Historia viva | Chávez mitológico
26/07/2023.- Para conocer a Hugo Chávez Frías en su totalidad, como ser humano, pero también como líder, hay que irse al llano a recuperar información de la espiritualidad campesina veguera y su forma de observar las pléyades, comprender la influencia de su abuela en su cosmovisión y luego su entendimiento del universo y el acervo de su conciencia, que lo hizo transformarse en un ser universal desde lo local.
Hace algunos años, conversando con Cristóbal Jiménez —cantante, compositor y político llanero, amigo de Chávez, apureño para más señas—, le decía que hay una caracterización en la personalidad de la gente del llano que tiene que ver con el trabajo. Aunque no he hecho estudios rigurosos al respecto, tengo indicios para señalar que, entre ellos, hay dos tipos: el veguero y el sabanero.
La hipótesis viene por una experiencia propia de observación en el campo de trabajo de los campesinos llaneros venezolanos. En especial, me refiero a los de Guárico, uno de los estados llaneros de Venezuela, pero que puede ser válida para los que habitan las planicies venezolanas e incluso colombianas.
Se dice veguero porque vive en las vegas de los ríos, pero además porque su vocación es sobre todo de agricultor, sembrador y cosechador. Ve crecer el cultivo de la semilla lentamente y eso le da un componente de paciencia en su comportamiento cotidiano. El sabanero se dedica más a las faenas de trabajo con las reses. Es más rápido, brioso, impaciente y muy enérgico, por lo violento que solía ser el ganado vacuno. Esto, antes de que se impusieran las mezclas con razas europeas para producir un ganado más dócil.
En el canto llanero, le decía a Cristóbal, se refleja esta personalidad. Los vegueros son cantantes de pasajes y romances lamentosos, aunque puedan cantar corríos, como lo califica Ángel Custodio Loyola de "lloraítos". En cambio, los sabaneros cantan el joropo recio y los modos de ese género tienen potencia y gritos propios de los sabaneros y su pastoreo con el ganado en el llano.
Cristóbal me dio la razón, aunque se trata de una hipótesis. Señaló que puede ser una clasificación categorial etnográfica, un asunto que ciertamente puede ser meritorio de un análisis más profundo. Algunos investigadores como Adolfo Rodríguez, Nelson Montiel, Miguel Pérez, Armando González Segovia y Edgar Colmenares del Valle, entre otros, han escrito al respecto.
¿Dónde vemos a Chávez en esa cosmogonía? Para mi criterio, en el lado de los vegueros. No hay dudas de que la influencia de su abuela, Rosa Inés, le dio al niño Hugo Chávez los componentes fundacionales de una personalidad que observaba con paciencia su mundo y que luego, como adulto y posteriormente como estadista, mostró la "encachadura" del veguero. Esa formación inicial le había dado las herramientas para las decisiones que tomó, siendo militar, primero, y político, después. El conocimiento, el estudio y la capacidad para el cálculo como mandatario, pero sobre todo como líder, con ímpetu y sentido de poder, lo catapultó al sitial que ocupó al irse del mundo terrenal, pero dejando una ruta trazada.
Con frecuencia, Chávez hablaba en sus discursos de los espíritus de la sabana, de las ánimas y de las figuras espectrales que constituyen un imaginario simbólico popular, cuyo contexto se sintetiza en la cosmovisión llanera. La misma es una mezcla cultural de componentes espirituales de los pueblos originarios indígenas, lo negro africano y lo blanco español. Es sincretismo sustancial de esa nueva etnicidad que nació a raíz de la invasión de los europeos a este continente y que nos hace pensar de manera diversa, múltiple y diferente a la verticalidad y "sentido común" de Europa.
Por esta razón, su accionar político estuvo marcado por un sentido de la oportunidad comunicacional innata, espontánea, pero auténtica y, sobre todo, con personalidad propia, tal cual es el pueblo venezolano. De allí, la facilidad que tenía de conectarse emocionalmente con la gente.
En la campaña de Santa Inés —en la que enfrentó una de las pruebas de fuego más desafiantes: el referéndum revocatorio de 2004— usó la copla de Florentino y el diablo, de Alberto Arvelo Torrealba, como fondo musical para la arenga política. No pudo ser pieza más oportuna esta metáfora del bien y el mal en el contexto de los enemigos de la patria, colocados del lado del diablo, y los patriotas, del lado del bien con Florentino. Se trata de la antigua confrontación entre Fausto y Mefistófeles, de la tragedia griega.
Desde la campaña electoral de 1998, su discurso político, "inusual y extraordinario", había empleado calificativos como el de "Frijolito" para su contendiente más cercano, Henrique Salas Römer. Frijolito era un personaje secundario subalterno en la muy popular radionovela de los años setenta, conocida como Martín Valiente, el ahijado de la muerte. La imagen arrogante y empresarial de Salas Römer fue hecha trizas con sorna por Chávez, al referirse así al candidato de la derecha. Era el uso del imaginario popular llevado al discurso político, mediante un lenguaje electoral sencillo y cercano al sentir popular.
Ahora, el lenguaje de Chávez y el uso de figuras mitológicas en su discurso no se circunscribió al contexto político nacional venezolano. Recordemos aquella frase: "Huele a azufre… Ayer estuvo el diablo aquí", en la ONU en 2006. La figura universal descriptiva del mal con sorna, un humor del que tenemos mucho que aprender de Chávez, siendo tal cual como somos, alegres, corajudos, pero, sobre todo, entendidos en conciencia política.
Aldemaro Barrios Romero
venezuelared@gmail.com