Micromentarios | Gracias al hielo
Hay informaciones que, al toparnos con ellas, nos sorprenden porque sabemos que se nos está revelando una verdad oculta hasta entonces.
Tal es el caso de la importancia que ha tenido el hielo en la existencia de vida sobre el planeta Tierra. Y es que, cuando la mayoría de los líquidos se congelan, su forma sólida se hunde en lo que todavía se mantiene líquido.
Esto no ocurre con el agua que, al congelarse, se transforma en hielo y flota en la parte que aún se conserva líquida. Ello se debe al hidrógeno, uno de los dos elementos constitutivos del agua. El otro, como se sabe, es el oxígeno.
Cuando el agua se congela, el hidrógeno conecta las moléculas mediante algo parecido a puentes que, en lugar de unirlas más, las separa ligeramente. Por ello, el agua transformada en hielo aumenta casi un nueve por ciento de volumen y, obviamente, ocupa más espacio.
En ese espacio adicional, se acumula aire y este es el responsable de que el hielo flote en el agua en estado líquido.
Asombrosamente, los enlaces de hidrógeno no se forman todos a la vez, sino que lo hacen uno tras otro, de modo ordenado y sin pausa. Este proceso constituye uno de los hechos más extraordinarios de la naturaleza y, aunque parezca increíble, es gracias a él que existe la vida en la Tierra.
Tal como cualquier otra sustancia líquida que se congela, el agua aumenta su densidad a medida que baja su temperatura. Pero, a diferencia de casi todas las otras sustancias, cuando se encuentra a 3,98 grados centígrados, su proceso de densificación se detiene. Luego, mientras más baja la temperatura, menor es su densidad, debido a los enlaces de hidrógeno en forma de puentes.
Si el hielo no flotara, cuando hace cientos de millones de años ocurrió el primer invierno, el agua congelada de la superficie de los mares, los lagos y los ríos se habría hundido hasta el fondo. Este hielo se habría asentado, sin derretirse, pues el agua que lo cubriría actuaría como aislante.
En el siguiente invierno, al congelarse otra vez las superficies acuáticas, este nuevo hielo también hubiese descendido hasta el fondo y agregado una segunda capa a la ya existente.
Con el tiempo, los océanos, los lagos y los ríos se habrían llenado de capas de hielo y estarían tan congelados que no habría posibilidad de que el agua se derritiera en los períodos calurosos.
Así, al nada más haber agua congelada en el mundo, resulta obvio que la vida no se hubiera podido desarrollar en ninguna parte. Es por ello que debemos nuestra existencia al hecho excepcional de que el hielo no se hunde en el agua.
Armando José Sequera