Al derecho y al revés | Guerra y genocidio en el Medio Oriente

11/10/2023.- Ni siquiera cuando la crisis de los cohetes con carga nuclear que el gobierno soviético colocó en Cuba, como respuesta a los misiles que Estados Unidos previamente había introducido en Turquía, el mundo estuvo al borde de una catástrofe atómica… como lo estamos en estos momentos.

En aquellos tiempos las dos grandes potencias —EE. UU. y la URSS— tenían al mando personalidades razonables, algo que tanto míster Biden como su antecesor, e incluso añado a Vladímir Putin, muchas veces nos ponen a dudar.

No incluyo en el grupo, por ser en realidad actores de reparto —aunque se les pueda reservar cupo— al primer ministro de Israel —el ganador de la tragedia—, al jefe del Estado iraní y algún otro mandamás que es mejor no mencionar.

Obvio que por muy razonable que haya sido el ataque de Hamás, tras setenta años de genocidio israelita contra los palestinos —detestable acción que deja en pañales a los racistas del apartheid en Sudáfrica—, es de rechazar el sorpresivo ataque que recibió Israel en días pasados por parte de la milicia de la mencionada organización palestina.

Son muy criticables los maltratos israelitas al pueblo palestino, pero dada la escalada guerrera que puede terminar en un holocausto mundial —porque en este momento la sartén la tienen cogida por el mango los llamados halcones, que hoy día no son militares de profesión sino mercaderes de armas—, todo es posible.

De momento, Israel tiene su 11-S y a Netanyahu se le perdonan la corrupción personal y las trampas electorales, que son la causa de dos años continuos de protestas contra su gobierno.

Por el otro lado… que es el mismo… al expresidente Trump, con todos sus defectos y abusos contra Venezuela, se le reconoce que siempre que pudo se las arregló para retirar a los militares yanquis de los teatros guerreros.

Incluso cuando la OTAN le pidió un bombardeo al territorio sirio, Donald Trump ordenó lanzar cincuenta misiles cruceros desde barcos que operaban en el Mediterráneo, y enseguida le pasó a Bruselas la cuenta por la mitad del costo de esos cohetes. Como la OTAN se negó a pagarlos, enseguida Trump retiró los barcos yanquis, ¡y a otro asunto!

Pero ahora quien manda en EE. UU. es míster Biden quien, aparte de globalista, tiene amarres partidarios con lo que en Venezuela llamaríamos "perros de la guerra": personajes elegantes, billonarios que nunca se embarran los zapatos y ganan toneladas de dinero en cada conflicto.

Dinero que en EE. UU. hace falta para otras prioridades, incluyendo el tal muro para cuidar el territorio estadounidense de migrantes indeseados.

Y en Rusia manda Putin quien, a pesar de hablar poco, no dudó en declarar que el ataque a Israel "fue el mejor regalo de cumpleaños recibido".

Recuerdo a los alelados que Vladímir Putin cumplió años la víspera… pero, dejando de lado la geopolítica, regresemos a nuestro patio que es Iberoamérica.

Cuando uno revisa las declaraciones en pro o en contra de Israel —lo que leído de otra manera sería a favor o en contra de Hamás y los palestinos—, de nuevo me parece que los latinoamericanos, por lo general, no perdemos ocasión para salir de la gatera… antes o después que comience la carrera.

Perdimos la ocasión de insistir en desescalar la peligrosa guerra que puede terminar en un conflicto mundial de catastróficas consecuencias, partiendo de que entre las élites donde solo caben los ultrarricos de los Estados Unidos, y los propios Estados Unidos, lo usual es pensar que en el mundo sobran dos mil millones de seres humanos… y que el mejor método para eliminarlos es una guerra.

Guerra en la que la América mestiza no tiene nada que ganar.

Que el presidente Fernández de Argentina, frente a una elección, apoye a Israel para no perder votos es otra prueba de la insignificancia mental de ese ciudadano, porque esa declaración la debió hacer el candidato, en el peor de los casos.

También que nuestro Presidente corriera a apoyar a los palestinos —lo cual es comprensible— luce como una acción apresurada que se ha podido dejar al Parlamento.

Y ante tanta corredera, uno se pregunta: ¿para qué sirve la diplomacia?

Perdimos los iberoamericanos una oportunidad para unirnos en el natural rechazo a la escalada guerrera, aunque esta le guste tanto a los ciudadanos Biden y Netanyahu como al ciudadano Putin, y quién sabe si a los chinos también.

Es todo. Por los momentos, EE. UU. envía su mayor portaviones, pero en toda Europa se han visto manifestaciones en pro de los palestinos. El mundo está cambiando.

 

Domingo Alberto Rangel


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