Estoy almado | El vicio de la pantalla
Haz la prueba: sal a la calle sin el celular, déjalo deliberadamente en casa
23/07/2023.- Un nuevo vicio recorre el mundo, es el vicio a las pantallas del celular. Es un fenómeno tan nocivo que ya se habla de los síndromes de nomofobia y de FOMO, por sus siglas en inglés. El primero lo describen como el miedo irracional a quedarse sin el "teléfono inteligente". El segundo es el terror a permanecer desconectado del mundo digital; es decir, no teniendo acceso a internet y a las redes. A primera vista, parecen comportamientos exagerados, cosas de personas descontroladas.
Sin embargo, todos, sin saberlo, podemos padecer de esos síntomas, en especial aquellos que se consideran urbanitas. Haz la prueba: sal a la calle, y no te lleves el celular; déjalo deliberadamente en casa. No lo uses durante varias horas mientras estés despierto (no cuenta el tiempo de descanso ni cuando duermes).
Si después de varias horas sin exponerte al celular, sientes que lo necesitas con desespero, sin ninguna necesidad real para utilizarlo (como, por ejemplo, trabajo o comunicación con tus familiares), entonces tienes un vicio. Si, por el contrario, sobreviviste a la abstinencia del celular, eres una singular especie analógica, imperturbable ante la tentación de emplear WhatsApp, Telegram, las redes sociales o plataformas de streaming.
Quienes crecimos antes de la aparición del teléfono celular inteligente, y que apenas lo empezamos a manipular en la adultez, tenemos cierta fuerza de voluntad para afrontar este vicio a las pantallas. Es innegable que en nuestra época existía la adicción a otra pantalla: la del televisor. Este también nos hipnotizaba con el ritual de sentarnos frente a él para ver novelas, juegos de béisbol o comiquitas.
Sin embargo, dudo que estuviéramos más tiempo frente a un aparato de televisión que la cantidad de horas que actualmente pasamos viendo el teléfono celular. También es cierto que la comunicación cambió. Antes, la interacción con la vieja pantalla del televisor era unidireccional. Ahora, la retroalimentación es mucho mayor, debido a que disponemos del libertinaje de responder, opinar y crear contenido ilimitado ante cualquier mensaje recibido. En ese nuevo círculo somos comienzo y final de un vicio, que se pausa solamente cuando dormimos o cuando nuestras manos y mentes están ocupadas con otros menesteres. De resto, el celular nos absorbe, nos consume hasta "infoxicarnos"… o hasta que se acaba la batería...
Conozco a algunas personas que, después de una jornada de deberes que los mantienen alejados de las pantallas, se "recompensan" exponiéndose al celular para ver su serie favorita en streaming, carcajearse de los videos o memes del momento o perderse en el cotilleo de las redes sociales. Es como un premio ante tanta abstinencia, muy parecido al fumador que se restringe por horas, y luego se libera con éxtasis con cada bocanada del cigarrillo.
En los niños, creemos que la alta exposición a las pantallas de los celulares es algo "normal" porque nos metimos en la cabeza que ellos son "nativos digitales". Lo cierto es que resulta muy dañino, pero lo ignoramos o lo subestimamos. Un estudio en Londres determinó que darle un celular a un infante significa exponerlos a una adicción similar al alcohol o las drogas. La especialista a cargo de la investigación, Mandy Saligaril, declaró al medio The Independent que cuando los niños tienen un celular inteligente es como si les diéramos "un gramo de cocaína", por el nivel de sobreestimulación nociva de los neurotransmisores en el cerebro infantil o juvenil. Cuando eso ocurre, los menores experimentan sensaciones que no pueden manejar, dando paso a la ira, la ansiedad y el miedo. A pesar de eso, todavía hay adultos que les dan como regalo un teléfono inteligente a los chicos y chicas de menos de diez años.
Mientras eso ocurre, en Silicon Valley, el icónico epicentro del capitalismo tecnológico en Estados Unidos, los directivos de Google, YouTube, Meta y varias redes sociales prohíben a sus hijos usar pantallas de celulares y tabletas en el colegio y en sus casas. Los niños reciben los aparatos cuando cumplen más de dieciséis años o cuando sus padres así lo crean apropiado. Es decir, los creadores y promotores de la adicción a las pantallas de celulares saben lo peligroso que puede ser este vicio del siglo XXI. Entonces, actúan igual que el narcotraficante o productor de droga que no permite que sus hijos sean dañados por la mercancía.
Lo más paradójico es que el futuro no se concibe sin el vicio de las pantallas de los celulares. Al parecer, no renunciaremos a ellas, por más que nos digan que su utilización excesiva es nociva. Hoy es notorio que el uso masivo de las pantallas funciona como opio de entretenimiento y regulador de estados de ánimo.
Es una adicción tan poderosa que, para algunos, la interacción natural, cara a cara, cuerpo a cuerpo, sin monitores de por medio, les parece monótona e insípida. Parece que la interacción más placentera y verdaderamente importante es la virtual, cuando se reanuda el vicio a la pantalla del celular.
Manuel Palma