Estoyalmado | Burbuja inyectada

Económicamente aún transitamos en terreno minado. El país no se arregló

Volvió a subir el dólar y en los consumidores regresó aquella desesperación y la angustia que se había vuelto un pulseo cotidiano con los especuladores, encargados de vendernos los bienes y productos que necesitamos. Hasta noviembre de 2021 había durado esa lucha desigual entre nosotros, los consumidores, y los comerciantes. 

En diciembre, cuando se esperaba que el dólar paralelo rompiera la barrera de los 10 bolívares por divisa, ocurrió lo contrario: se estancó, algo que no se había visto desde que la hiperinflación (técnicamente ya superada) volvía sal y agua los ingresos en bolívares. Ese diciembre fue malísimo para quienes esperaban obtener 500% de ganancias subiendo precios a diestra y siniestra. Para los consumidores fue algo muy desconcertante; uno no sabía si era real. Hubo quienes sin saber qué pasaba compraron todo lo que pudieron aprovechando la inusual “estabilidad”.

Llegó enero de este año y esperábamos que el dólar paralelo nos empobreciera mucho más. Pero nada. Las tasas del dólar (paralelo y oficial) estaban casi en sintonía, no subían más de cinco bolívares. Después hubo alzas tímidas, nada que alimentara más el germen de la especulación. En medio de muchas adversidades, así vivimos casi nueves meses, contados hasta las primeras semanas de este agosto, en los cuales podíamos salir a calle a comprar sin aquella zozobra asfixiante y desmoralizante que se sentía después de saber que los precios habían subido por la “última” tasa del dólar. 

De hecho, aquel ritual de revisar la tasa de paralelo en la mañana o en la tarde, antes de salir a comprar cualquier cosa, ya estaba casi en desuso. Aquello era una cosa enfermiza, había quienes te aconsejaban: “si vas a comprar algo, hazlo en la mañana con la primera tasa del paralelo, porque después de la 1:00 p.m. vuelve a subir”. Cumplir a rajatabla esa lección parecía sumar un nivel más de la cultura de “ser vivo o viva” en este país. Lo contrario era ser un pendejo que no sabía gastar los bolívares en un clima de alta especulación y cambios de precios permanente. Se había vuelto una locura el acto de comprar, y también vender. Era un círculo vicioso. Nadie quería perder más de lo había perdido cuando los sueldos e ingresos en bolívares se devaluaban a ritmo vertiginoso. 

Sin embargo, desde diciembre de 2021 ese juego perverso de incertidumbres empezó a cesar paulatinamente, no exento, por supuesto, de la desorientación campante de quienes no saben qué pasa, y qué se está haciendo para arreglar la economía. La receta fue efectiva: el BCV empezó a inyectar millones dólares al mercado cambiario. Y los efectos se sintieron para despecho de los sectores que gozan cuando la pasamos mal como país. 

Incluso, llegó un momento en que no había diferencia si mantenías tus pocos churupos en bolívares o en dólares, pues las tasas casi se rozaban en una danza de estabilidad cambiaria que desafiaba la incredulidad con la que aprendimos a afrontar esta crisis multifactorial.

Esa tregua duró hasta esta semana porque el precio del dólar paralelo subió, y con ello también los costos de productos y bienes prioritarios. Al parecer faltó la inyección de millones de dólares de siempre que venía cumpliendo el BCV desde diciembre pasado. El nuestro es un mercado cambiario insaciable, siempre amenazando con reinstalar la zozobra y la penuria en los consumidores, como en efecto ocurrió esta semana. 

Desde la poca o nula información oficial sobre el tema, se puede deducir que sin esa inyección millonaria de verdes, lamentablemente, no podemos contener la consecuencia perniciosa del aumento del dólar. Con lo ocurrido esta semana, especulo que nuestro bolívar aún está frágil, pues a pesar de todos los esfuerzos para retomar la confianza en nuestra moneda, todavía sufrimos una alta dependencia con el mercado de dólares.

Cuando el BCV inyecta dólares la tendencia del dólar es a bajar o estabilizarse, con lo cual los especuladores no tienen excusa para remarcar los precios. Al menos esa excusa, no. Esta política de inyección revela una quebradiza burbuja de estabilidad cambiaria que en cualquier momento puede explotar. Eso ratifica, una vez más, que el país no se arregló como propagandísticamente algunos quieren mostrar en redes, medios y paredes.

Económicamente aún transitamos en un terreno minado, donde el bolívar espera su turno para que volvamos a confiar en él. No será fácil, venimos de una dura y traumática batalla económica, solo comparada con países que atravesaron cruentas guerras bélicas.

Huelga decir que esa inyección se ha vuelto tan necesaria que hoy viernes cuando envío esta columna el BCV introdujo $200 millones al mercado cambiario y la tasa paralela bajó ipso facto a 8,56 bolívares, después de amenazar con llegar a 10 bolívares por dólar, la cifra, por cierto, anhelada que los especuladores esperaban desde diciembre del año pasado.

¿Qué frenó la inyección oportuna? ¿Qué privó para que esta vez dejaran de inyectar los millones de dólares a tiempo, y no esperar esa corrida alcista del dólar? Nada se sabe oficialmente. Culpas van, culpas vienen, sobre todo en las redes. Tal vez en los decisores hubo un exceso de confianza por el crecimiento económico nacional sostenido en los últimos cuatrimestres o por la proyección de expansión económica de 10% que vamos a experimentar al cierre de año, de acuerdo a la CEPAL. 

Obviamente, esa inyectadera de dólares no puede ser la solución. Se trata de millones de dólares que el Estado quema solamente para mantener a raya a nuestros monstruos de la economía especulativa, cuyos actores (especialistas en victimizarse) aprovecharon para subir en dos días los precios que no pudieron subir desde diciembre pasado.

Sin duda, esta subida repentina (celebrada por quienes parecen desean que el país se descalabre) abonó mucho más a la desconfianza que se cierne sobre el bolívar. No en vano, ya volvió aquella lógica de salir de los bolívares como sea y tener dólares como respaldo ante cualquier alza. Mientras tanto, la zozobra aún pulula como ave carroñera sobre los ingresos en bolívares de la clase trabajadora. 

¿Qué pasará cuando no tengamos más dólares que inyectar? ¿Volveremos a la incertidumbre cambiaria del pasado? Esperemos que sea un mal recuerdo aquello de volver a ver la tasa especulativa del dólar cada mañana para saber si podemos comprar lo necesario para vivir. Ojalá lo de esta semana sea un mal sueño. No importa que, por ahora,vivamos en una especie de burbuja inyectada.

Manuel Palma


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