De comae a comae | Caracas en coche
Apoyar a una madre con bebé a andar en coche por la urbe jamás se compara con ser una
08/08/2023.- Andar en ruedas por la ciudad de Caracas tiene sus atractivos, también sus animadversiones, sobre todo cuando se trata de transitarla sin motores. Cada esquina o avenida es un desafío. Bulevares, plazas, aceras e incluso paseos se transforman de un momento a otro en lugares hostiles. Rodar por Caracas te hace entender que eso de ciudad accesible no va del todo con nuestra capital.
Al cumplir Yara sus tres meses, decidí una mañana usar el coche por vez primera. El recorrido incluía los alrededores de la plaza El Venezolano. Se suponía que tendríamos un paseo. Al empezar el trayecto, la alegría se vio interrumpida por un bote de aguas blancas que inundaba la avenida Sur. Aquel agüero se mezclaba con basura, aflojaba capas de pegostes color hollín del suelo y formaba charquitos con papeles flotando en las aceras.
Para no encadenarme con la descripción de cada momento, tratando así de hacerles el relato más interesante, me gustaría resumirles que el camino completo, incluyendo el retorno a casa, me ofreció una variedad de sensaciones nunca antes experimentadas, y es que apoyar a una madre con bebé a andar en coche por la urbe jamás se compara con ser una.
Cuando volví a casa, un poco abrumada aún, comenté en mi estado de WhatsApp lo grato y lo no tanto del paseo con el carruaje infantil. Aquello que empezó como una vivencia íntima terminó convirtiéndose en clamor maternal, colectivo y popular. En seguida empezaron a llegar comentarios de madres identificadas con el texto, tanto que escribieron sus opiniones al respecto.
La comae Paola afirmaba que "la suciedad, la basura, es falta de cultura de la ciudadanía y falta de políticas públicas del Estado".
Mamá Marian, al respecto, aportó:
Coincido, no solo Caracas, las ciudades son muy sucias y la infraestructura no está diseñada para el peatón. Usaba el coche en los establecimientos de comida, ya que muchos no cuentan con sillas para bebés, pero para pasear siempre usaba el fular.
Cada una de estas mamis habló desde sus sentires.
Mamá Andrea sumó: "Las calles son un desastre. En Cúa, las veredas son muy angostas, casi no cabe el coche; en Caracas, solo en la Cota Mil me sentí relajada". También manifestó una sensación común a ambas: "Me generó miedo estar tan alejada de la beba. Tuve el pensamiento de que alguien podía sacarla e irse corriendo". Y es que las madres, en lugares particulares, elucubramos distinto a como lo hacíamos antes de parir. Un poco de humanidad en la calle y mejor desplazamiento ayudaría a calmar los nervios.
Aunque este lamento podría ser considerado por algunos como una queja de doñas incapaces de reconocer lo hermoso del centro, no lo es. Claro que es hermoso, pero los invito también a compungirse al mirar el cuerpito de su hijite vibrando sin parar por el piso empedrado o los huecos en las aceras, sintiendo que lo expones a un choque con cada cruce de calle o que podrías encontrarte de sopetón con una moto confundida de lugar para circular.
La comaíta Sarah Espinoza sintetiza las ventajas y desventajas del uso del coche, de manera muy similar a como lo sentí en uno de los cruces de las avenidas Lecuna y Universidad:
A mí me daba mucho temor eso de cruzar las calles. Como el coche siempre va adelante, una estando sola no encuentra cómo hacerle saber a los choferes que vas a cruzar y que tengan cuidado. Acompañada es más fácil porque, mientras una avanza, la otra persona puede avisar... La ventaja [del coche] es que a medida que crece y aumenta de peso el bebé, ayuda a sobrellevar el desgaste y agotamiento de llevarlos en brazos.
El centro de la ciudad, más allá del casco histórico, lo conforman Capitolio, Quinta Crespo, la Baralt, la Concordia, la Hoyada..., lugares a los cuales se les suma un plus como el pupú de perro en las aceras, los escupitajos de chimó acompañados de recovecos olor a orines y excremento humano, basura toda bailando junto al acelerado ritmo de las personas que caminan sin considerar la existencia de otros seres, vulnerables pero con igual derecho a compartir el espacio ciudadano.
Al pensar entonces en la gente con capacidades motoras diferenciadas, en la comunidad de ciegos y ciegas o en las madres que van con sus hijes en sillas de ruedas por una condición irreversible, sentí compasión. Su necesaria movilidad y desplazamiento se ven enfrentadas a un andar adverso y nada grato, lo que suma pesares a su cotidianidad ya compleja.
Caracas, así como está, es más de porteo o fular —esa tela que abraza a mamá con bebé, brindando versatilidad y confianza—, hasta que como bien lo dijo la comae Adatza: "En un tiempito, cuando Yara pese diez kilos, que te duela la columna, la espalda y los brazos, ahí sí vas a decir: 'Vamos a ponerla en el coche, así llore'". Para entonces, espero haber entrenado lo suficiente y tener nervios temerarios. Lo hermoso en verdad sería despertar un día con una ciudad más humana, solidaria, accesible y menos capitalmente salvaje.
Ketsy Medina