Vitrina de nimiedades | Entereza irreversible

Es inevitable pensar cuántos huracanes de odio enfrentó Tibisay Lucena

15/04/2023.- Pero ¿cuántos habrían estado dispuestos a estar en los zapatos de ella?

Al parecer, hoy se odia más fácil. O, por lo menos, ese sentimiento puede adueñarse mucho más rápido del panorama. Su potencia es lo suficientemente viral para poner en tendencia cualquier animadversión, reclamo o rechazo hacia una persona, haya razones o no. No importa si estás haciendo lo correcto: la rifa de la inquina también te la puedes ganar tú.

Acá no hay medidas, matices o puntos medios. La desmesura es la marca. Eso asusta, no importan las circunstancias. Pasa en aquellos casos en los que puede resultar totalmente comprensible el repudio, como un crimen. De la nada, comienzan a reproducirse mensajes tan abominables como el hecho que se rechaza; es pretender apagar el fuego con más fuego.

Si esas circunstancias son preocupantes, ¿qué pasa cuando las razones del odio no son claras, son manipuladas o, en términos reales, no existen? ¿Qué ocurre con quienes son acusados por situaciones, cuyos resultados no dependen de ellos? ¿Por qué es tan fácil para unos encubrir sus responsabilidades, mientras otros deben vivir como el lastre de una culpa ajena?

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El odio es un sentimiento potente, pero nuestra reacción es negarlo o no aprender a manejarlo. En muchos espacios se nos enseña un peculiar concepto de "sentir bien". Vale la alegría, pero no la tristeza. Qué bien se siente amar. Qué terrible es odiar desde nuestras entrañas.

Tremenda paradoja se nos presenta, especialmente si deseamos acabar con las expresiones de intolerancia. Fingir que no pasa no borra un problema. Lo duerme, lo aminora y hasta lo invisibiliza. Eso, ya lo sabemos, nunca será garantía de solución alguna.

Todo este enredo social y cultural es aprovechado por muchos actores en el ámbito comunicacional, especialmente en tiempos de polarización. Así, llegan a normalizarse expresiones de xenofobia, discriminación de género, hostigamiento por diferencias ideológicas y orientación sexual ante la mirada de corporaciones mediáticas que solo actúan si se genera un tsunami de rechazo.

Quizás la expresión más acabada de ese rencor rampante sea el juicio ligero, cruel y visceral en contra de quienes se convierten en las caras visibles de procesos complejos. No importa qué hicieron, cuál era su verdadera responsabilidad. Menos aún cuenta haberse comprometido hasta con la vida.

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Cuando este pueblo despide a Tibisay Lucena, es inevitable pensar cuántos huracanes de odio enfrentó, alimentados por el radicalismo de quienes, en lugar de asumir su responsabilidad ante la historia, insistieron en señalarla para demeritar su condición de árbitro electoral.

¿Cuántos habrían estado dispuestos a estar en los zapatos de ella? ¿Cuántos más habrían podido dirigir procesos tan complejos con semejante carga histórica a cuestas? ¿Cuántos habrían sido capaces de seguir adelante sin dejarse doblegar?

Ella pudo elegir el mismo camino de sus detractores o hacerse a un lado. No lo hizo. Para amargura de muchos, siguió por un solo camino: la entereza irreversible. ¡Honor y gloria!

Rosa E. Pellegrino 

 


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