Retina | Entre vivos y muertos
A mí, lo que más me ha asustado, son los “vivos”
03/06/2023.- La luz eléctrica parece haberle metido mucho miedo a los espantos y aparecidos. Las ciudades se han despoblado de fantasmas, y apenas si queda algún viejo edificio oscuro del que se dice que estaría habitado por entes que asustan a los vivos.
Si nos atenemos a su forma mística, hasta el diablo se ha hecho menos frecuente en las calles y ciudades, a pesar de que hay quienes identifican todo mal, o algunos males específicamente violentos o traumáticos, como expresiones del “maligno”. Convengamos, para no herir convicciones que no comparto, en que quizá ahora vemos sus efectos, pero los bombillos y las lámparas también han hecho poco probables los avistamientos de ese Lucifer con cuernos, cola y perfume de azufre.
La vida no fue así para mis abuelas y abuelos. Nacieron en un mundo sin electricidad y ya eran padres y madres cuando tuvieron acceso a los primeros bombillos. Crecieron siendo testigos de las danzas fantasmales que ejecutaban las sombras cuando la brisa movía las llamas de las velas y las lámparas de querosén.
Mi abuelo tenía cuentos de las apariciones de que fue víctima en las medias noches de Mérida y Maracaibo. Me asombró siempre una de esas historias en la que mi abuelo, siendo guachimán de una casa casi terminada, estaba sentado con la lonchera sobre las piernas. Mientras comía, a su lado había puesto el sombrero. Abuelo siempre consideró como falta de educación el comer sin descubrirse la cabeza. Es así que la plenitud de su calvicie estaba expuesta cuando le sorprendió el repentino coscorrón propinado en el centro de su calva. Se levantó apenas sintió el impacto. Allí no había nadie más, estaba solo. Por la ventana pudo ver la espalda y la cabellera de un figura femenina, ataviada con un vestido blanco, que parecía flotar mientras se alejaba.
Era esa una época cuando los miedos tenían que ver con los vivos y con los muertos, con el cielo y con el infierno. Podríamos decir que eran miedos que requerían de una capacidad de pensamiento religioso más complejo que nuestros miedos de hoy.
Nos ha correspondido vivir en una etapa en la que nos asustan la economía y la política. Asistimos a plena luz a debates sobre qué se pude hacer para mejorar los ingresos y, como resultado de ello, poder acceder a una vida más plena.
En medio de estas condiciones, pocas personas han tenido la creatividad de poner fantasmas en medio de la electricidad y la tecnología, como en El aro, la película japonesa que fue capaz de hacer salir el fantasma de una niña de la pantalla del televisor.
A mí, lo que más me ha asustado, son los “vivos”, esos seres que parecen normales, pero que son capaces de inventar cualquier vía para apropiarse de los recursos que nos pertenecen a todos. Lo ha hecho Trump y lo hizo la reina de Inglaterra, pero también lo han hecho desde la oposición y, lo peor, algunos espectros infiltrados en las filas de nuestra Revolución.
Freddy Fernández
@filoyborde