patria, también nos asignó la más hermosa y difícil tarea de nuestras vidas, ser como él, pues también predicó que Chávez ya no era él, que Chávez es cada una y cada uno de nosotros, que Chávez es todo el pueblo.

 

Freddy Fernández

@filoyborde


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