Historia viva | Bellum finiendum: la guerra debe terminar
07/06/2023.- Que haya 350 millones de niños y niñas afectados por las guerras es una cifra escalofriante que debe llamarnos a la reflexión a todos y todas los que vivimos en este planeta para que el dolor y el sufrimiento terminen para estos pequeños y pequeñas. Estas son las consecuencias de los actos de dominación territorial incentivados por las potencias del capitalismo mundial para apropiarse de los bienes y recursos de esos países.
De Ucrania, según las cifras de Unicef, han salido en calidad de refugiados cerca de 1.5 millones de menores, que han logrado escapar de los campos de reclutamiento donde el Ejército ucraniano de Zelensky entrena niños y niñas de entre 10 y 15 años, tal cual lo hacían los nazis durante la Segunda Guerra Mundial. Son incontables los que han muerto, han sido heridos o mutilados por el empeño de la OTAN en sostener una guerra que han perdido.
En lo que era el Estado nación de Libia, luego que la OTAN destruyera esa república en 2011, miles de niños y niñas son víctimas de abuso sexual y secuestro, son reclutados para ser negociados como trabajadores sexuales y de servicios domésticos en Francia, Italia o Alemania. Antes de 2011, las tasas de escolaridad y asistencia de los niños y jóvenes universitarios alcanzaban un 85 %. Hoy, más de noventa mil estudiantes libios no culminan la escolaridad y pasan a la calle a vagabundear o ser víctimas de los traficantes de seres humanos para ser negociados en Europa como mano de obra barata.
A la población en edad escolar de las etnias berebere y taminzth en el Sahara libio, se les niega el uso del idioma original y son obligados a hablar en árabe como lengua oficial; se les tiene prohibido usar sus lenguas naturales con la venia de un difuso "gobierno".
En la República Centroafricana, miles de niñas fueron reclutadas forzosamente para pelear en la guerra civil de 2004 y luego en 2007. Posteriormente, por la inestabilidad política, niños y niñas desde los ocho años son obligados a entrenarse militarmente como preparación para la guerra. Niñas soldadas en edad de doce a catorce años eran enviadas a los campos de entrenamiento en las dos primeras guerras civiles del siglo XXI y hoy como adultas son temidas por sus familiares por las atrocidades cometidas durante los conflictos. Las obligaban a cometer asesinatos, asaltos e incendiar aldeas que se presumían enemigas.
En Colombia, son incontables las víctimas infantiles por efecto de la guerra y fueron desplazados millones de niños colombianos en un conflicto bélico que ha durado más de cincuenta años. Luego de los acuerdos de paz en 2016, esos niños y niñas que escaparon con sus padres a Venezuela en los años ochenta y noventa del siglo XX, han regresado a Colombia con las dos nacionalidades y, vergonzosamente, son contabilizados por Acnur, una agencia al servicio de la ONU, como venezolanos para tejer campañas de mentiras sobre una supuesta diáspora de nacionales de Venezuela aparentemente huyendo del chavismo.
Desde la ONU y otros organismos internacionales multilaterales se han dictado protocolos, agendas y resoluciones para atacar la diversidad de consecuencias que sufren los infantes en las guerras. En cada conflicto bélico, los estrategas hacen poco caso a estos acuerdos, como en Ucrania, donde se multiplican los campos infantiles de entrenamiento para la guerra con guías ucranianos que a su vez reciben instrucciones de asesores alemanes, polacos, canadienses y estadounidenses en la formación de un ejército futuro de "soldados universales", según la doctrina que se les enseña. O lo que es lo mismo: mercenarios.
Los protocolos de la ONU y otras agencias señalan el principio de protección especial destinado a los infantes, según el cual
los niños serán objeto de un respeto especial y serán protegidos contra cualquier forma de asalto indecente (art. 77). Las partes en conflicto les proveerán los cuidados y ayuda que requieran, ya sea por su edad o por cualquier otra razón.
Sin embargo, la realidad es otra y priva el sentido del odio y la cultura de guerra de exterminio en el bando ucraniano.
Por otro lado, en América, desde que el presidente Chávez entendió la necesidad de una región en paz, se han logrado alcances importantes en declarar la América del Sur como región de paz y así lo ha continuado el presidente Nicolás Maduro con la Diplomacia Bolivariana de Paz.
Recientemente, fue publicada en Venezuela una investigación de la periodista Anahi Arizmendi titulada “Infancia bajo asedio”, que muestra el carácter criminal de las medidas unilaterales de EE. UU. contra Venezuela y cómo estas han afectado a los niños y niñas venezolanos entre los años 2015 y 2019. Con cifras y datos probatorios, Arizmendi retrata la crisis inducida en Venezuela y sus efectos en nuestra población infantil.
En Colombia, el presidente Gustavo Petro ha hecho gigantescos esfuerzos para terminar con el conflicto bélico en ese país y lograr incluir las masas empobrecidas y especialmente a los niños y niñas en la propuesta política de La Paz Total. Colombia tiene un escenario complejo porque las oligarquías se entregaron a los tentáculos del narcotráfico y a las decisiones que toma el Gobierno de EE. UU. Al presidente Petro le toca el reto de poner fin al conflicto bélico más largo de la historia de América del Sur y lo está logrando.
Aldemaro Barrios Romero
venezuelared@gmail.com