Al derecho y al revés | Pilla vende nevera
31/05/2023.- Quise dedicar esta columna al fracaso de las elecciones en la UCV y a desnudar cómo los periodistas y locutoras de radios privadas escamotean el dato más importante: el hecho de que la rectora y su comisión electoral dilapidaron 100 000 dólares que, vía transferencia, les pasó el gobierno para organizar lo que el autobombo llamó el día antes de la torta "las elecciones que vencen las sombras".
Por lo visto, las sombras gobiernan la UCV y el daño de estos quince años de la rectora pirata tardará varios períodos en ser reparado.
Las sombras ganaron. Se rasparon 100 000 dólares de un país empobrecido y nadie los llama a rendir cuentas, celestineados por periodistas pagados y locutoras de la misma calaña, a quienes no les da pena estar haciendo desde ya propaganda "para las elecciones del 9", como si las últimas hubieran sido un ensayo.
Pero, mientras escribo de rendir cuentas y del fiscal enseñando a estos pillos académicos con bragas naranjas y esposados —que sería "el deber ser"—, hay un caso que debo mencionar porque ejemplifica el grado de estupidización a que se ha llegado tras un cuarto de siglo de polarización extrema que obnubila el pensamiento.
El alcalde de La Guaira, a quien no conozco, en estos días colgó en las redes la detención en flagrancia de una señora que, declarándose pobre de solemnidad, pidió le regalaran una nevera.
Y la Alcaldía se la entregó después de firmar —como se hace en estos casos cuando las sanciones dificultan los regalos de neveras o de lo que sea— un documento donde se compromete a usar la nevera regalada y a no venderla.
La señora ni siquiera sacó el artefacto de su caja, sino que al llegar a casa la ofreció por internet… a buen precio, supongo...
Bien, ese alcalde de La Guaira, a quien no conozco, la detuvo y, como manda la ley, la fotografió de espaldas, lo cual enseguida desató la reacción de ciudadanos defensores de la pilla, que la celestineaban argumentando que "a los ladrones de Pdvsa no les hacen nada". Esto, aparte de ser falso, nada tiene que ver con el hecho de la nevera y más bien demuestra lo polarizados que están quienes defienden lo indefendible. Son tan brutos que no se fijan en la foto que colgó el alcalde.
La señora detenida luce zapatos nuevos y bonitos, un blue jean de poco uso, pero recortado tipo bermuda, cabellos pintados y bien peinados.
Es decir, que no parece ser la pobre de solemnidad que ruega a una Alcaldía empobrecida que le regalen la nevera, porque se supone que o no tiene ninguna o la que tenía pasó a mejor vida.
Hace décadas fui candidato a alcalde en Baruta, donde vivo. Amigos pudientes, para ayudarme, trajeron a un famoso policía que había puesto orden en Nueva York, donde una vez más el crimen estaba haciendo de las suyas.
Bratton era el nombre del policía yanqui que puso en práctica lo que llamaban "la teoría de las ventanas rotas", un cuerpo intelectual plasmado en sendo libro.
Allí se explicaba que el crimen hay que detenerlo cuando hay tiempo, es decir, cuando el delincuente es muy joven y puede enderezar la vida, primeramente por no tener intereses para defender.
Bratton comenzó en Nueva York deteniendo a quien rompía una ventana y buscaba educarlo. Así frenó el hampa y esa ciudad se recuperó.
Aquí dimos varias charlas sobre el tema, en las asociaciones de vecinos principalmente. Cuando se fue, encantado con Venezuela, me dijo:
Domingo, aquí es imposible poner en práctica la teoría de los cristales rotos, porque habría que comenzar deteniendo a los conductores que violan la ley de tránsito de ustedes. He visto carros policiales, ambulancias, señoras, motos y peatones, todos haciendo caso omiso de los semáforos.
Tenía razón el yanqui, como tiene razón el alcalde de La Guaira cuando expuso a una pilla para frenar la venta ilegal de neveras regaladas para otro fin.
Quienes no saben el daño que hacen son los idiotas que defienden a esa pilla vendedora de neveras, incluso, y supongo, a sabiendas de que la señora no cometió delito y que por la falta cometida saldrá libre. A lo sumo tendrá que comparecer ante un juez… de vez en cuando...
Domingo Alberto Rangel