Estoy almado │ La generación de plomo

... desde hace rato camina sobre vidrios rotos, sin saberlo

01/04/23.- Esta es la historia resumida de la generación de plomo. Se le llama así porque, obviamente, está conformada por personas secas de corazón y reacias a poner la realidad de pie. Simulan adaptarse al cambio y a la revolución de las condiciones sociales y económicas. Pero, en el fondo, repudian con todas sus fuerzas las transformaciones inminentes.

Por eso, la generación de plomo es experta en maquillar la realidad de un falso cambio para que, precisamente, nada cambie. Parte de ella ama el paradigma ortodoxo de cómo se vivía en el pasado. Y para defender esa creencia prefiere quitarse algunos anillos de oro (robados en nombre de la modernidad) antes que perder los dedos.

Los aplomados fueron formados con unos rasgos particulares. En religión dicen ser monoteístas. Se dan golpes de pecho los domingos mientras ayudan al sacerdote a cazar entre la feligresía a los herejes santeros. Sin embargo, fuera del templo católico abrazan el espiritismo, la brujería blanca, el tarot y toda creencia que revele un supuesto futuro próspero.

Son supersticiosos a un nivel insospechado. Todavía creen en el mal de ojo, en curar las culebrillas con rezos y en colocar sal detrás de las puertas de sus moradas para espantar a las brujas nocturnas. Los aplomados creen —hasta hoy— que el sida surgió por "desviación" entre personas del mismo sexo, o porque les faltó asistir más a las misas de los domingos.

Pero no todo es tan rígido en la generación de plomo. De vez en cuando estas personas se permiten cometer ciertos desenfrenos terrenales, a sabiendas de que pueden ser perdonadas de todo pecado en la misa del próximo domingo.

En materia educativa, la razón hegeliana es su prioridad de vida. Para ellos el buen manejo de las emociones —inteligencia emocional— es una patraña inventada al inicio del siglo XXI. Si las mujeres aplomadas tienen ganas de llorar, su deber es reprimir ese sentimiento. En tanto, los hombres no son varones si se permiten derramar una lágrima desde el alma.

En la práctica, apoyan que la formación de los hijos e hijas sea un asunto exclusivo de la escuela, la cual, por cierto, perciben como una deidad de la verdad, la decencia y el ascenso social. En términos sociológicos, creen que la casa es un espacio para aprender a jerarquizar los roles cosificados del hombre y la mujer.

Esta generación de plomo hasta hace poco creía que nacer zurdo era malo. Un signo de debilidad, algo desviado o asociado a lo maléfico. Por esa razón, desde hace años forzaron a sus vástagos a que escribieran, comieran y, por supuesto, se persignaran con la derecha. Produjeron una generación de ambidiestros, que luego se hicieron adultos sin entender por qué no fueron libres para ser zurdos sin sentirse avergonzados o estigmatizados por ello.

Hace una década esta gente no solía reírse en una foto, pues creían que era una falta grave a la decencia y a la reputación. También detesta los concubinatos o "uniones estables de hecho". La institución del santo matrimonio no es una decisión de dos personas, es una obligación para parecer más puros y civilizados ante los ojos de Dios.

Esta generación adora a las personas comunes y corrientes, pero construidas en el imaginario con un halo de divinidad, como por ejemplo reyes, reinas, duques y duquesas. Siente que adorar a estos semidioses en sus reinados los vuelve superiores al resto.

La generación de plomo, con resignación, espera ser salvada de los “males” que la aquejan; temen salvarse por su cuenta. Con fervor creen en la caridad hacia los menesterosos, como cuota transaccional para amortizar los pecados acumulados en obra y pensamiento en este plano.

Es la generación que arremete hoy contra los centenial (nacidos a partir del 1998) llamándolos la "generación de cristal". Los etiquetan así porque, según dicen, se "quiebran" al menor contacto con supuestas adversidades; en resumen, son señalados de ser frágiles, intolerantes al fracaso y a la frustración.

Y parece que los responsables de la generación de cristal somos nosotros, los padres milenial —incluyéndome—, que privilegian el pensamiento crítico por encima del fracasado dogmatismo de la modernidad.

Según un estudio de un grupo de investigadores europeos, somos culpables de esta generación blandita porque fomentamos la personalidad resiliente y la economía colaborativa. Además, nosotros los padres y madres milenials no hacemos énfasis en reproducir en masa lo que los aplomados "tanto" han legado a la humanidad.

Se trata, parece ser, de echarle plomo al cristal. Es lo viejo negándose a aceptar que la nueva generación quiere voltear la realidad que está de cabeza, mediante un sentipensar humanístico más allá del conocimiento tecnocrático.

De momento no hace falta lanzar más plomo al cristal, porque hace tiempo la vidriera se rompió y la generación de plomo, desde hace rato, camina sobre vidrios rotos, sin saberlo.

 

Manuel Palma


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