Hablemos de eso | A cincuenta años del 11 de septiembre de 1973
09/09/2023.- Este 11 de septiembre se cumplen cincuenta años del derrocamiento del gobierno democráticamente electo de Salvador Allende y la Unidad Popular. La brutalidad experimentada con el bombardeo al Palacio Presidencial de la Moneda anunciaba entonces la persecución y el asesinato masivo como remedios frente a la esperanza del pueblo chileno, encarnada en el primer gobierno socialista que llegaba al poder, instituido por medio de elecciones. La vía chilena al socialismo se llamaba.
La Unidad Popular había ganado con mayoría simple (36,6% de los votos) el 4 de septiembre de 1970. La Constitución chilena establecía en ese entonces que si ningún candidato obtenía la mayoría absoluta (50%), la decisión la tomaría el Congreso. Después de un período de tensión en que la derecha y Estados Unidos pujaron por violar la tradición de que el candidato que arribara en primer lugar fuera ratificado por el Congreso, el 24 de octubre fue confirmado Allende por el Congreso como presidente de Chile.
Guerra multiforme
En noviembre de 2020, los portales El HuffPost y El País publican documentos del gobierno estadounidense, que reseñan las discusiones entre el presidente Richard Nixon y su secretario de Estado, Henry Kissinger, junto a otros asesores de la Casa Blanca. Las conversaciones y documentos se refieren a reuniones sostenidas en noviembre de 1970. A la "Casa Blanca" no solo le preocupan sus intereses en Chile, sino el efecto expansivo que la experiencia socialista democrática pudiera tener en el resto de América Latina:
Si Chile se mueve como esperamos (con cambios radicales en el marco democrático) y es capaz de eludir las consecuencias... da el coraje a otros que no están decididos en Latinoamérica (…) Brasil tiene más población que Francia e Inglaterra combinadas. Si permitimos que los potenciales líderes en Sudamérica piensen que se pueden mover como Chile y satisfacer ambas posturas, tendremos problemas...
En palabras de uno de los memorandos desclasificados, dice que se trata de "uno de los desafíos más graves nunca encarados en este continente".
El resumen de las reuniones lo hace Nixon: "Debemos parecer correctos en la superficie con Allende, pero, por lo demás, seremos duros. Él no va a cambiar; solo el interés propio lo afectará", concluyó el presidente estadounidense. "Si hay una forma de desbancar a Allende, mejor háganlo", ordena.
El despliegue iniciado por las oligarquías y las agencias de seguridad de los Estados Unidos se inició desde antes de que Allende asumiera y siguió cada vez con más ahínco. Allende había sido candidato en 1952, 1958 y 1964. En todas esas elecciones, y especialmente en las de 1954, los Estados Unidos habían "invertido" dinero para impedir el triunfo socialista.
En 1972 se publican Los documentos secretos de la ITT. Ya para esa fecha se habían hecho públicos un conjunto de papeles confidenciales de la International Telephone and Telegraph (ITT) por el periodista norteamericano Jack Anderson, y publicados sus originales y traducciones por el gobierno chileno. En la correspondencia entre el tren ejecutivo de la ITT en Chile y su sede central se muestra con claridad como en Chile, desde 1970, todas las cartas estaban sobre la mesa (como dijo alguna vez Trump sobre Venezuela y le completó Guaidó, con uno de sus clásicos de niño bobo: "… y debajo de la mesa también"). Los ingredientes de la guerra híbrida en su versión de entonces incluían:
- La guerra económica: desencadenar los elementos de la crisis, ya presentes. Si había déficit de efectivo, la banca privada haría más lentos o paralizaría los créditos; si había problemas de abastecimiento, agudizarlos mediante huelgas de transporte o la disminución de la producción o distribución caótica de productos; paralizar el acceso al financiamiento internacional; sabotear la producción de cobre y un largo etcétera. La idea era "hacer chirriar la economía".
- La guerra mediática: pagar periodistas, garantizar una campaña internacional de descrédito, financiar los medios de comunicación que se oponían al gobierno, dar crédito y difundir falsas noticias. Entonces no había "redes sociales".
- La movilización de los sectores conservadores para crear escenarios de provocación.
