Punto y seguimos | Trump no es honesto, pero sí sincero

Donald se cree lo que dice y no usa filtros

13/06/2023.- Donald Trump, no nos cansamos de decirlo, es la representación del insigne yanqui empresario, millonario, déspota, con delirios de superioridad y vulgar como el que más. Cuando se aburrió de ganar dinero como negociante, decidió probar con el poder político: "Quiero ser Presidente de los EE. UU.". Y lo logró, sin dejar nunca de ser el comerciante atroz, heredero e hijo pródigo de las prácticas más caníbales del capitalismo. Aplastar a la competencia utilizando todos los medios posibles para coronarse dueño y señor es una de las premisas más viejas del libre mercado y en un país como los Estados Unidos no solo no se cuestionan, sino que se promueven y se aplauden estas acciones, en los negocios y en todos los ámbitos de la vida.

Solidaridad, igualdad, respeto, gallardía, reglas limpias y justas no existen en el vocabulario ni en el pensamiento práctico de Donald Trump, quien le dio voz a millones de ciudadanos estadounidenses formados de la misma manera, sin importar su clase social. Trump no se preocupa por el bienestar de las masas, pero vaya que le viene bien servirles de líder, revelando sin tapujos a una sociedad cuyo único gran valor es el del dinero. Valga aclarar que los sectores más "progres" en EE. UU. ven con asco a Donald, no por la esencia de sus acciones, sino por cómo las ejecutó. Su imperialismo descarado, su conservadurismo, sus violaciones de derechos, sus atropellos dentro y fuera de su país habrían sido fácilmente perdonados de no ser por su "chabacanismo", su mal gusto y su lengua sin pelos; es decir, por no seguir la tradición de perfumar el estiércol del poder gringo.

Cuando Trump declara, en medio del escándalo por un juicio federal en el que le imputan 37 cargos, que es víctima de un sicariato político (sic), fanfarronea acerca de cómo saldrá fortalecido y liderando encuestas para la próxima campaña presidencial. Además, expresa su indignación por cómo el actual gobierno de EE. UU. compra petróleo a Venezuela cuando él trabajaba por recuperar el derecho imperial a tenerlo gratis. Algunos parecen sorprenderse por ello. ¿De verdad les extraña? Si de alguna cosa no se le puede acusar a Trump es de andarse con fingimientos; lo cual nos deja de frente no con los múltiples defectos del magnate, sino con la hipocresía de aquellos no estadounidenses que le aplaudieron las gracias durante y después de su mandato.

Donde Donald es fatídicamente sincero, sus cómplices son farisaicos. Los gobiernos del mundo (especialmente los latinoamericanos) y la oposición venezolana que dieron a Guaidó tratamiento de Presidente, los promotores y los negacionistas del bloqueo económico, los entusiastas de las invasiones, del robo de activos y el resto de especias que hoy escurren el bulto (acá, nobleza obliga, no podríamos incluir a la "diáspora" nacional mayamera) y condenan con su silencio al catire, no lo hacen porque no estén de acuerdo con sus políticas, sino porque cayó en la mala y hoy está en el banquillo. Por el bien de la humanidad, gente como Trump no debería jamás volver a ostentar una posición de poder político, pero esos grandes hipócritas, señores y señoras veletas del mundo y de nuestra mediocre oposición, tampoco.

 

Mariel Carrillo García


Noticias Relacionadas