Psicosoma | La autoestima: amor propio
11/07/2023.- Hay abundante material bibliográfico, teórico y práctico, sobre la autoestima, desde libros de autoayuda y científicos hasta ofertas en medios virtuales; desde sanaciones de heridas emocionales en un fin de semana, pasando por talleres espirituales y de comunicación con ángeles, ejercicios de control mental, yoga y mindfulness hasta psicoterapias individuales y grupales online debido a la pandemia. Esta gran diversidad de enfoques le dan más relevancia a la psiquis, al alma y las emociones, y dejan a la diosa razón, a la lógica instrumental científica, ser la protagonista.
Vivimos en los albores de la Era de Acuario (desde hace treinta años se ha formado una ola cultural filosófica, religiosa, que reacciona contra la cosificación de la humanidad y retoma ese diálogo extraviado de los años sesenta y setenta del jipismo occidental influenciado por la filosofía oriental) con nuevas esperanzas de salvación del espíritu.
En la práctica clínica atendemos diversos casos que tienen un común denominador: la insatisfacción personal, la infelicidad al cumplir o no sus metas, el egocentrismo y narcisismo exigidos al ascender a nuevas escalas de competencias sociales. La mayoría de los pacientes pertenecen a la clase media alta, esos de nivel socioeconómico con aspiraciones de poder, que pueden costear sus gastos.
Estar "despiertos" en una sociedad con un sistema capitalista, con estamentos diferenciados y exigencias productivas, pendientes del rendimiento y función del individuo y grupo social estratificado, nos hacen reflexionar o repensar en este contexto común de pandemia, que nos muestra las exclusiones. Sin embargo, nos resistimos a percibir las extremas diferencias y el hambre. Tenemos el síndrome de autonegación.
El ser educados y condicionados con paradigmas instrumentales para la cosificación, la adaptación y ser desechables nos marca en nuestra fragilidad, y todavía seguimos conmocionados, esperando al "salvador" y que podamos retomar la "nueva normalidad".
Las ciencias humanísticas han sido desplazadas, y la cultura y el arte existen desde una cosmovisión pragmática, con premios y galerías, globalizados en "ganadores" y "perdedores". Convivimos con "mal de rabia" en un sistema predador hecho a imagen y semejanza, sujeto al dios mercado, y las redes virtuales crean adicciones inmediatas, sin posibilidad de postergar refuerzos, con una inmediatez compulsiva que maneja la neuroquímica cerebral al drenar dopaminas que nos atrapan en realidades trucadas, imágenes controladas que muchos creen y viven en sus mundos virtuales.
Son décadas de bombardeos mediáticos que han fracturado el piso psicoemocional, la resistencia cultural y el amor propio. Pero las creencias han hecho posible desmontar y comprender la función de los aparatos represivos de las ideologías.
Estar con la conciencia despierta nos evitaría caer en manipulaciones. ¿Cómo nos afecta en la casa, en los grupos, en la familia? Nos hemos invisibilizado a nosotros mismos y nos negamos el disfrute diario de aceptarnos y cambiar si algo nos perturba. Nos infravaloramos y posponemos goces y casi nunca nos desconectamos de nuestra psiquis o yo interno porque "funcionamos" en el presente a control remoto, por inercia mental. Las necesidades creadas y el hambre campean, y realmente son pocos los que nos "manejan" en el mundo virtual, en el que fuimos inducidos primero por la televisión y la radio. El retorno al campo con la resistencia cultural podría dar otras posibilidades, como las convivencias con las familias que nunca emigraron a la ciudad.
Eso nos ayudaría a comprender la sencillez de la vida, de la admirable vitalidad y resistencia del mundo campesino y el amor propio, solidario, el respeto mutuo, el afecto a las creencias compartidas, al proceso del autocuidado, la fidelidad, el cuido y preocupación por la tierra, la escucha empática y el establecer límites…
¿Cómo hemos crecido con los mensajes recibidos? ¿De dónde salen los sentimientos de culpabilidad? ¿Cómo procesamos la identidad, los miedos, modelos, valores, rechazos, segregación, autodesprecio y los monólogos despreciativos?
Rosa Anca