De cómo la URSS (sin Hollywood) venció a Hitler
El Ejército Rojo llegó primero. Digan lo que digan las películas de Hollywood
Los altos mandos del Tercer Reich querían rendirse ante EEUU, no ante la URSS, pues la potencia socialista era la genuina antípoda de la cosmovisión nazi
Si se hace una encuesta entre, personas con cierto grado de educación (digamos, universitaria) sobre la fecha de culminación de la Segunda Guerra Mundial (SGM), es casi seguro que la mayoría remita su respuesta a los primeros días de agosto de 1945, cuando Estados Unidos, con su nueva arma, la bomba atómica, borró del mapa a Hiroshima y Nagasaki, dos ciudades medianas de Japón, obligando a este imperio a firmar su rendición incondicional.
Pero, la verdad histórica es que la SGM bajó el telón, tres meses antes de esa barbarie, a finales de abril y comienzos de mayo, cuando las tropas de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) lograron derrotar las últimas defensas del ejército nazi en Berlín. En un acto cargado de simbolismo, los soldados Alexei Berest, Mikhael Yegorov y Meliton Kantaria, izaron la bandera llamada "de la Victoria" en el núcleo del poder germano.
Esta controversia siempre ha estado activa, pues determinar quién dio el golpe definitivo a las potencias fascistas se perfiló desde un principio como un elemento clave para el reparto del mundo de la posguerra y para eso que ahora suele llamarse "la narrativa" acerca del final del conflicto, de sus héroes, villanos y personajes secundarios.
Para el capitalismo estadounidense, proyectarse como los grandes ganadores de la guerra era un paso importante con miras a alcanzar su objetivo de emerger como la gran potencia después de una conflagración que estaba dejando en ruinas a Europa y muy agotada a la URSS, su archirrival en el plano ideológico y geoestratégico.
Lo ideal para Estados Unidos hubiese sido infligirle la derrota a Hitler de manera directa e inequívoca. Pero el Ejército Rojo llegó primero. Digan lo que digan las películas de Hollywood, fue la bandera roja de la URSS, la de la hoz y el martillo, la que flameó en lo alto del edificio del Parlamento, uno de los emblemas del Estado alemán.
Según las investigaciones, incluso los altos mandos del Tercer Reich querían rendirse ante Estados Unidos, no ante la URSS, pues la potencia socialista era la genuina antípoda de la cosmovisión nazi y fue el país que opuso la más tenaz resistencia a la expansión alemana, incluyendo capítulos absolutamente heroicos, como el de la resistencia al prolongado y brutal sitio de Leningrado.
De hecho, los militares nazis tenían ya semanas conversando sobre la capitulación con los aliados occidentales. Incluso, el 7 de mayo, el general nazi Alfred Jodl, comandante de Operaciones de las Wehrmacht (fuerzas unificadas alemanas), firmó una rendición en Reims (Francia) ante el comandante estadounidense Dwigth Eisenhower y el general soviético Iván Suslopárov para poner fin a las hostilidades el 8 de mayo de 1945 a las 23:01 horas.
Pero José Stalin, que era muy perspicaz, exigió que cualquier acto de esa naturaleza se realizara en Berlín, como una rendición específica ante oficiales soviéticos. No en balde, la URSS había pagado con unos veintiséis millones de vidas e incuantificables sufrimientos las operaciones de contención de las fuerzas de Hitler.
Al día siguiente del acto diplomático de Reims, se suscribió la capitulación en caliente, por el mariscal de campo alemán Wilhelm Keitel en Berlín, en presencia del comandante en jefe del ejército soviético, el general Georgy Zhukov, a las 22:43 hora central europea. Por diferencia horaria, en Moscú ya era 9 de mayo.
Hollywood y el resto del aparataje cultural del capitalismo ha borrado esta efemérides en el mundo occidental, haciendo ver, incluso, que fueron soldados estadounidenses los que abanderaron el Reichstag. Pero en la antigua URSS y en la renovada Rusia se le conmemora como el cierre de la "Gran Guerra Patria", mediante gigantescas marchas, llamadas del Regimiento Inmortal, en la que los ciudadanos llevan retratos de sus parientes mártires o héroes del triunfo soviético.
Significado nuevo
La vieja polémica ha sido repotenciada por la guerra de Rusia contra los países de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), que se libra en territorio ucraniano.
En el contexto de este conflicto proxy adquiere nuevos relieves aquel hecho histórico.
Y es que, aunque Rusia ya no es un Estado socialista, en este conflicto está de nuevo enfrentando a fuerzas que, en el mejor de los casos, pueden calificarse como filonazis, apoyadas por Estados Unidos y la Unión Europea. La nación en cuyo territorio se libra esta guerra era parte de la URSS, pero fue invadida por los nazis y tuvo, durante la SGM, fuertes movimientos colaboracionistas, favorables a Hitler.
Ya para 1943, la Unión de Ucranianos Nacionalistas, y su brazo armado, el Ejército Insurgente Ucraniano, comandado por el nazi ucraniano Stepán Bandera, perpetró ataques terroristas en la propia Ucrania, Polonia, Rumania y otros países. Se estima que unos 100 mil civiles fueron exterminados por este grupo.
La camarilla ucronazi que protagonizó el golpe de Estado del Euromaidán, en 2014, y que desde entonces y hasta 2022 había masacrado a los ucranianos de origen ruso en Donetsk y Lugansk, ha convertido a Bandera en uno de sus héroes fundamentales.
El relato hegemónico insiste en instaurar la tesis de que la SGM finalizó gracias a eventos protagonizados por Estados Unidos y sus aliados europeos, como el Día D (el desembarco de Normandía) o los bombardeos nucleares a Japón, una demostración de poderío, perpetrada sin piedad contra la población civil solo para cambiar el colofón de la guerra y para dejar claro el mensaje de supremacía de Estados Unidos en la era siguiente.
Pero la historia vuelve tercamente y se subleva contra las versiones hechas a la medida, sobre todo ahora, cuando un mundo multipolar se asoma en el horizonte.
El Regimiento Inmortal
Con la desintegración de la Unión Soviética prácticamente había quedado borrado el rol protagónico que la potencia socialista tuvo en la derrota de la Alemania nazi.
Así como, a partir de 1991, Rusia y las antiguas hermanas soviéticas se arrojaron en brazos del peor capitalismo, también aceptaron las versiones occidentales de la historia.
Pero en 2012, en una remota localidad de Siberia, Tomsk, renació la tradición, motorizada por el pueblo llano. Se hizo entonces la "Marcha del Regimiento Inmortal". Cientos de personas salieron con retratos de familiares o amigos, para conmemorar con ellos el triunfo de 1945.
A partir de 2013, la marcha se replicó en Kazajstán, Ucrania, Bielorrusia y Kirguistán. En 2015, un estimado de medio millón de personas desfilaron por la Plaza Roja, con fotos e insignias de aquellos que fallecieron durante la Gran Guerra Patria. A la cabeza de la manifestación estuvo nada menos que Vladimir Putin, portando el retrato de su padre, quien murió en la antigua Leningrado, hoy San Petersburgo.
Este año, la jornada estuvo cargada de significados no solo históricos, sino también actuales. Putin, en su discurso, puso el dedo en la llaga al advertir que Occidente parece haber olvidado quién derrotó al nazismo, al que llamó "el monstruoso mal total". Un olvido de casi 80 años, ahora repotenciado por otra guerra euroasiática.
CLODOVALDO HERNÁNDEZ