Tinte polisémico | Las finanzas del siglo XXI

29/09/2023.- Así como el internet, cuyo origen se circunscribió a la creación de una red universitaria, destinada al intercambio científico, que permitió luego su aplicación a otros campos, con implicaciones y efectos que han determinado una revolución en el ámbito de las comunicaciones, un fenómeno similar con grandes repercusiones entra en escena. Viene evolucionando y tomando cuerpo desde el año 2009, precisamente un año después de la gran crisis financiera, bancaria y de deuda del sistema capitalista del año 2008. Nos referimos a la aparición de la primera moneda digital: el Bitcoin.

El acontecimiento económico y monetario de las criptomonedas obedece a la aparición de la "cadena de bloques" (blockchain), una tecnología basada en la criptografía y las matemáticas, así como en el desarrollo de programas de computación (software), que, a su vez, soportado en los conceptos de redes distribuidas y descentralizadas, repercute de forma directa sobre el concepto del dinero y el valor. Se ha avanzado hacia la creación del "dinero programado".

Los profesionales formados en las últimas décadas del siglo XX, en las áreas de administración, gerencia, contaduría, impuestos, seguros, derecho, auditoría y, de forma muy particular, para los especialistas en economía política y monetaria, así como para los expertos en banca y finanzas, en sus cotidianas prácticas profesionales, conviven con un orden en transición o transformación, pero ya se puede verificar un cambio paradigmático. Las repercusiones comienzan a perfilarse con mayor claridad en la esfera de la cotidianidad individual, de las organizaciones y de los negocios en general.

La estructura que todos conocemos, conformada por los individuos y personas jurídicas, tradicionales depositantes y solicitantes de fondos en préstamos y servicios bancarios, las entidades con función de intermediadores y las autoridades gubernamentales, con el rol de supervisores de las instituciones y garantes de los derechos de los participantes en el mercado monetario y de los activos financieros, ha evolucionado hacia una particular arquitectura, un nuevo esquema de funcionamiento y una nueva filosofía.

El Bitcoin se concibe como un sistema cuyos tenedores le dan uso como unidad de valor, de intercambio, de pago y para fines especulativos. Todo ello ocurre sin la intermediación de las entidades financieras conocidas y sin la intervención regulatoria o supervisora del Estado.

El Bitcoin soporta operacionalmente su funcionamiento en una base de datos descentralizada y distribuida (blockchain), que constituye el protocolo (código o lenguaje) de comunicación, a través de múltiples nodos distribuidos en todo el planeta, que es administrada por un conjunto de centros de procesamiento informático (granjas). Los "mineros" trabajan con estas granjas y constituyen los individuos y empresas que cuentan con gran capacidad de procesamiento computacional, organizados en redes de nodos para resolver complicadas operaciones matemáticas en forma iterativa, lo que permite la creación y validación digital de las criptomonedas, a cambio de un incentivo o comisión que cobran por minar; en otras palabras, posibilitan la transaccionalidad digital planetaria. De esta forma, crean la oferta monetaria, lo que correspondía como función natural a los bancos centrales.

Análogamente, como ocurre en la banca tradicional, que mantiene en su base de datos privada el saldo digital de cada depositante, en este sistema, al lograr resolverse computacionalmente la ecuación, en el menor tiempo posible, se produce virtualmente la posición financiera (el saldo) de cada usuario o "cliente". Las criptomonedas no existen de manera física, sino que están expresadas en términos de bits. Son ceros y unos, virtualidad absoluta, digitalización que reposa y se registra en bloques de información computacional.

Como último elemento del esquema de los procesos involucrados en los mecanismos del nuevo orden monetario digital, encontramos el ambiente y la comunidad de los desarrolladores o programadores, que se abocan a mejorar u optimizar el software, los programas que permiten a los "mineros" acelerar los tiempos de las rutinas para identificar, validar, mejorar y resolver los algoritmos matemáticos de los bloques, que exigen y demandan los propios usuarios de las criptomonedas y los múltiples administradores de la base de datos del sistema.

El blockchain ha resultado ser un elemento o factor de carácter disruptivo para la economía y las finanzas tradicionales, la interacción entre los particulares sin intermediadores, sin la intervención del Estado, y plantea una nueva modalidad y marco teórico para el manejo de las políticas monetarias. La proliferación de miles de monedas digitales y nuevos mercados, su uso global sin límites de jurisdicciones, la sustitución del dinero fíat y su potencial alcance y posibilidades, se orienta a darle aplicaciones funcionales como los contratos inteligentes (smart contracts) y a convertirse en moneda de titularidad sobre activos reales e intangibles, es decir, se pierde de vista su instrumentalidad.

Es un imperativo actualizarse y compenetrarse con las tendencias de los nuevos paradigmas de las finanzas del siglo XXI, porque el dinero ha adoptado nuevas formas y resulta un reto vislumbrar sus alcances en todas las aristas del quehacer humano.

 

Héctor E. Aponte Díaz

tintepolisemicohead@gmail.com


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