Hablemos de eso|Un bicentenario que no se celebra pero se recuerda (I)

10/07/2023.- En diciembre de 1823, el quinto presidente de Estados Unidos, el señor James Monroe, pronunció un discurso ante el Congreso de su país, donde establecía como principio de su política exterior el rechazo a cualquier incursión europea en este lado del mundo, la cual sería vista como agravio o amenaza a los intereses del país del norte. El discurso en que se establecía la doctrina Monroe, resumida después como: "América para los americanos", era lo suficientemente melifluo y resbaloso como para que se prestara a variadas interpretaciones. Declaraba el amor de aquel país para con los nuestros, ofrecía respeto a nuestras independencias… 

No faltó quien vio con buenos ojos desde Nuestra América esta proclama. Después de todo, muchos de los dirigentes que habían emprendido la independencia en el sur se habían inspirado y se sentían identificados con los Estados Unidos y esperaban su apoyo, pues se trataba de un país americano que había logrado su liberación de una potencia europea. Si eran esclavistas, los de aquí también; si despreciaban y pretendían eliminar y expropiar a los pueblos originarios, los de aquí también; si allá no había mestizos, aquí podían aceptarse aquellos que aconsejara la conveniencia.Sin embargo, Estados Unidos había permanecido "neutral" en la Guerra de Independencia, siempre más cerca de España que de los americanos del sur. A cada reclamo de solidaridad y apoyo, fuera de Miranda o de la delegación enviada después del 19 de abril, le tocó la indiferencia. Los esfuerzos de Bolívar y los patriotas por conseguir apoyo en el norte se estrellaron contra esa pretendida neutralidad.


Bolívar había advertido, ante algunas carantoñas hechas con anterioridad desde el norte, que no se podía confiar en aquel país. El 25 de mayo de 1820, escribe a José Rafael Revenga, ministro de Relaciones Exteriores: "El presidente Monroe debe reírse al ver la sencillez" de nuestro agente en aquel país.

Jamás conducta ha sido más infame que la de los americanos [de los estadounidenses, se entiende] con nosotros: ya ven decidida la suerte de las cosas y con protestas y ofertas, quién sabe si falsas, nos quieren lisonjear para intimidar a los españoles y hacerles entrar en sus intereses.

Aunque escrita tres años antes, la carta se aplicaba letra por letra a este caso. Ya era Monroe presidente. Y como se demostró reiteradamente, las "lisonjas" de esta ocasión ocultaban la clara intención de poseer toda la América. Si no lo intentaron antes fue porque no contaban con la fuerza para imponerse. Hay que recordar que, durante todo el siglo XIX, la potencia mundial dominante fue la Gran Bretaña y que los Estados Unidos no competían en capacidad militar con Francia o España.

Puede establecerse un claro paralelismo entre la actitud de los Estados Unidos hacia nuestra guerra de independencia y la sostenida (y declarada) ante Cuba. En abril de 1823, John Quincy Adams, entonces secretario de Estado de Monroe, escribía sobre Cuba, haciendo una curiosa y torcida analogía:

... hay leyes de gravitación política, como leyes de gravitación física, y Cuba, separada de España, tiene que gravitar hacia la Unión [Estados Unidos], y la Unión, en virtud de la propia ley, no iba a dejar de admitirla en su propio seno. No hay territorio extranjero que pueda compararse para los Estados Unidos con la Isla de Cuba. Esas islas de Cuba y Puerto Rico, por su posición local, son apéndices del Continente Americano, y una de ellas, Cuba, casi a la vista de nuestras costas, ha venido a ser de trascendental importancia para los intereses políticos y comerciales de nuestra Unión.

La política exterior hacia Cuba fue, entonces, impedir su liberación de España hasta que los Estados Unidos estuviera en condiciones de tomarla para sí. La llaman la "política de la fruta madura".

Así mismo, con toda la América del Sur y del Centro, lejos de apoyar la independencia, intentaron favorecer la dominación española, hasta que Estados Unidos estuviera en condiciones de establecer su dominación sobre todo el hemisferio. Solo nuestro empeño en lograr la conformación de las repúblicas del sur pudo espantar el designio.

 

Humberto González Silva


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