Micromentarios | Música de fondo para escribir

03/10/2023.- A la salida de un foro literario se me acercó una alumna de un taller de escritura y me preguntó si yo escucho música mientras trabajo y, en caso afirmativo, qué tipo de música.

Salvo el reguetón —este es a la música lo que el vómito a la poesía—, me gusta todo tipo de manifestación musical. Por melodías que irrespeten a la mujer y degraden al ser humano en general solo se puede sentir repulsión. El reguetón es un producto sonoro alimentado por una industria que solo busca vender y generar en los jóvenes la estupidez necesaria para el sostenimiento del statu quo.

En cuanto a la pregunta en sí, contesté que, para trabajar, utilizo varios tipos de música. Por lo general, escucho jazz, rock de los años sesenta, setenta y ochenta del siglo XX, música romántica y barroca, instrumentales con grandes orquestas e interpretaciones new age.

Cuando hay mucho ruido en la calle o en el vecindario apelo al rock and roll. El rock de los sesenta, setenta y ochenta del siglo XX me ayuda increíblemente si tengo algún compromiso editorial o debo entregar una ponencia en una fecha específica. Hay algo en los Beatles, los Rolling Stones, Three Dog Night y decenas de grupos e intérpretes de esas tres décadas que, como un viento favorable, me impulsa a trabajar hasta alcanzar lo que me propongo.

Si no se me ocurre cómo trabajar una idea, qué punto de vista adoptar en una narración, qué título poner o algo igual de inquietante, apelo a la música llamada clásica, preferiblemente, como apunté, la romántica o la barroca.

Mis favoritos son Mozart y Vivaldi, porque nunca me han fallado, desde que me autoproclamé escritor. En mis peores momentos he acudido a ellos y, como amigos que aconsejan con cariño y precisión, me han ayudado a salir adelante.

Cuando sé qué hacer, pero no me satisface lo escrito, el jazz destraba mi mente: no hay cosa que Miles Davis, Louis Armstrong, Thelonious Monk o John Coltrane, entre otros, no puedan solucionar.

En aquellos casos en que tengo una o varias ideas y escribo tan rápido que no pienso en lo que hago, uso música new age. Esta me apacigua, me asienta el ánimo.

Si el día es normal, los instrumentales de grandes orquestas o grupos me hacen mucho bien. Me acompañan como paisajes sonoros que se suceden a poca distancia y me ayudan a digerir las ideas.

Pese a lo mucho que me gusta la música popular o folklórica de todo el mundo, en especial, la del continente americano, la evito para trabajar porque a cada rato dejo de escribir y me pongo a tabalear y tararear, cuando no directamente a cantar. Mi cerebro está condicionado para hacerlo con determinados boleros, rancheras, baladas, guarachas, tangos, merengues, serenatas, danzones, pasodobles, vallenatos, joropos y piezas de bossa nova, entre otros.

No siempre cumplo al pie de la letra estas reglas autoimpuestas e introduzco cambios en los casos específicos que he mencionado. Sin embargo, lo habitual es lo que he reseñado.

 

Armando José Sequera 


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