La miss Celánea | Casi no nos damos cuenta

09/09/2023.- Uno de los recuerdos bochornosos que las dificultades económicas de los años 2016 a 2019 dejaron en la memoria de la colectividad venezolana es el de aquel juego de azar con ese nombre que daba la sensación de inocencia suficiente como para que pasara por debajo de la mesa sin que se reparara mucho en él: los animalitos.

Pero lejano a lo que podría ser un infantil juego, en el que alguno de los participantes es un perrito, otro representa un búfalo o un león, la moda de apostarles a los animalitos consistía en un juego en el que las personas colocaban la cantidad de dinero que pudieran a un animal que era sorteado de entre un grupo de animales que, vuelvo al asunto de la inocencia, parecía una cartilla de esas que se utilizan en el preescolar para enseñarles a los niños el nombre de los personajes más famosos de toda la fauna mundial.

Quien recuerde aquellos tiempos con cierta nitidez sabrá describir la longitud de las colas que se hacían. Los ludópatas de entonces aseguraban que los animalitos eran una manera de resolver el dinero para la comida de la semana, pero quienes mantenemos claro en la mente el hecho de que los juegos de azar a las únicas personas que benefician es a los dueños de las loterías, y que nadie, por mucha suerte que tenga, logra sacar a su familia adelante apostando, sabemos que es todo lo contrario: el destino de un ludópata irredento es la miseria.

Yo no recuerdo si fue la hiperinflación o alguna decisión gubernamental, pero hasta hace muy poco la existencia de los "raspaítos" y billetes de lotería era cosa del pasado. Nunca más se vio un Kino ni un Triple Gordo en este país… nunca más hasta hace muy poquito. Hoy hasta vallas en la autopista más importante de la capital venezolana se usan para promocionar esos juegos. Nuevamente vemos vendedores ambulantes recorriendo los semáforos más transitados de la ciudad para vender billetes de lotería, y no me atrevo a asegurar que los sorteos son otra vez transmitidos por televisión, porque no poseo televisor y no me consta, pero aunque no tengo pruebas, tampoco tengo dudas: en el marco de este resurgimiento de los casinos y loterías, es claro que podría pasar.

En los altos mirandinos, donde vivo, en los últimos dos años han sido abiertos dos grandes y lujosos casinos, con una distancia que no llega a los ocho kilómetros entre uno y otro. Los vehículos que se ven estacionados cerca de ellos dan cuenta de que sus visitantes manejan altísimas sumas de dinero. Esto, al igual que lo ocurrido con el juego de los animalitos, podría dejarse pasar como una curiosidad más en el devenir de nuestro país, pero bien es sabido que, asociados al juego y las apuestas, existen la prostitución, el uso de drogas, el alcoholismo y las mafias, entre otras cosas.

Y aquí es donde ya usted y cualquiera podría cansarse de leer este texto y preguntarse quién es la señora moralista y amargada detrás de estas líneas.

Está bien, no se hable más. Solo pregúntese una cosa: ¿qué pensarían Fidel Castro y Hugo Chávez de que nuevamente en Venezuela los casinos y centros de apuestas estén marcando la hora del entretenimiento del adulto capitalista promedio?

 

Malú Rengifo


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