Xin chào │ Cuartel de la Montaña
El imperialismo pensó que,
en realidad, te habías ido
aquel 5 de marzo. Una vez
más se equivocaron contigo,
Comandante.
Carlos Perdomo
10/03/2023.- En Caracas se dijo, en Venezuela se oyó que Hugo Chávez se había ido. En realidad, su pueblo se lo había llevado a la Academia Militar, y luego a la montaña, al Cuartel de la Montaña, para que continuara al frente de la lucha de los descamisados.
Una tarde del 2 de septiembre de 1969 habían dicho lo mismo de Hồ Chí Minh, cuando los cañones invasores no daban lugar al silencio frente a un pueblo indomable, brioso, amante de la libertad y la paz.
En realidad, sus bravíos soldados, siguiendo instrucciones del partido, se habían escabullido hacia el punto K-9 con el cuerpo de su líder, para protegerlo de las garras imperialistas y para que siguiera al frente de los parias de la tierra.
El punto K-9, código militar de la montaña Đã Chống (noroeste de Hanói), encrucijada estratégica, además de hermosa, había resultado ser una de las trincheras por excelencia del Tío Hồ (1957) para moverse a sus anchas con su alto mando.
Con clima fresco, sus frondosos y bellos árboles sirvieron de camuflaje a un sistema de fortificaciones a toda prueba que garantizaba seguridad al líder y su equipo. La perfecta trinchera.
La madrugada de un 4 de febrero —año 1992—, un teniente coronel, Hugo Chávez Frías, tomó como cuartel una pequeña montaña; sin frondosos árboles ni escoltada por el río Rojo, más bien rodeada de humildes viviendas de familias colmadas por el hambre y la miseria del neoliberalismo; la miseria puntofijista de CAP.
Esperanza en la montaña
En el Cuartel de la Montaña, en la combativa parroquia 23 de Enero, al oeste de Caracas, quedó sembrada la esperanza de una Venezuela sufrida, llena de pobreza, desnutrida y casi sin fuerza. Ese intento cívico-militar no fue posible aquel 4F, pero el “Por Ahora” se convirtió luego, al cabo de veinte años, en un “Para siempre”.
Hồ Chí Minh, Võ Nguyên Giáp y los más selectos cuadros de la resistencia vietnamita dirigieron con maestría, desde la colina Đã Chống (punto K-9), la guerra del pueblo, coronada dos décadas después, en la antigua Saigón, con la estampida gringa más dramática que haya podido conocer la historia militar.
En 1969, el Tío Hồ se había quedado con sus protectores; una vez estaba en K-9, otra en K-84, si no en K75A, y su espíritu revolucionario, socialista, movió aquella marea roja que rodeó progresivamente Saigón, para finalmente colocar en la cúspide la para entonces bandera azul y roja, de estrella amarilla, de la República Democrática Popular de Vietnam.
Cuando los tanques M-41, uno ruso y el otro chino (cual símbolos del internacionalismo proletario), derribaban los portones e irrumpían en los jardines del palacio de gobierno, una pancarta anunciaba que con los blindados había llegado Bác Hồ, el máximo líder; “Hồ Chí Minh viene con nosotros, gritó una voz de la vanguardia libertaria”.
En 1969 habían dicho que Hồ se había ido, pero realmente estuvo cinco años en su cuartel de la montaña Đã Chống, marcando pauta, y el 18 de julio de 1975, con un Vietnam inundado de banderas rojas, desde el norte hasta Cà Mau (“La cola del dragón”), bajó triunfante para instalarse frente a la plaza Ba Đình, donde todos los días conversa con su pueblo.
Desde el 23 de Enero, trinchera de un pueblo en guardia, se ha iniciado la nueva fase por la consolidación del socialismo; tras una larga lista de catorce batallas exitosas, incluidas el 7-O y el 16-D. El comandante Chávez ha retomado su puesto de mando originario, muy cerca del palacio de Miraflores, ojo avizor de cara a un 14 de abril glorioso, como aquel del 2002, cuando descendió de un helicóptero para abrazar en Miraflores al pueblo que lo había rescatado de las garras lacayas del imperialismo gringo y sus acólitos nacionales.
Está allí, sobre la Flor de los Cuatro Elementos, en el Cuartel de la montaña, viendo y oyendo todo, generando energía suficiente para ese pueblo enamorado de socialismo, el que lo acompañó en tantos combates, que lo elevó al pedestal latinoamericano para que gritara a viva voz que “otro mundo es posible”.
Como Hồ Chí Minh en aquel viaje de dieciséis horas —de Đã Chống a Ba Đình— Hugo Chávez Frías bajará triunfante del Cuartel de la Montaña, a las faldas del Waraira Repano, muy cerca del cuartel San Carlos donde estuvo prisionero, para instalarse en un nuevo puesto de mando, al lado del gigante Simón Bolívar, quien también anda por toda la Abya Yala con su espada redentora.
K-9 es el Cuartel de la Montaña, y viceversa.
Los antiguos poetas se complacían cantando
a la naturaleza: las nubes, las flores, la luna y el viento,
los ríos y la montaña, sus cantos celebraban.
Hoy debemos fundir los versos en acero
y ser cada poeta un bravo combatiente.
Hồ Chí Minh
Ángel Miguel Bastidas G.