Crónicas en bici: Si de parroquias se trata, ubíquese en Catedral

 

El poeta de Gradillas

No quiero ser quejumbroso. “Quítale el no”, le dijo el profesor de psiquiatría al joven estudiante. No se lo quiero quitar, pero la ciclovía está…

Como está.

Estas crónicas de título obvio, pretenden promover el uso seguro de la bicicleta como medio de transporte. Inspiradas en el maestro Clodovaldo Hernández y su columna en la revista Épale, TrotaCCS, la primera entrega es, o fue, caminando, desde Gradillas a Las Monjas y de ahí al más allá. Vaya un homenaje para el amigo y poeta Efraín Valenzuela, quien se sentó tantas veces a ver pasar a la humanidad desde las gradillas de la plaza Bolívar.

De Las Monjas a Padre Sierra, una o varias tarde antes, antes de que Efraín se fuera, no se podía ir en bici. Usaremos de ahora en adelante el diminutivo; llamarla por su nombre (Ligia Elena), me haría recordar todo el tiempo a la poeta y escritora Yanuva León, quién la llamó así cuando, pandemia mediante y antes de las muertes de Fruto Vivas, Mario Sanoja y César Panza, andaba en bicicleta por las calles, atravesando municipios, para no decir parroquias.

Y no se podía uno subir a la bici porque quedaba poco espacio entre la cinta amarilla, la que dice “prohibido el paso, escena del crimen, hombres trabajando", o etcétera, doblada y puesta como cuando se exprime la ropa en pareja y atada a los árboles (la cinta amarilla, claro), que tanto quiere Asdrúbal Isturdes (los árboles, por supuesto), quien por cierto dijo hace tiempo que hay que estar pendientes de las raíces del árbol que está en la esquina de Las Monjas, van a dañar esa estructura. Y sabe cómo se soluciona, de paso. Para algo debe servir esa “Zona de acción” del 1x10.

Con tan poco espacio, el gentío, los y las vendedoras y/o compradoras de oro, dólares, monedas, que ahora, dicho sea de paso, también pregonan sus ofertas en la puerta del edificio donde funciona esta redacción; y también el Instituto de Estudios Estratégicos sobre África y su Diáspora, el comedor, unas personas que viven en el piso 4, pasamos por la puerta cerrada del 5 y llegamos a la Escuela de Comunicación Popular Yanira Albornoz, en el 6. Sobre el techo de la escuela, que tiene nueva biblioteca y nuevos salones-homenajes (Earle Herrera, Eleazar Díaz Rangel), está un espacio verde, “Carlos Lanz”, le llaman, y no por el color del manto impermeabilizante; tiene, luego de subir todo lo que se subió de la terraza de Gradillas “B”, esos verdes de distintas tonalidades que, a las cinco de la tarde, “suenan” muy bien, como dice Roberto Malaver en el prólogo de un libro de Gabriel Jiménez Emán, quien no se quitó por todo el día la condecoración “Orlando Araujo”, después que Careto embistió y Pablote hizo lo que hizo. Vimos La yunta borracha en Calderas, estado Barinas, y Efraín ya no puede mirar con sus ojos la próxima bienal. Ahora, en esta terraza, hay matas de “tomate, ají dulce, picante, orégano, albahaca, lechuga, acelga, amaranto, toronjil, malojillo, orégano orejón y ornamentales”, según Collazos, miembro activo del organopónico Carlos Lanz, y creador de esta macetica con sus maticas.

La ciclovía, por no dejar

La cinta amarilla reusada y enrollada, se me antojó del mismo grosor de las letras amarillas, cursivas, ¿imborrables?, que construyen la frase que se lee en el piso del puente de la ciclovía que se “está cayendo”… (“Está cayendo”: Úsese como frase sin ningún respaldo científico, afirmación exagerada (otro paréntesis: recuerden el ministro de Transporte que aseguró, desde el conocimiento, que ese viaducto no se iba a caer), afirmación exagerada que pretende que, lugar común mediante, alguien que tenga las cartas en el asunto, las agarre y, al menos, barajée. Fin del paréntesis largo).

Entonces, al día siguiente, quitaron la cinta de los árboles y ya se puede ir en bici, sin molestar a nadie.

A menos que quieras entrar en chor: Próxima entrega: Entrar en chor.

GUSTAVO MÉRIDA / FOTOGRAFÍA: BERNARDO SUÁREZ / CIUDAD CCS


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