08/04/23.- EE. UU. sigue apostando abiertamente al logro de la supremacía militar en el orbe. Así muestra el peligro que implica para Rusia y para todos los pueblos del mundo el rumbo hacia un torbellino nuclear, pequeño o grande, limitado o total, como quiera y donde quiera que estalle. El presidente de EE. UU., Joe Biden, basa su argumento en que Rusia y China, con sus fórmulas de convivencia pacífica, obstaculizan su expansión económica y comercial a escala mundial. Esto no es admisible por su administración.

Según algunos analistas de guerra, EE. UU. sigue estrujando el viejo documento del Pentágono elaborado en marzo de 1982 por la Secretaría de Defensa y el Consejo de Seguridad Nacional, firmado por el otrora secretario de Guerra Caspar Weinberger, en donde se norma la redacción de que es posible para esa potencia militar ganar una guerra nuclear a Rusia asestando el primer golpe sorpresivo.

El presidente de la Federación de Rusia, Vladímir Putin, y el presidente de Bielorrusia, Aleksandr Lukashenko, advertidos de lo que es capaz EE. UU. por los bombardeos atómicos a las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki en 1945, se reunieron en Moscú el pasado miércoles, 5 de abril de 2023, donde acordaron instalar el sistema de misiles Iskander-M con capacidad nuclear, el cual ha sido trasladado a la frontera occidental de Bielorrusia. Eso, en gran medida, para contrarrestar el envío de misiles con ojivas nucleares del Reino Unido (R. U.) al Gobierno ucraniano y la posible dotación de submarinos nucleares a Australia, como material de guerra que planean instalar cerca de la frontera con Rusia.

Desde la época de la Unión Soviética (URSS), EE. UU. solía creerse que con los bombardeos nucleares destruirían los centros dirigentes de la estructura política y militar rusa y causarían el máximo daño a los objetivos industriales del país eslavo y de sus aliados. Al conocerse el tema que plantea ese documento del Pentágono parecería que estamos ante una obra de ciencia-ficción, pero esto no es del todo cierto porque se sabe de lo que es capaz el Gobierno estadounidense.

EE. UU. y demás países de la OTAN, con la asesoría del Pentágono, desarrollan en amplitud la guerra psicológica contra Rusia y avivan los sentimientos en su contra (rusofobia) en Ucrania, que fue un país aliado y ahora por imposición de Occidente es su enemigo declarado. Entre 1980 y 1990, Rusia fue proclamada por EE. UU. y la OTAN el adversario derrotado, del que en vano han intentado aprovecharse de su supuesta debilidad político-económica para imponerle un sometimiento colonial.

Hay que lamentar temas, como los que revela el viejo documento del Pentágono, pero al mismo tiempo tener la convicción de que por encima de la locura de una guerra nuclear, se impondrá el cese del estado de guerra y el reforzamiento de la seguridad y la paz internacionales.

J. J. Álvarez