Trinchera de ideas | Javier Diez-Canseco, un grande de Nuestra América

En el 75 aniversario de su natalicio

23/03/23.- Por razones que desconozco, pero seguramente vinculadas a creencias religiosas, los seres humanos tendemos a venerar más la muerte que la vida. Por supuesto, eso varía en cada civilización e incluso en cada pueblo. Muchos grandes personajes de la historia solo han sido reverenciados una vez que se han ido de este mundo, en vez de reconocer su valía durante la vida. En muchos casos, cuando alguien ha fallecido, se le recuerda más en ese aniversario que en el de su nacimiento.

No comparto esa práctica. Por eso, en mis escritos me he referido a algunas personalidades, que he admirado y que han servido de inspiración y soporte de mis preceptos, en el día de su cumpleaños, más que en el día de su muerte. Es una forma de sentir que están vivos. Así, recordé el cumpleaños 90 de Fidel Castro en agosto de 2016, sin saber que solo tres meses después partiría para siempre. Igualmente, hice especial rememoración de la vida de Nelson Mandela, también en su 90 aniversario, en 2008.

Ahora quiero recordar a un grande de Nuestra América, prematuramente desaparecido en 2013, cuando apenas tenía 65 años. Dentro de poco, en mayo, recordaremos el décimo aniversario de la partida de Javier Diez-Canseco, pero yo prefiero evocarlo hoy, aprovechando que, si aún lo tuviéramos entre nosotros, este viernes 24 de marzo cumpliría 75 años.

Javier se destacó como escritor, pero su verdadera vocación era la política. Durante varias décadas fue el principal referente de la izquierda peruana, representando a los sectores populares, tres períodos como congresista, dos como senador y uno como diputado. Asimismo, fue elegido diputado para la Asamblea Constituyente de 1978 a 1980.

Desde muy temprano, cuando era estudiante de Derecho en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, se adhirió a las ideas socialistas y revolucionarias. Posteriormente, pasó a estudiar Sociología en la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP), llegando a ser elegido  presidente de su federación de estudiantes. Desde entonces, comenzó su “matrimonio” con el pueblo más humilde, al que no abandonó jamás.

En 1985 fue escogido senador por Izquierda Unida, siendo reelegido en 1990. Pero su mandato terminó al entronizarse la dictadura de Alberto Fujimori en 1992. Entonces, Javier se convirtió en uno de los más férreos opositores de la autocracia impuesta a su país. En 1995, nuevamente quedó electo congresista por Izquierda Unida y repitió en 2001. En esos años, Javier, que siempre había militado en el Partido Unificado Mariateguista (PUM), fundó el Partido Socialista del Perú y fue su candidato presidencial en 2006.

En un escrito publicado en septiembre de 1987, Javier explicaba que el mariateguismo era “el encuentro fecundo de marxismo y nación, afirmando que es el proletariado la clase dirigente destinada —a la cabeza de un amplio bloque popular— a resolver los graves problemas nacionales que las clases dominantes nunca han podido solucionar”.

En su función parlamentaria, Diez-Canseco destacó por una inveterada honestidad y su inquebrantable rectitud en defensa de los intereses populares, en particular de las minorías y de los más excluidos; por su sostenida lucha en contra de la corrupción y el narcotráfico, y por su indomable denuncia de personas vinculadas tanto a instituciones del Estado como a organizaciones terroristas, que incurrían en violaciones a los derechos humanos.

Javier valoraba la importancia de las “elecciones directas” como mecanismo de la democracia, pero no consideraba que fuera esta la principal forma de participación popular. Entendía que era la “democracia directa” el principal mecanismo democrático. Al respecto opinaba que en “la decisión política y la elección de los dirigentes en cada calle y en cada barrio, en cada ciudad y región importantes, en cada fábrica y en cada centro de producción (…)  y a niveles mayores, hasta el nacional… ”, el sufragio directo debe tener también determinado peso.

Sus enemigos no descansaron hasta que en 2012 hicieron prosperar la falsa acusación de violación del Código de Ética Parlamentaria, una patraña desmentida por el propio informe de la Secretaría Técnica de la Comisión del Congreso, creada para evaluar dicha acusación. Fraudulentamente, fue suspendido por noventa días de sus funciones, pero dicha medida quedó sin efecto por la justicia, que resolvió así un amparo presentado por Javier en defensa de su honor y su dignidad. En el momento de su indebida sanción era presidente de la Comisión de Relaciones Exteriores del Congreso del Perú.

Hoy, cuando la derecha y el imperio abaten una vez más al pueblo peruano, el pensamiento y la acción de Javier Diez-Canseco cobran plena vigencia. Pareciera estar mirando lo que ocurre en la actualidad cuando, en enero de 1992, haciendo un análisis de la forma como el neoliberalismo degradaba al Perú, expresó que:

El país enfrenta la aplicación más estricta y rígida —que creo se haya registrado en América Latina— de los planes del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial. La gestión del Ministerio de Economía corresponde a la gestión de un cónsul o embajador del Fondo Monetario o el Banco Mundial. Incluso las cifras oficiales del país son reajustadas de acuerdo a los cálculos que hacen los organismos internacionales y no de acuerdo a los cálculos del Ministerio de Economía y Finanzas o del Banco Central de Reserva…

Y agregaba más adelante: “El programa neoliberal implementado comparte los rasgos de casi todos los que se ejecutan en América Latina; es un programa notoriamente dirigido a la privatización de la economía y a la reducción del rol del Estado en la economía”. Esto fue enunciado por Javier hace más de treinta años sin que lastimosamente haya habido cambio alguno. He ahí la causa de las movilizaciones actuales del pueblo peruano demandando democracia y el fin de la Constitución neoliberal.

En el quehacer de su vida, Javier también fue profundamente internacionalista, solidario con las luchas por la liberación de los pueblos de Nuestra América, como El Salvador y Nicaragua, acérrimo enemigo de las dictaduras de Seguridad Nacional que afectaron la región en la década de los setenta y ochenta del siglo pasado y defensor de la Revolución cubana. Diez-Canseco enarboló como pocos la lucha contra el capitalismo, el imperialismo, el colonialismo y estuvo a favor de la unidad y amistad de los pueblos, incluso más allá de la región, como lo atestiguan el pueblo palestino y el saharaui, que tuvieron en Javier un activo militante a favor de sus causas.

Fue fundador, junto a Fidel y Lula, del Foro de São Paulo, probablemente uno de sus legados más importantes, y el menos conocido, pero desde su primera reunión, sus acuerdos y resoluciones tuvieron la impronta de sus ideas, visión y acción.

Asimismo, fue un activo impulsor en el Perú de comités de solidaridad con Cuba, Vietnam, Chile, Argentina, Uruguay, Bolivia, Palestina, Nicaragua, El Salvador, Guatemala y la República Árabe Saharaui Democrática (RASD). De igual manera, presidió las ligas parlamentarias de amistad con Cuba, la RASD y Argelia.

En enero de 2013, Javier enfermó gravemente y falleció el 4 de mayo de ese año. Lo visité por última vez el día 1 de ese mes, en la clínica donde se encontraba, sin saber que no lo volvería a ver. Me preguntó por la reciente partida del comandante Chávez y el impacto que dicha pérdida había causado en Venezuela. Continuaba observando de cerca la realidad latinoamericana y resentía su incapacidad para seguir siendo un actor político presente, como lo fue toda su vida.

 

Sergio Rodríguez Gelfenstein

 

 

 

 

 

 

 

 

 


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