29/03/23.- La revelación, por parte del presidente Maduro, de una red de corrupción inmensa, descarada, con aliados desde el alto gobierno —y también de la oposición—, que sin duda nos hará mucho daño en el futuro inmediato, acarrea, no solo castigo ejemplar y sin compasión contra los implicados que no hayan huido a la Florida yanqui, sino un cambio en la política de información al pueblo en general, que aún no sabe la extensión de esa red de corrupción y menos de las implicaciones a corto y mediano plazo.

No se trata de los robos que se vieron durante el puntofijismo, que se saldaban acabando con las carreras políticas de los cómplices, conllevando el perdón tácito cuando se les aceptaba poner los cargos a la orden "para facilitar las investigaciones". También se les dejaba huir al exterior hasta que las penas caducaran.

Se trata de algo distinto y peligroso que obviamente era parte de un plan para desestabilizar la República justo en el año electoral que sigue siendo el 2024, donde la carta violenta continúa en juego.

A pesar de que las informaciones emanadas, tanto de la Fiscalía como del Ejecutivo, a veces lucen imprecisas, de todas maneras son cifras espeluznantes.

¡Trescientos mil millones de dólares se dicen muy fácil!, pero vayan a producirlos en un país donde la entrada de divisas cayó casi a cero y, aun recuperándose, la Tesorería no logra recaudar un décimo de lo que se llegó a colectar en otros tiempos.

Y el caso de los empresarios que desde la oposición manejaban los municipios más importantes por vía de obras y recolección de basura, que servían de mampara para lavar los robos en Pdvsa, también apunta a que nuestro país —si su gente no está enterada de que solo el pueblo puede defender la heredad de los libertadores— puede amanecer como Yugoslavia. Esta nación cumple 24 años de haber sido bombardeada por la OTAN hasta derrotar —una vez desmembrado el país— al presidente Slobodan Milošević, que fue hecho prisionero por fuerzas de países a los que Yugoslavia no les había hecho nada.

A Milošević nunca le pudieron comprobar "crímenes de lesa humanidad", pero la prensa de esos tiempos siempre ventoleaba la muletilla, como ahora lo hacen con Venezuela.

Milošević murió en prisión, pero después de haber dejado este mundo físico lo declararon inocente en la Corte Internacional de Justicia (CIJ), que nunca obtuvo permiso formal de la ONU para enjuiciar —aún sin pruebas— al Presidente de un país miembro.

Y eso fue hace 24 años.

Lamentable aunque explicable, por supuesto, el silencio de la oposición, enredada en explicar cómo votar doble equivale a una segunda vuelta que los factores políticos no quieren.

Explicable ese silencio cómplice cuando se trata de los sinvergüenzas del interinato que llamaban a que ejércitos extranjeros nos invadieran. Son los mismos que facilitaron los robos del oro, de Citgo, de Monómeros y que se prestaron para ganar tiempo mientras payaseaban en México y antes en Noruega, Dominicana o Barbados.

Pero, ¿y qué de los otros?

¿Piensan estos señoritos, que solo atinan a soñar con elecciones, que una vez invadida y desmembrada Venezuela les van a permitir inscribirse en un hipotético y futuro CNE?

El gobierno tiene que mantenerse firme ante la legión de celestinos y celestinas que ya abogan por los presos y que después de Semana Santa son capaces de declararlos “políticos”.

Mal anda el mundo político cuando desde el chavismo hay quienes señalan que para denunciar ladrones hay que ser más puro que la Virgen.

Y peor la oposición cuyos incapaces no acaban de entender que cualquier campaña anticorrupción se debe apoyar, pero con condiciones...

Una, que detengan a quien evidentemente es el urdidor —porque no es bobo— de la red, y no lo menciono porque todos saben a quién me refiero...

La otra, interna: que la fulana Comisión de Primarias impida la inscripción de candidatos(as) inhabilitados a la fecha por hechos de corrupción, lo que dejará a míster Blyde ocioso por un tiempo. Pero eso no importa: Gerardo no es ni por asomo un Carataco.

Domingo Alberto Rangel