Tinte polisémico | Curioso y anecdótico 21K dominical

04/08/2023.- La espléndida mañana del día domingo 30 de julio de 2023 y el Paseo de la Resistencia, frente al parque Los Caobos, sirvieron de marco para que se diera la partida de la media maratón, los 21K con motivo de los 456 años de la ciudad de Caracas.

Partían todos con el mismo entusiasmo. Competidores élite, atletas en sillas de ruedas convencionales y aerodinámicas, invidentes, también los no tan entrenados, corredores de fines de semana, de todas las edades y sexos, en todas las categorías: máster, submáster, libre y juvenil.

Un gran número simplemente compite, otros participan motivados además por los premios en metálico, muchos lo toman como actividad recreativa o por curiosidad. Hay corredores que aprovechan la ruta como forma de entrenarse en su preparación para participar en los 42K, algunos están interesados por descubrir espacios y conocer rincones de nuestra metrópolis y el resto lo hace porque correr es su hobby o parte de su estilo de vida.

Pude ver, después de presenciar la partida, a través de un monitor, que una planta de televisión pública transmitía en vivo el desarrollo de la carrera y me percaté de cómo un espigado atleta, de apariencia particular por su cabello y los anteojos que usaba, desde el comienzo de la prueba se desprendió del pelotón de participantes y asumía el liderazgo de la competencia.

El plan desde la víspera contemplaba el traslado en vehículo a través de la Ciudad Universitaria (UCV) para buscar algún lugar intermedio de la ruta oficial, observar a los punteros y anticipar cómo se definiría la prueba. Luego retornaría al lugar de partida y llegada para conocer a los atletas que ganarían y los registros logrados. Innegable curiosidad de exatleta.

Así, ya en la avenida los Ilustres, en una curva en retorno que empalma con la avenida Victoria, repentinamente aparecen el camión equipado que filmaba y transmitía la competencia y los motorizados que garantizaban que no hubiese obstáculos y abrían el paso, marcándole la ruta a los competidores de la vanguardia.

¡Ahí! ¡Oh, sorpresa! Con considerable ventaja sobre el pelotón, vi al mismo maratonista que había distinguido en la pantalla del televisor en el parque Los Caobos, quien era aún el líder absoluto de la prueba. Exhibía la energía, cadencia y la disposición por mantenerse comandando, por tanto, era obvio que ganaría de punta a punta. Muy probablemente sería el triunfador masculino.

Restaba observar quién podría ser la atleta ganadora en la rama femenina.

Transcurridos unos minutos, apareció un grupo compacto de cinco corredores, entre ellos las tres primeras mujeres. Ellas protagonizaban una encarnizada lucha por tomar la delantera con los dos hombres que las acompañaban, uno a cada flanco, corriendo a idéntico ritmo, cual ballet.

Aprecié que las tres punteras avanzaban en tácito acuerdo táctico, pero una de ellas reflejaba serenidad y relajación en su rostro, así como fluida mecánica en sus zancadas y braceo. Entonces me atreví a pronosticar que esa atleta, la más alta de las tres, ganaría. Imaginé que en sus mentes esperaban y calculaban el momento preciso para iniciar sus respectivos remates finales y estimé que solo restaban menos de cinco kilómetros para la meta. Entonces, me pregunté: ¿esos dos acompañantes masculinos, con números oficiales en sus camisetas, qué razones tendrían para mantenerse al lado de las tres líderes de la prueba?

¿Evitaban que les ganasen esas tres damas por orgullo masculino? ¿Les brindaban algún apoyo? ¿Corrían en solidaridad con ellas? ¿Aprovechaban para competir y entrenarse con sus parejas? ¿Eran sus guardaespaldas?

Para dar respuesta a estas curiosidades y a mis pronósticos, la culminación de la carrera confirmaría las hipótesis y quizás las interrogantes que me había formulado.

Una vez más apersonado en la llegada, me dirigí al área donde recibían masajes los atletas que habían culminado la competencia. En el camino, por casualidad, me encontré con Whinton José Palma Gil, ganador por los hombres con tiempo de 1:07:07, a quien felicité por su triunfo. Ya lo había visto por la televisión y fotografiado durante la carrera y me resultó inconfundible por su biotipo, sus particulares lentes y el corte y colores de su cabello. Primer acierto.

Proseguí y ubiqué visualmente a la atleta femenina que consideré pudo haber ganado, pero debía confirmarlo; ese era el plan.
Me aproximé a la camilla donde yacía la corredora, que minutos antes había también fotografiado en plena carrera, y le pregunté: "¿Ganaste?", Ella, con una amplia sonrisa, respondió afirmativamente.

Volví a interpelarla: "¿Cuál es tu nombre?". Respondió amablemente: "María Garrido". De forma instantánea, le dije: "Tienes el apellido de un famoso fondista de la década del ochenta, de nombre Lucirio Garrido, guariqueño". Y ella me respondió: "Él es mi padre" y, señalando en una dirección con su mano, me dijo: "Está allí". Segundo acierto y, además, encuentro.

Recordé la época en que este fondista ocupaba los titulares deportivos de los medios con récords y triunfos nacionales. Aproveché saludar a Lucirio y conocer a su esposa Delmelena Acosta. Estaban contentos y orgullosos: su propia gacela de sangre acababa de mostrar sus cualidades y condiciones atléticas para las especialidades de largo aliento.

María Luisa Garrido Acosta había alcanzado su mejor marca en la distancia de 21K: una hora y veinte minutos exactos. Las otras dos corredoras que habían pugnado por el primer lugar alcanzaron en gallarda lid el segundo y tercer puesto.

Lucirio Garrido Padre, ahora entrenador, aprovechó y me dijo: "Déjame presentarte al hermano de María, es medio fondista, pero lo estoy preparando para subirlo a distancias largas". Y así conocí a Lucirio Antonio Garrido Acosta. Pude de esta forma constatar y verificar quién era al menos uno de los corredores masculinos que había escoltado y motivado a su hermana durante toda la prueba. Por lo particular que resultó la situación, olvidé preguntar por el segundo corredor incógnito.

¡Qué disciplina tan hermosa es el atletismo como actividad humana! A la dinastía Garrido Acosta solo me restó decirle que de tal palo son las astillas

Curiosa y anecdótica jornada. Los corredores se lanzan sobre las calles asfaltadas. El logro es muy íntimo, al cruzar la línea de llegada, sin importar el lugar o el tiempo registrado; así demuestran que les impulsa el reto y el esfuerzo por el logro. Y conmueven porque en el fragor de la competencia surge y se manifiesta la cooperación y la solidaridad sobre la individualidad.

Seguiré asistiendo a ver gente correr por alcanzar sus metas.

 

Héctor E. Aponte Díaz

tintepolisemicohead@gmail.com


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