Letra fría | Efraín Valenzuela
Hemos perdido un tronco de tipo, un poeta a carta cabal
Con inmenso dolor supimos la noticia de la partida física del amigo poeta Efraín Valenzuela, un verdadero juglar superpana y defensor de la cultura en todas sus dimensiones. Lo conocí hace unos 50 años en Caricuao, donde vivió creo que toda su vida.
Recuerdo que me invitaron a dar una charla que titulé «Cultura urbana y sentimiento», después con los años volví a la zona, al núcleo de la televisora de la Universidad Simón Rodríguez, invitado por Jesús Alberto Blanco, también fallecido, quien me entrevistaba cada cierto tiempo, y supe que una de las directoras del canal había sido su pareja, y que tenían una hija, lo que me sorprendió gratamente, porque nunca me lo imaginé de papá.
Hacía tiempo que no lo veía, pero esta ciudad es tan grande que de pronto uno deja de ver a los amigos, y no se da ni cuenta, pero ya es hasta natural por el tema de la pandemia; sin embargo, si uno quería hablar con él, bastaba pasar por la plaza Bolívar o en la de arriba del boulevard Panteón, donde se la pasaba con otros poetas. Me cuenta Carol que, al parecer, cayó en una depresión; y su gran amigo Ángel Malavé y otros compañeros de versos lograron hospitalizarlo, pero no logró superarse, aunque sinceramente no puedo decir qué fue lo que pasó.
Efraín fue un insigne compañero de tragos y de labores culturales; coincidimos en Radio Nacional, y lo entrevisté muchas veces en mi programa de boleros, y él a mí en el suyo Verso a verso; él en el canal clásico y yo en el informativo. Me impresionó siempre su memoria para recordar los nombres reales de los artistas de la salsa y el bolero, sus géneros favoritos. Por él me enteré hace muchos años que La Lupe, que le encantaba por cierto, llevaba por nombre Lupe Victoria Yolí Raymond. Debió ser por esa memoria, que ya viejo le dio por graduarse de abogado.
Efraín fue, además, productor y guionista de televisión, escritor de libros de poesía, Letras de asfalto, Ecos breves, Alegranzas, y siempre con la joda: Antología del desorden y B-ebriedad, conferencista y productor cultural, protector artesanal y hasta teórico era, porque siempre anduvo con el tema de la legislación cultural sobre la cual fundó una cátedra permanente. En suma, siento que hemos perdido un tronco de tipo, un poeta a carta cabal y mejor amigo.
Siempre me gustó mucho su poema «En mi barrio…»:
Cada familia tiene su loco y las viejas utilizan un poco de cloro o de lejía/ para espantar nostalgias de otros tiempos./ En mi barrio/ las muchachas son asiduas visitantes de la maternidad/ y nunca se les conoce marido./ Te amo cada vez que desde el bloque 50/ me llamas a la radio para hacerme saber que existes.
¡Porque enamorado también era!
Humberto Márquez