Arrimando la brasa | Fruto Vivas, entre los esenciales
La noticia del fallecimiento de Fruto Vivas corrió como un polvorín
Y, como si viéramos una cinta cinematográfica, lo tuvimos enfrente, allá en el Maracaibo del siglo XX, en las visitas suyas a nuestra casa familiar, primero en Tierra Negra y después en la casa de la avenida El Milagro.
Recuerdo a Fruto Vivas llevando la batuta en aquellas reuniones del grupo 40 Grados a la Sombra, en la vieja casa, en el centro. Fruto en las conversas con papá, con los poetas y con los pintores José Antonio Castro, el chino Wong, la profe Esther Osses, el chino Hung, Josefina y Alberto Urdaneta, y cuanta gente más. La vida polémica, el cierre por las autoridades de la casa aquella del grupo 40 Grados a la Sombra. Las consiguientes visitas de Fruto, con su hablar siempre en tono didáctico, con su entusiasmo por cambiar el mundo, con su simpatía a flor de piel.
Pasaron los años, y las vidas de todos tomaron diferentes vías. Y nos encontramos con Fruto Vivas en Caracas, con su mismo entusiasmo por cambiar el mundo, explicándome por qué Chacaíto era un disparate arquitectónico más, de esa ciudad loca que amamos y criticamos.
Volvimos a verle, a conversar y a escucharle, para arriba y abajo con su proyecto de la casa ideal. La quinta sinfonía de sus principios daba frutos. Acertaba siempre. El Árbol para Vivir, sus ideas de casas sencillas y maravillosas. Había estudiado lo que la gente más humilde del país aprovechaba de la tierra húmeda, el empalme, la búsqueda de la frescura natural de nuestros paisajes, a la hora de erigir sus moradas.
Fruto Vivas estaba en todas partes, donde una espiga de esperanza se levantara, para abrir caminos novedosos a la posibilidad de ser cobijados.
Fruto Vivas fue un adelantado de alma, vida y corazón, un vanguardista. Nunca envejeció en sus 92 años.
Imposible de olvidar justamente por esa esencia valerosa de su curiosidad y respeto a los que le rodeaban, en términos de sencillez y actos esenciales de sobrevivencia. La acción de la naturaleza del paisaje era su pizarra en la docencia.
Ha fallecido un maestro grande, verdadero, y en él, un gran artista, consecuente y valiente. Descanse en paz, no le olvidaremos.
Laura Antillano