Letra fría | Fundarte y La Fonda del Parque

15/09/2023.- Retomando la saga de mis 70, que hemos interrumpido por coyunturas propias del periodismo, quedamos en mi paso por el Ministerio del Ambiente, que llegó a su fin por lo de siempre: las intrigas de los corruptos frente a un valioso científico. Quince días más tarde de su salida, entregué la dirección de prensa que me había encargado el doctor Castejón y salí sin rumbo fijo, buscando a Dios a ver si lo conseguía. Por alguna razón, fui a dar a la oficina de Rafael Fuentes Jr., en una disquera —Promus, si no me equivoco—, quien me encargó escribir algunas carátulas de discos, como una ocupación provisional mientras conseguía un nuevo trabajo. De allí salí todavía atolondrado, aunque mi destitución era inminente, y terminé en un bar de Boleíta, rumiando el problema del desempleo. Así pasaron las horas y, cuando vine a ver, estaba en casa durmiendo en el suelo de la sala. Siempre he creído que cuando uno cae, hay que tocar fondo para poder flotar, y así fue. A las ocho de la mañana sonó el teléfono y era Pablo Antillano, quien de seguro sospechaba mi salida del Ministerio y llamaba para nombrarme, desde ese mismo día, jefe de Prensa de Fundarte, en donde era secretario general.

Me bañé rapidito y a la hora estaba reunido con Pablo y doña Ilia Rivas de Pacheco, presidenta de la institución, una afectuosa señora andina que me protegió de la intriga de la directora de Comunicaciones, que nunca estuvo de acuerdo con mi nombramiento. Por fortuna, mi trabajo en la promoción de la exitosa campaña "Caracas toma Caracas" me apuntaló en el cargo, siempre con el consejo de doña Ilia: "Hágase como el policía de Capacho", que nunca supe como hacía, pero funcionó.

A todas estas, yo almorzaba casi a diario en La Fonda del Parque, que regentaba mi amigo "el Gallego" Gonzalo Rodríguez. Por esos días, Fundarte trajo un famoso cantante cubano, creo que era Silvio, pero tal vez fue otro. El caso es que Gonzalo me preguntó si podía invitar al cantante, y en la noche llegué con él. Por supuesto, cantó y aquello fue una maravilla. Al día siguiente, me nombró director de Relaciones Públicas de La Fonda, sin pago alguno, pero con una mesa todas las noches para invitar a mis amigos periodistas. ¡Y se soltaron los caballos otra vez!

Así las cosas, una mañana me invita Marietta Santana a un panel de lujo para hablar de boleros en A puerta cerrada, en el que recuerdo estaba Caupolicán Ovalles y Estelita del Llano. Al salir, me dijo Estelita que estaba retirada y, por supuesto, la invité a cantar en La Fonda. El éxito no se hizo esperar, seguramente gracias a una página completa, la tapa del cuerpo B del diario El Nacional, que escribió Luis Moros.

Esa época fue muy sabrosa: allí cantaban Elba Escobar, Alicia Plaza, Pilar Romero y unos cuantos y cuantas más. Todas las noches había llenos totales, y el Gallego, ¡feliz!, tanto, que después de cerrar empezaba a descorchar botellas de champagne y otros espumosos para el grupete de amigos hasta el amanecer, en casa del director sinfónico Juan Carlos Núñez, allí mismo en Parque Central. Yo siempre cargaba mi mudita de ropa, me cambiaba y me iba a Fundarte a las nueve de la mañana, ¡fresco como una lechuga!

 

Humberto Márquez 


Noticias Relacionadas