Hablemos de eso | Batalla Naval del lago de Maracaibo
La conmemoración del Bicentenario de la Batalla Naval de Lago no puede reducirse a un día. Es ocasión crucial para el desarrollo de la conciencia histórica imprescindible en nuestros días.
Este año 2023 es año Bicentenario de la Batalla Naval del Lago de Maracaibo. No nos parece apropiado esperar julio para hablar de eso, porque entonces los hechos históricos quedan relegados a efemérides. Pasa el día y se celebran los actos oficiales, pero es insuficiente lo que queda en la conciencia. Y en cambio la historia, nuestra historia, debe ser dato vivo de nuestro presente.
Como la escuela es uno de los lugares por excelencia para el fomento de la conciencia histórica, en esta semana invitamos a maestras y maestros de Caracas, para conversar sobre este bicentenario y a pensar juntos y juntas maneras de llevarlo a la escuela, que estará de vacaciones para la fecha de la conmemoración, el 24 de julio. Nos acompañó en el acto el querido amigo, diputado a la Asamblea Nacional, historiador zuliano (aunque nacido en Caracas) e integrante de la Comisión Presidencial para la celebración del bicentenario, Juan Eduardo Romero.
La Batalla Naval pone de relieve muchas dimensiones educativas imprescindibles. Resaltamos aquí algunas de ellas. En primer lugar, hay que subrayar su valor histórico. Después de Boyacá y sobre todo de Carabobo, Bolívar da por sentado el nacimiento político de Colombia, la grande, que había derrotado en Nueva Granada y Venezuela al grueso del ejército español. Inmediatamente comienza la campaña del sur y se dirige a Ecuador, derrotando al ejército español en Pichincha, el 24 de mayo de 1822. En sus planes estaba continuar hacia el sur, a Perú, en busca de erradicar el poderío de la corona en tierras suramericanas. Sin embargo, los restos del ejército monárquico que se habían refugiado en Puerto Cabello después de su derrota en Carabobo, se reorganizan y, con apoyo de sus fuerzas navales establecidas en Cuba, retoman Maracaibo, donde se instala Francisco Tomás Morales como nuevo Capitán General de Venezuela. Sobre la situación, el Libertador escribía en abril de 1823, en cartas a Santander:
“No sé nada de ese maldito Morales (…) Eso me tiene desesperado, porque mi determinación está pendiente de los sucesos del norte [se refiere, por supuesto, a Venezuela]… ha venido una nueva comisión del Perú para instarme a tomar el mando de aquellas tropas. No sé qué responder, porque me tiene detenido la resolución del Congreso y las operaciones de Morales”
Morales, acuartelado en un lugar de difícil acceso como Maracaibo, tenía que ser un auténtico dolor de cabeza, como escribe Bolívar:
“Hasta ahora no sé nada de positivo de la suerte de Morales (…) siempre Morales nos dará mucho qué hacer, porque yo no veo el conjunto que se necesita para una operación tan difícil como la de destruir en el golfo a un enemigo audaz y activo, aunque bruto y cobarde; porque hablando con verdad, si Morales no comete alguna falta, él prolongará la guerra por mucho tiempo…”
He allí el tremendo valor histórico de la Batalla Naval, donde triunfa la armada patriota al mando del contraalmirante José Prudencio Padilla, dejando libre el camino para la campaña del Perú y la expulsión definitiva de la corona española de América del Sur. Después de la Batalla, Morales se rinde y, en una rendición acordada sobre términos “inusualmente humanitarios”, como reconoce un capitán de la Armada Española, el último Capitán General es expulsado de Venezuela, con estandartes en alto y escoltado por la marina patriota.
Una primera lección es que la lucha por la Independencia es dura y los imperios tercos, hasta el último momento hay que mantenerse alertas y dispuestos a vencerlos. La Batalla Naval es buena ocasión para rememorar el complejo camino de una lucha iniciada en 1810, trece años antes… Y no está demás rememorar las palabras de Padilla antes de iniciar el combate:
“Compañeros, la puerta del honor está abierta; el enemigo nos atrae y nosotros lo esperamos. ¿Qué mayor gloria podíamos desear? Superior es su fuerza; de nosotros, el valor y la decisión. ¿Le temeremos? No: ni el general Padilla, ni los bravos que tiene la honra de mandar vacilan jamás al ver el enemigo a su frente, sino por el contrario, ansían porque llegue ese momento (…) os aseguro la victoria, porque este es el último esfuerzo de nuestro agonizante enemigo. Vuestro general os acompañará como siempre hasta perder su existencia, confiado en vuestro valor y en la justicia de nuestra causa…”
La proclama la hace desde el bergantín “Independiente”. Y esta es la gran batalla naval de la guerra de Independencia, por eso es el Día de la Armada Bolivariana, así como el día de la armada colombiana. Un mensaje de unidad en estos tiempos. Y que mira al mar, porque es asunto de bergantines, goletas y flecheras. Como batalla naval tiene sus episodios propios. En las órdenes previas, Padilla establece, entre otras medidas:
“Marinos y tropas deben estar descalzos para el sigilo y la mayor destreza en los movimientos; sobre las cubiertas de los buques se echará arena húmeda para no resbalar con la sangre derramada; todas las mantas y cobijas empapadas para sofocar cualquier incendio; los cocineros y sirvientes, en lugar de preparar alimento alguno, se ocuparán de arrojar al enemigo granadas de mano y bombas de incendio; todos llevarán un lazo negro en el brazo para distinguirse del enemigo en el abordaje; se cerrarán escotillas y escotillones para que nadie rehúya su cuerpo y no quedará otro partido que combatir.”
El Bicentenario nos habla del mar y los espacios acuáticos (ríos y lagos), tan cruciales como olvidados en la vida diaria de nuestras escuelas. En estos días, alguien se sorprendía cuando mi hijo le contaba que Venezuela tiene límites con República Dominicana, los Estados Unidos (por la colonización de Puerto Rico), con los Países Bajos (colonizadores de Curacao, Aruba y Bonaire), Francia (por sus colonias en el Caribe) y Trinidad. Como no se cansaba de repetir el comandante Chávez, Venezuela no “limita al Norte con el Mar Caribe”, se extiende por el Caribe y el Atlántico, que son espacios vitales de nuestra república.
El Bicentenario es también una ocasión zuliana, que es como decir de todas las venezolanas y todos los venezolanos, que no podemos dejar de conocer a nuestro Lago, a su barra, la Bahía del Tablazo y el Golfo de Venezuela.
Humberto González Silva