Micromentario │ Cristo versus Jesús

Las dos caras de un personaje histórico

07/03/23.- Dejé de ser cristiano hace décadas porque nunca pude identificar a Cristo con Jesús. Cristo es una invención de la Iglesia católica, a partir de la cual se generó la industria de la culpa.

Quizás, en principio, no fue así, pero, con los años, esta industria tomó cuerpo y se convirtió en una empresa tan próspera que es la única que cuenta con un país propio: el Vaticano.

Cristo es un personaje masoquista. Su forma de enfrentar los problemas sociales de su pueblo fue entregarse al enemigo —esto es, el corrupto y traidor Sanedrín y las fuerzas invasoras romanas—, dejarse azotar, humillar y ser crucificado por los opresores.

¡Vaya ejemplo de resistencia!

Para hacernos sentir culpables y obtener con ello copiosas ganancias, la Iglesia primero separó a Cristo de Jesús. Al advertir la contradicción, los unió bajo el nombre Jesucristo, obviando las enseñanzas amorosas de Jesús y vendiéndonos la perspectiva del Cristo, es decir, la del individuo que acepta cualquier imposición de los poderosos para acceder a un reino inefable.

El siguiente paso fue hacerle creer a la feligresía que Cristo había padecido su martirologio por la humanidad, para redimirla del llamado pecado original, cometido por Adán y Eva. Lo curioso es que, a cambio de donaciones y no mediante el crecimiento personal y social, puede uno librarse de su parte de culpa.

Ahora bien, ¿cuál es ese pecado original que arrastran incluso los niños recién nacidos, siendo que ni Adán ni Eva tuvieron existencia real? ¿Darnos cuenta de que poseemos libre albedrío y tenemos en nuestras manos la supervivencia de la especie humana?

El Cristo crucificado, sangrante por los latigazos y la corona de espinas en su cabeza, es el principal emblema del gran negocio. El logotipo es la cruz, un instrumento de tortura y muerte característico de la Roma imperial y de otras naciones de su tiempo.

Cristo es un anti-Jesús, ya que permanece en la cruz y jamás baja de ella. No ha resucitado, como su contraparte, ni resucitará jamás.

El mensaje de Jesús es positivo y está al alcance de cualquiera que se proponga seguirlo. El de Cristo está destinado solo a superhéroes, seguidores del escritor austriaco Leopold von Sacher-Masoch y defensores del statu quo.

Jesús generó un cuerpo de ideas en torno al amor social y la tolerancia, que fue revolucionario en su tiempo y todavía lo es en el nuestro. Enfrentó a patadas a los mercaderes del templo. Resucitó muertos, curó heridos, sanó cuerpos, mentes y almas. Tras su infame asesinato, resucitó y mostró que, por muy abajo que se caiga —amortajado y abandonado en el interior de una cueva funeraria, para colmo, prestada—, aún se puede salir adelante, crecer y triunfar.

Jesús es un personaje histórico positivo, revolucionario. Cristo también pertenece a la historia, pero forma parte de su cara más reaccionaria, la más retrógrada, retardataria y entreguista.

 

Armando José Sequera


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