Letra fría | Los 80. Parte III

23/06/2023.- Luego de "Conversación con una leyenda", la entrevista con Rubén Blades, inicio de esta parte salsera de la saga, y la de Palmieri, por supuesto, hubo otros episodios que deberé dejar para el libro, pero quiero recordar mis encuentros con Elena Burke en La Habana, con Ela Calvo, Emilia Morales, César Portillo de la Luz, Lino Borges, Félix Baloy, Adalberto Álvarez, Pedrito Calvo, Chucho Valdés y muchos músicos en La Habana. Fueron más de veinticinco años consecutivos. El primero fue por invitación del embajador cubano Norberto Hernández Curbelo, buen amigo y mejor diplomático, luego vinieron otros, por gestión del dueño de la operadora de viajes a Cuba de la época.

Cristian Castillo, dueño de Ideal Tours, la agencia que viajaba a Cuba (y esposo de mi amiga-hermana, y hasta hija, je, je, La Pilla Catalá), se inventó hacerme empresario de artistas cubanos, a cuyo efecto tuve que pasarme una semana en una doble suite del hotel Rivera, con nevera y todo, y mi trabajo era asistir a audiciones privadas, en el día, y a los mejores cabarets de La Habana, por las noches.

El resto fue durante más de veinte años, gracias a mi amiga Alicia Valdés, cuando iba a dictar conferencias en el coloquio del Festival Boleros de Oro.

De La Habana, recuerdo inolvidables noches en El Gato Tuerto, las langostas del restaurante El Templete, el jazz en La Zorra y El Cuervo, las noches en El Rincón del Feeling, con César Portillo y José Antonio Méndez, pero sobre todo las atenciones de Yanset y todo el equipo de relaciones públicas de mi adorado Hotel Nacional, mi residencia casi fija en mis viajes a la isla.

Hay un cuento buenísimo en un viaje en que invité a Dilcia (con todos los gastos pagos, "pero nanai cucas", como se dice en criollo, ja, ja, ja), cuando tuvimos un encuentro cercano con Emilia, Elena, Samara y Leonel, en un frustrado brindis de los organizadores del Festival de Boleros, para un encuentro de cantantes y conferencistas, en el hotel Saint Johns, pero nunca apareció la llave del salón donde se realizaría la reunión.

Durante la espera en el lobby, descorché una botella de ron de bodega privada con mi nombre y pedí las llaves de un pianito que había ahí, pero tampoco aparecieron. Los invité a mi hotel y luego de pedir permiso al gerente, cuando vinimos a ver, estaba Leonel Ruiz montado en un piano de gran cola que tomamos por asalto, en el Meliá Habana, donde me hospedaba porque el Nacional estaba full. Elena Gil, Samara de Colombia y Emilia Morales de Cuba cantaron en el lobby bar un rato largo, y cuando fui a pedir permiso para subirlos a la habitación, la petición fue negada. Luego de buscarlos sin éxito, me dirigí muy triste al cuarto, pero mi gran sorpresa fue encontrarlos con sendos vasos en la mano, porque mi querida Dilcia había logrado burlar la vigilancia del hotel para seguir la pachanga.

Esa noche, muy tarde, Elena y Emilia contrapuntearon un canto improvisado, en lengua pemón la Gil y en yoruba la Morales. Lo mejor era que se entendían entre ellas y nosotros también. Fue un espectáculo inédito que lamentablemente no grabamos, pero quedó sembrado en nuestros corazones.

Emilia, talentosa cantante, simpática, virtuosa, bella y madura como una manga en su punto, volvería a aparecer en nuestras vidas. Nuestra hermosa Elena, que conocí ese día y desde entonces es mi gran amiga y compinche. Samara, la bolerista más linda del mundo. Dilcia, bella como siempre, fue la que pagó el viaje con esa jugada maestra, y mi hermano querido Leonel Ruiz, a quien también conocí ese día y en el camino hemos roto unas cuantas noches con sus tardes y hasta mañanas, porque alguna vez amanecimos parrandeando en Maracaibo, ja, ja, ja.

 

Humberto Márquez


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