¿Quién recuerda ya el Terremoto Cuatricentenario?
La mayor parte de los daños catastróficos ocurrió en la zona urbana más costosa de la ciudad: Altamira y Los Palos Grandes, donde se desplomaron edificios enteros
02/08/23.- Solamente habían pasado cuatro días del aniversario número 400 de Caracas y era sábado, por lo que la verdadera rumba estaba por comenzar en la ciudad. Pero la naturaleza (la misma a la que el Libertador Simón Bolívar le declaró la guerra en 1812), tenía otros planes. Un sismo de magnitud estimada de 6,5 en la escala de Richter sacudió la urbe durante 35 segundos, causó la muerte de 280 personas, lesiones a más de 2 mil y dejó unos 80 mil damnificados.
Han transcurrido 56 años del llamado Terremoto Cuatricentenario, por lo que únicamente una pequeña parte de la población puede recordar ese día terrible. Muchos apenas tienen vagas remembranzas infantiles, en especial del aterrador ruido que anunció el movimiento telúrico.
La casualidad quiso que ese sonido quedara grabado y pueda ahora escucharse en Youtube. En el estudio de una empresa discográfica estaban trabajando en un disco de aguinaldos y el ruido, literalmente salido de las entrañas de la tierra, irrumpió sin pedir permiso.
Según los expertos en la materia, los terremotos en los que se oyen ese tipo de ruidos son los que tienen un epicentro superficial o cercano al lugar donde es percibido. En el caso del sismo de Caracas el 29 de julio de 1967, se determinó que tuvo su foco a 15,9 km de profundidad, con epicentro al norte del Litoral Central, a 20 km de Caracas. Es decir, tan cerca como Los Teques.
La hipótesis del doble terremoto
El potente movimiento sísmico de la capital, que hizo colapsar seis edificios, ocurrió en un país que todavía no contaba con suficientes equipos de medición y registro. Basta saber que fue cinco años más tarde cuando nació la Fundación Venezolana de Investigaciones Sismológicas (Funvisis). En aquel tiempo, había un sismógrafo en el Observatorio Cajigal, pero, según algunas versiones, fue una de las víctimas del terremoto, pues quedó inservible, así que los datos fueron aportados por Estados Unidos y otros países.
En Cajigal laboraba un gran especialista en la materia, el alemán Günther Fiedler, quien ese día se encontraba en Japón. Sin embargo, tan pronto regresó, se dedicó a comparar los datos aportados por fuentes extranjeras, como el Servicio Geológico de Estados Unidos (USGS), el Observatorio de Pasadena y la Red de Trinidad, y lanzó la hipótesis de que el sismo no fue uno solo, sino dos que ocurrieron prácticamente al mismo tiempo.
En un trabajo titulado Algunas contribuciones de Günther Fiedler a la sismología venezolana, publicado en 2005 por la Revista Geográfica Venezolana, el académico José Grases explica que el experto germano observó que había diferencias demasiado marcadas en los datos aportados por los centros externos antes referidos. La de la USGS ubicaba el epicentro apenas a 10 kilómetros de la ciudad, mientras Pasadena lo fijaba a 40 kilómetros y la Red de Trinidad, a 101. Luego de muchos análisis, él planteó que debió estar a unos 28 kilómetros, con un margen de error de 3.
Fiedler expuso entonces que “la suposición de dos sismos casi simultáneos, el primero con distancia a Caracas de 70 Km, y magnitud aproximada de 5,7; y el segundo con distancia a Caracas de 30 Km, y magnitud de 6,3, explicaría las grandes dispersiones en las determinaciones del epicentro y, más todavía, de las magnitudes obtenidas dentro de la red sismológica mundial”. Esa, según Fiedler, fue la razón del espeluznante ruido.
Aunque ya para 1967 se había producido un desmesurado y caótico crecimiento de los barrios del área metropolitana, con viviendas precarias construidas en terrenos inestables, la mayor parte de los daños catastróficos del sismo ocurrieron en la zona urbana más costosa de la ciudad: Altamira y Los Palos Grandes, donde se desplomaron edificios enteros. Al menos cuatro de las estructuras que cayeron habían sido construidas bajo las normas antisísmicas recomendadas para la época.
Muy cerca de la plaza Francia, el edificio Neverí, cuya construcción había terminado en 1966, colapsó por completo. Otros edificios caídos fueron Palace Corvin, Mi Jagual y San José. Cuenta la leyenda que la mayor parte de las víctimas de este último fueron los asistentes a una fiesta a la que estaba invitado Luis Herrera Campíns, quien se salvó porque salió con retraso rumbo al sarao. Once años más tarde, fue electo presidente de la República.
Como dato significativo, en los terrenos donde colapsaron estas estructuras se han construido otras, con los correspondientes permisos de las autoridades, primero del municipio Sucre y luego (a partir de 1989) de Chacao.
Otro daño grave ocurrió en el litoral con el colapso de los tres pisos superiores del edificio Mansión Charaima, en Caraballeda, que también dejó víctimas fatales.
En el resto de la capital y del ahora estado La Guaira, unas 180 estructuras sufrieron daños graves y 40 fueron declaradas no habitables, aunque, con el paso del tiempo, varias volvieron a ser ocupadas, mediante artificios legales o simples invasiones.
Luego del impacto inicial, el proceso de ocupación de espacios inseguros ha seguido de manera indetenible. Según el profesor Oscar A. López, profesor del Instituto de Materiales y Modelos Estructurales de la Universidad Central de Venezuela, el riesgo es claro: “Buena parte de las construcciones existentes en Caracas fueron hechas con criterios de diseño menos exigentes que los actuales lo que las hace vulnerables, particularmente las más antiguas. Más grave aún, la mayor parte de la población en Caracas habita en viviendas informales (populares) construidas sin el cumplimiento de normas técnicas lo que las hace especialmente vulnerables a los terremotos”.
Sin ánimo de ave de mal agüero, que cada quien tome nota.
Sobre profecías y amarillismo
En enero de 1967, la revista Élite marcó un hito en el periodismo sensacionalista venezolano al publicar una portada a todo color en la que podían verse semiderruidas las torres del Centro Simón Bolívar, así como varios de los bloques de El Silencio. El titular fue una pregunta: ¿Un terremoto destruirá a Caracas?
La nota central era la predicción de la vidente italiana Marina Marotti, quien había vaticinado que “una cumpleañera capital de Suramérica sería devastada por un fuerte terremoto”.
La revista (que pertenecía a la batería de publicaciones de la Cadena Capriles), se vendió y comentó a rabiar. Muchos se aterrorizaron porque Marotti, que apenas tenía 19 años, había alcanzado temprana fama con varios pronósticos anteriores, como el asesinato de John F. Kennedy y la muerte del papa Juan XXIII. Otros se burlaron y otros más criticaron a Élite por realizar semejante ejercicio de amarillismo.
Cuando el evento profetizado ocurrió, los editores esperaron un tiempo prudencial porque el ambiente no estaba para que salieran a decir: “¡Se lo dijimos antes!”. Pero ya en agosto no aguantaron más la tentación y publicaron en portada la foto de la joven italiana, con el título: La pitonisa que vaticinó el terremoto.
Los periodistas de Élite alegaron luego que no fueron ellos los primeros en publicar la predicción, sino el muy serio diario El Universal, en noviembre de 1966.
CLODOVALDO HERNÁNDEZ /CIUDAD CCS