De comae a comae | Yara, la teta y yo (María Gabriela)

La maternidad me ha ido enseñando a aceptar la vulnerabilidad en la que me encuentro

20/09/2023.- Iniciando el mes de agosto, llegó un aviso al buzón de mensajería en mi cuenta de Instagram, donde Lety Tovar me hacía una pregunta que disparó una chispa maravillosa. Ella había conocido a una madre de veintidós años que necesitaba de un espacio para compartir con otras mamis. Ni corta ni perezosa, empecé a pensar en dónde podía ubicarla para que se sintiera apoyada.

Sonará chistoso, pero por un momento olvidé mi propia condición. Pasé un rato antes de caer en cuenta de los últimos cuatro meses vividos, dedicando las veinticuatro horas del día al cuidado de una personita que salió de mis entrañas. Así pues, recordando ese pequeñísimo detalle, le pedí a Lety que articulara el contacto con María Gabriela, la mamá de Marco.

María Gabriela reside en una de las ciudades dormitorio periféricas de Caracas, sin embargo, eso no fue impedimento para cuadrar un encuentro dominguero en el parque Ezequiel Zamora, mejor conocido como El Calvario. La actividad fue organizada como parte de las reuniones de un grupo de mamás gestantes y lactantes, congregadas en una de esas mensajerías instantáneas para teléfonos inteligentes. De esta pandilla, porque eso somos, les contaré en otro texto.

Lograr un espacio amoroso para conocer e intercambiar con una mamita nueva así como realizar una sesión fotográfica de la barriga de 38 semanas de embarazo de Nervis fueron las razones de nuestra convocatoria, motivos perfectos para acercarnos a compartir.

Aun sin conocernos las familias que decidimos asistir, pasamos una tarde sabrosa. Las que teníamos bebés amamantamos al aire libre, colocamos en mantas sobre la gramita artificial a nuestras wawas, cotorreamos, comimos y celebramos a la preñadota; los niños y niñas más grandes aprovecharon para correr y jugar en el parque. Así se nos fue el día, que finalizó prometiéndonos de una nueva salida.

Esa semana siguiente tocaba cita pediátrica con Yara, y la confianza que había cultivado desde el embarazo se vino al piso en el momento mismo en que la palabra desnutrición salió de los labios de la doctora. Había que hacer algo urgente y eso consistía en dar leche extra a mi niña, junto con una serie de terapias para moldear su cabecita y mejorar su agarre.

Mis tetas se habían secado. Solo lograba extraerme veinte centímetros cúbicos de leche humana para una bebé de tres meses. La angustia no ayudaba, tampoco la crisis de llanto y pánico. María Gabriela, la mamá de Marco, se ofreció para darle a mi hija la que le abundaba a ella. Fue así como llegó para mi hijita el primer contingente de ayuda materna, la cual consistió en unas cuantas bolsas de lactosa humana junto a una carta de amor.

22/08/2023

De: Marco y su mamá

Para: Ketsy y Yara

Hola, mamita bella. Espero que estés bien. Te hago esta nota para guiarte en cómo debes utilizar la leche. Ya que está congelada, algo que debes saber es que la leche materna NO se hierve, no se calienta en microondas. Se calienta en falso baño de María de la siguiente manera:

1. En una taza, calienta agua, sin que hierva
2. Coloca la bolsita de leche
3. Espera unos minutos a que agarre temperatura, sin que queme
4. La pones en el tetero y listo

La leche materna es lo mejor que puedes ofrecerle a tu bebé de manera exclusiva los primeros seis meses de vida. Todas las leches son perfectas y la tuya no es la excepción. No todos los días son fáciles, pero tampoco todos son malos. Un día a la vez.

No caigas en mitos. A la menor duda o consejo dudoso, lo mejor es acudir a un profesional. La plata es importante, pero el apoyo nunca falta y hay mucha calidad humana.

No te quedes con un solo médico; siempre que no te sientas cómoda, busca otro. Tu bebé jamás crecerá tan rápido como en sus primeros veinticuatro meses de vida. Las dudas y las inseguridades son normales, pero siempre es más importante la tranquilidad y la salud de tu bebé.

Confía en tu cuerpo. Eres una buena mamá.

Cada palabra de esta carta cambió el sufrimiento por ternura. María Gabriela dejaba de ser la mamá de Marco; era también ahora la madre de leche de Yara. Aquella mujer de veintidós años, buscando juntarse para maternar en comunidad, dio, sin pensarlo dos veces, vida, salud y fuerza a mi lactancia en crisis.

Debo confesar que hasta entonces me consideré siempre una arrecha, una salvadora. La maternidad me ha ido enseñando a aceptar la vulnerabilidad en la que me encuentro, vulnerabilidad que celebro agradeciendo a todas las Marías Gabrielas que andan dando su leche a quienes más la necesitan.

 

Ketsy Medina


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