- La intervención de los militares, el seguimiento o la eliminación de los militares institucionalistas, las garantías para quienes promovieran el golpe de Estado, el uso de la influencia de militares estadounidense entre sus antiguos alumnos de las Fuerzas Armadas chilenas.
- Instigar a las "alas radicales" de la Unidad Popular para generar escenarios de provocación que justificaran la actuación de los militares.
- Influir sobre sectores de la oposición menos golpista para obligarlos a participar, o por lo menos callar, ante una acción violenta.
Las mañas son viejas y bien asentadas. Y en este caso darían resultado.
Las víctimas
El Estadio Nacional de Chile se convirtió en un inmenso centro de detención y tortura. En un solo día, la Cruz Roja estimó en siete mil los prisioneros. Las cifras varían, los testimonios coinciden en la cotidianidad de las torturas y amagos de fusilamiento contra los detenidos; otros fueron efectivamente ejecutados en el recinto y el resto de ellos fueron llevados a lugares desconocidos y ejecutados.
La lista de víctimas es incierta. Las sucesivas "comisiones de la verdad" han establecido que suman al menos 40 mil, entre asesinados, desaparecidos, presos políticos y torturados. Se contabilizan más de 200 mil exilados (es decir, obligados a salir del país bajo amenaza). Agentes del Estado mataron a 3200 personas señaladas por su militancia política y 1162 permanecen aún como desaparecidas.
Augusto Pinochet permaneció en el poder desde 1973 hasta 1990. Había sido designado comandante en jefe del Ejército en agosto de 1973 por el propio Allende. Permaneció como comandante hasta 1998, pues su salida fue "negociada". La "democracia" chilena se constituyó al final del siglo XX como una "democracia" vigilada. Oficialmente, se le condena, pero muchos de los políticos y dueños de la economía son indulgentes, pues ellos mismos o sus familias fueron partícipes, cómplices o al menos se hicieron los desentendidos ante la barbarie. Beneficiarios y partidarios de la política económica que se experimentó por primera vez en Chile supieron darle seguimiento después de la dictadura. De allí que en ese país siempre hay quien siente una añoranza.
El ladrillo
"Por primera vez en 1992 se dio a conocer de forma pública El ladrillo, considerado por muchos la base de la política económica del gobierno militar", dice el sitio web Memoria Chilena. Un grupo de economistas chilenos, formados en Estados Unidos, que después se desempeñaron como asesores o ministros de la dictadura, fueron sus autores. Terminaron de escribirlo semanas antes del golpe militar. El texto propone la privatización de las empresas estatales, la liberación de aranceles a las importaciones y exportaciones, la flexibilización laboral (que es el nombre de la eliminación de los derechos laborales), la privatización de la seguridad social, la liberación de precios… En fin, la política económica que se conoce como neoliberalismo o "consenso de Washington", que después impulsarían Margaret Thatcher y Ronald Reagan, para ser impuesta en todo el mundo como la única política económica posible. Es la doctrina de los beneficiarios del capital, desde finales del siglo XX, la misma que reivindican las derechas actuales, casi sin matices. Chile fue, pues, un experimento, una manera de acabar con el peligro de que los pueblos asumieran el poder en ejercicio real de la democracia, una demostración impuesta a sangre y fuego de cómo conciben la democracia las élites imperialistas y sus socios locales.
Es una pelea viva y actual, sobre la que seguimos teniendo que aprender, pues la construcción de otro camino al mundo de explotación, pobreza y depredación de la vida en el planeta —ese que venden como paraíso y única opción—, la construcción de una alternativa de los pueblos es, como decía Chávez —recordando a José Carlos Mariátegui—, una "creación heroica", que exige una perspectiva histórica, mucho estudio, mucha lucha y mucho esfuerzo.
Unos documentos del gobierno estadounidense dados a conocer por la organización National Security Archive (NSA) revelan las oscuras deliberaciones del gobierno de Richard Nixon en noviembre de 1970, tras la victoria de Salvador Allende en las elecciones chilenas y el papel de Henry Kissinger en la decisión de derrocar al líder chileno.
