Cívicamente | Un hombre de ley
Un carácter estructurado e intencionado como la ley
Tan importante como la ley son los hombres y mujeres de ley, aquellos y aquellas que con su conducta favorecen el bien común, a donde precisamente apunta esta. Sin embargo, se habla y escribe más de los transgresores y sus delitos, que de los virtuosos y sus proezas.
Hoy quiero referirme menos a la ley y más a un hombre de ley, al general de brigada, Ramón Guillermo Santeliz Ruiz, quien el pasado 16 de agosto partió físicamente de este mundo.
No pretendo exponer aquí su biografía, carezco de elementos para eso y no es el objetivo de este espacio. Tampoco voy hablar como se habla de quien falleció, solo diré lo que me consta del hombre que vivió, de quien supe poco, pero suficiente para advertir su carácter estructurado e intencionado, como la ley, que también es estructurada e intencionada. Así supe de él y por eso afirmo que es una referencia de lo que es un hombre de ley.
Tampoco pretendo endiosar a quien fue solo un ser humano, ni dotarlo de superpoderes como hace el canalla con sus villanos, pero sí atestiguar de su sensibilidad por las causas humanas y que sus competencias e intelecto estuvieron siempre al servicio de la democracia venezolana.
A los hombres y a las mujeres de ley se les reconoce también porque al detalle le dan supremacía, de la casualidad no se fían y de todo y por todo exigen garantía; son celosos de sus métodos y bien reivindicados por sus resultados, porque no abandonan la misión, aunque el tiempo haga sus pasos lentos, como no abandonó el general Santeliz Ruiz, aunque sus pasos se hicieron lentos.
La Constitución nacional hace una declaración hermosa de los principios en los que se constituye nuestra nación y categóricamente propugna que es irrevocablemente libre e independiente. Asimismo, son virtuosos aquellos que en su semblante se puede advertir su comunión con estos principios que los hacen motivo y causa de sus quehaceres, y en su defensa fruncen el ceño y aprietan el puño con la misma entereza y determinación con la que sonríen grande y amplio.
Hoy, como han podido leer, no comparto un caso legal para reflexionar u opinar, hoy les dejo un testimonio de un hombre de ley, de los necesarios para que no haya letras muertas, sino legislaciones vivas. Lo hago con la modestia y simpleza que ellos aspiran, pero con la contundencia que a la nada intimida, y me refiero a la nada como ideología, la nada que circula por los medios y redes, la nada que se canta y se baila, que se maquilla y viste a la moda, la nada que influencia, la nada que nos quiere quitar mucho, pero que mientras haya hombres y mujeres de ley, habrá trincheras, porque ellos nunca se van, nunca nos dejan, porque su gloria es aquí en la tierra.
Esa gloria que forjó el general Santeliz Ruiz con su conducta proba y respetuosa de las leyes, con su afabilidad y entereza, con su patriotismo y lealtad al ideario bolivariano, esa gloria en la que seguro se regocija en ese otro plano, esa que lo mantendrá en la memoria de quienes lo conocimos como un hombre de ley.