Letra desatada | La tía Tibi
13/04/23.- La primera vez que escuché de cerca a Tibisay Lucena hablar de sus convicciones políticas, de su conocimiento sobre el tema electoral, de su modo de ver el mundo y de lo que estaba sucediendo en el país fue en una de las reuniones de gente que impulsaba todo lo que contiene la frase "Aquí cabemos todos". Eran tiempos muy convulsos y peligrosos, tal vez no más que ahora, pero en ese momento todo estaba pasando también por primera vez. Por la firmeza y la claridad con la que habló del tema electoral y de su intención de trabajar en el Consejo Nacional Electoral, que contribuyó a construir, se me antojó que era abogada. Tiempo después supe que era socióloga con suficiente currículo académico para hacer del sistema electoral venezolano el mejor del mundo. Detestaba la mediocridad y las afirmaciones sin fundamento. Pero no solo eso, también era violoncelista, amante de las flores y de los gatos. Tal vez por eso se sentía tan a gusto descalza. Tibisay era una mujer sencilla y su ambiente ideal era el compartir con su familia.
Nunca se sintió cómoda con las cámaras, con el tema comunicacional en general. Pero era lo suficientemente paciente para permitir que quienes eran expertos en especular desarrollaran y ventilaran todos sus desatinos y mentiras, para en el momento preciso convocar a una rueda de prensa y desmentir una a una las conjeturas y presunciones teñidas de tecnicismos y mala intención de un ejercicio periodístico que ya bastante ha hecho por autodestruirse.
Pero no solo hicieron méritos para ello, sino también para generar en un sector de la sociedad venezolana los sentimientos más viles y despreciables, pues, usando argumentos absurdos lograron convertir a Tibisay en el blanco de un discurso ruin y falaz, para hacerla responsable de fraudes electorales que jamás pudieron probar, porque si algo tiene el sistema electoral venezolano es la posibilidad de auditarse.
Pero no todo eran espinas para la Tía Tibi, como le decía con cariño el mundo periodístico que no le fue adverso. Por otra parte, estaba, está y estará el sector mayoritario de la población que vio en ella la valentía, la inteligencia y la humanidad que la hacen una mujer patriota, llena de templanza y amor.
"No importa lo que yo piense o sienta sobre esos ataques —dijo en una entrevista a Ciudad CCS cuando asumió como rectora de la Universidad de las Artes (Unearte)—. Yo siempre apuesto al diálogo y si en algún momento me tengo que sentar con todos aquellos que una vez me atacaron y persiguieron, lo haría sin dudarlo, si eso contribuye de alguna forma a seguir con el debate. Y aquí es donde recuerdo un momento muy conmovedor, cuando se intensificaron esos ataques en mi contra. Fue un momento muy duro, y la gente de San Agustín me hizo un homenaje en el teatro Alameda. Esa fue la manera que ellos tuvieron para decirme que estaban conmigo, que me defendían y que me apoyaban. Fue un momento que siempre, al recordarlo, me conmueve. Allí es donde vemos la lectura del pueblo ante los momentos difíciles".
La primera vez que vi una flor sobre una uña fue en sus menudas, gorditas y delicadas manos. Me quedo con su sonrisa aquel día cuando desde lo más íntimo de su femineidad y de su feminismo (el que ordenó la paridad entre mujeres y hombres para los cargos de elección popular) me mostró con mucha ternura y emoción esa flor pintada sobre solo una de sus uñas y me dijo: "Mira, la manicurista me convenció de hacer esa florecita, ¿no es bellísima?". En esa sencillez muchas veces nos encontramos. En la sencillez de la solidaridad y la sororidad. ¡Descansa, guerrera, sobre un universo de flores multicolores! Sigamos.
Mercedes Chacín