Durante décadas, Estados Unidos sostuvo que su objetivo no fue nunca desestabilizar el régimen de Allende, sino que intervino en el país para "preservar" la democracia y sus instituciones. Kissinger, asesor de Seguridad Nacional de EE. UU., repitió por activa y por pasiva que su país no tenía conocimiento del golpe de Estado de Augusto Pinochet en 1973 en Chile, que terminó con la muerte del presidente Salvador Allende.
Los documentos recién desclasificados revelan la frenética actividad de la administración Nixon entre el 5 y el 9 de noviembre para evaluar las consecuencias de la victoria de Allende y las posibles respuestas de Estados Unidos.
Henry Kissinger, sobre Allende
En un memorándum que Kissinger remitió el 5 de noviembre a la Casa Blanca para que fuese evaluado por Nixon, el entonces asesor de Seguridad Nacional del presidente realiza un detallado análisis de la situación en el que encuadra la presidencia de Allende como "uno de los desafíos más graves nunca encarados en este continente".
El asesor de Nixon añadió que
su decisión sobre qué hacer puede ser la decisión más histórica y difícil en asuntos exteriores que tendrá que tomar este año, porque lo que pase en Chile en los próximos seis a doce meses tendrá ramificaciones que irán más allá de las relaciones entre EE. UU. y Chile.
Kissinger califica a Allende como "un marxista duro y dedicado", profundamente "antiestadounidense" que intentará "establecer un Estado socialista y marxista en Chile" y que buscará eliminar la influencia de Estados Unidos "en Chile y el continente", para establecer relaciones estrechas con la Unión Soviética, Cuba y "otros países socialistas".
"La consolidación de Allende en el poder en Chile, por lo tanto, supondría varias amenazas muy graves a nuestros intereses y posiciones en el continente", advierte en el memorándum Kissinger.
Tras evaluar los problemas que supone Allende y las debilidades de su régimen, Kissinger plantea las distintas alternativas que Washington tiene y los riesgos de cada opción: desde no hacer nada y permitir que Allende se consolide, hasta "hacer algo para prevenir que se consolide ahora que sabemos que es más débil de lo que nunca será".
"Deberíamos intentar evitar que se consolide ahora que es más débil"
Mientras el Departamento de Estado prefería no adoptar una actitud hostil contra Allende, desde el Departamento de Defensa, la CIA y algunos elementos del Departamento de Estado defendieron que el Presidente chileno era "nuestro enemigo" y que "deberíamos intentar evitar que se consolide ahora que es más débil".
Kissinger se decanta por la actuación contra Allende al afirmar que "a mi juicio, los peligros de no hacer nada son mayores que los riesgos a los que nos enfrentamos al intentar hacer algo" y recomienda a Nixon que tome la decisión de oponerse "con contundencia a Allende tanto como podamos y hacer todo lo que podamos para evitar que consolide su poder".
Además, Kissinger, quien sería también Secretario de Estado de EE. UU., recomienda a Nixon que adopte esta postura durante la reunión del Consejo Nacional de Seguridad (CNS) ,que se celebrará al día siguiente para "dejar bien claro" que el Presidente quiere que "Allende sea combatido tan fuerte como podamos".
Al día siguiente, el 6 de noviembre, el entonces director de la CIA, Richard Helms, presentó un informe de la situación al CNS en el que relató, entre otros detalles, los fallidos intentos en estamentos militares por impedir la toma de posesión de Allende y cómo la actitud del comandante en jefe del Ejército, el general René Schneider "bloqueó" una intervención militar.
"Debemos parecer correctos en la superficie con Allende, pero por lo demás, seremos duros". Richard Nixon
Con la información proporcionada por Kissinger y Helms, Nixon expresó sus conclusiones durante la reunión del CNS del 6 de noviembre: "Si Chile se mueve como esperamos y es capaz de eludir las consecuencias... da el coraje a otros que no están decididos en Latinoamérica".
Nixon añade que nunca estará a favor de rebajar a los militares en Latinoamérica porque "son los centros de poder sujetos a nuestra influencia. Los otros (los intelectuales) no están sujetos a nuestra influencia. Queremos darles alguna ayuda. Especialmente a Brasil y Argentina".
Humberto González Silva