Micromentarios | El arte del sigilo

29/08/2023.- Desde pequeño, me acostumbré a caminar sin que se escuchen mis pasos. Aprendí a hacerlo por dos razones. Una, aunque parte de mi vida es pública —como escritor y periodista—, es porque cultivo la introversión.

La cultivo debido a que no soy de esos introvertidos que lamentan su condición, pues quisieran ser eso que llaman el alma de la fiesta y atraer sobre sí la atención de todo el mundo, pero no pueden.

A mí me gusta pasar inadvertido, incluso ser anónimo. Es maravillosa la sensación de andar por cualquier lugar —en especial, aquellos que invitan a la contemplación, la reflexión y el goce espiritual— sin que nadie te perturbe. Y, ojo, no he desarrollado tal gusto por ineptitud. A los 26 años obtuve mi primer premio literario internacional y conocí la fama. Durante dos meses, estuve en manos de personas que me invitaban a programas de radio y televisión, a entrevistas de prensa y a dictar conferencias en diferentes partes del país y fuera de este.

Saber que tu tiempo es programado por otras personas y que, por tanto, no puedes trabajar en tu obra, es lo más parecido a sentirse esclavo. Deseaba escribir algo y no podía porque tenía múltiples compromisos.

La segunda razón es que me crie en una casa de vecindad que regentaba mi abuela y ella me exigía ser silencioso para no molestar a los inquilinos.

A lo largo de los años perfeccioné el arte del sigilo. En tiempos de excesiva y abusiva resonancia, de oropeles falsos y estruendos de toda índole, caminar, vivir e incluso desarrollar una obra literaria sin grandes estridencias, me parece lo deseable para contribuir a la paz de mis compatriotas. Relaciono tal actividad con el arte, pues tiene algo de mímica —se imita el paso de los felinos—, de ballet y hasta de gimnasias meditativas como el yoga y el taichí.

Hay, sin embargo, quienes consideran negativo el sigilo existencial. Desconfían de aquellos cuyos pasos no se expresan de modo contundente. Temen que si alguien se mueve en silencio es porque algo oculta. Se dice que el ladrón juzga por su condición y algo de esto hay porque tal temor nace en quien apela al sigilo como un elemento cómplice de sus malas acciones e intenciones.

En la actualidad, la cultura occidental ha borrado de su catálogo de valores la discreción y la mesura. Prueba de ello es que nos parece normal que se sustituya la falta de talento con escándalos promocionales, que se dé más importancia a quien critica que a quien hace o construye.

A raíz de haber suscitado desconfianzas en algunas personas por mi forma de ser y desplazarme, hice en la edad adulta un aprendizaje en viceversa: marcar mis pasos al caminar, cuando lo considero necesario.

Habitualmente camino de modo silencioso. Pero si me aproximo a personas a las que mi inesperada presencia pueda resultarles sospechosa o desagradable, acentúo mis pasos para anunciar mi arribo. No tiene sentido incomodar o asustar a nadie, ni generar sospechas innecesarias de espionaje o algún tipo de intriga.

 

Armando José Saquera


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