Vitrina de nimiedades | Economía incomprensible
Cuando ya se comprende algo, se desbloquea un nuevo nivel de confusión
Bachaqueo, reventa, escasez, bloqueo, devaluación, bodegones, tipos de cambio… Bastante hemos vivido en los últimos nueve años. Si no, que lo digan nuestros bolsillos. Con semejante experiencia, debería ser muy sencillo para nosotros, habitantes de esta patria, saber qué pasa hoy con nuestra economía. Pero, no. Cuando ya se comprende algo, se desbloquea un nuevo nivel de confusión.
Por un lado, sigue esa insólita relación con el dólar, basada en la belleza. Si no está rozagante, olvídalo, no vale. Esa tendencia evoluciona a niveles cada vez más exigentes: si es un billete gastado, lo rechazarán por débil. No importa si es verdadero o si está entero. Primero, mándelo al gimnasio y báñelo con merengadas proteicas. A este paso, un día habrá algún marcador que se llame dólar Chayanne.
Y de la tasa de cambio, ni hablar: es el lado usurero de este asunto. Uno trata de comprender cómo se mueve, qué hacer para que se quede quietico, cómo conjurar al dólar paralelo, determinar cuáles son las razones para el aumento de los precios en divisas, pero es una tarea interminable. Solo falta que las abuelas atribuyan al sereno el origen de este mal o creer que algún espanto del llano comanda esto.
Si apelamos a lo fantástico es porque la realidad nos empuja. En el campo de los expertos las divergencias son notorias y extremas. Indexar salarios al petro o no, intervenir en el mercado cambiario o no, mantener las empresas públicas o no: acá las posturas son radicales y, hasta ahora, irreconciliables. Uno, como trabajador, como ser humano, no sabe qué pensar. Porque, al final del día, uno desea comprender un poquito esto para tener algo de sosiego.
Uno quiere sentir que toda esta tempestad al final tiene sentido y se traducirá, especialmente, en verdadera recuperación social. El movimiento comercial de los últimos meses no es una ficción y tiene su impacto: nuestra economía creció 17,04% el primer trimestre este año. El porcentaje puede producir alegría y, al mismo tiempo, confusión. Si eso está pasando, ¿cuánto tiempo más tendremos que esperar para sentir que recuperamos integralmente la calidad de vida que perdimos?
Si se hace esa pregunta, habrá quien le pida paciencia (sí, más, mucha más). No se descoloque: no tiene por qué sentirse mal, especialmente si asumimos que ciertas situaciones que celebramos deberíamos verlas con más cautela. La euforia colectiva por la agenda de conciertos de artistas internacionales, luego de años en los que Venezuela no gozaba de atractivo alguno, es un ejemplo de aquello que nos puede confundir. Vamos, hay que darle alegría al alma, venimos de meses de encierro, pero tampoco podemos fingir demencia: aún nos falta muchísimo para recuperar las condiciones de equidad social que teníamos años atrás.
Vivir con tantos contrastes y circunstancias como el llamado instructivo ONAPRE, los reclamos de la clase trabajadora y los desafueros del dólar, hace que aguantar y avanzar se vuelve desesperante. ¿Cómo construir una base de entendimiento real? ¿Hasta dónde son sostenibles las razones del productor y el comerciante para actuar con compulsión? ¿Cuál debe ser el rol del Estado en esta etapa? ¿Cuándo será el momento de la clase trabajadora? Economía, te nos vuelves cada vez más incomprensible…
Rosa E. Pellegrino