Vitrina de nimiedades | El círculo de la selectividad
La complejidad de fijar límites entre lo público y lo privado
¡Ser visibles reservándose el derecho de admisión!, así han operado por mucho tiempo las redes sociales. Ideas, quejas, sentimientos y emociones quedaban en nuestras cuentas para la posteridad digital entre los extremos de la exposición y radicales medidas de privacidad, como el famoso candadito de algunas cuentas. Pero, al parecer, ya no es necesario ser extremos sino selectivos, gracias a los artilugios creados para hacernos sentir verdaderos dueños de nuestros contenidos, como el innovador Círculo de Twitter.
La nueva función parte del principio de poder reservar ciertos tuits para compartir e interactuar con un grupo específico de usuarios. Eso supondría librarse de ciertas conversaciones que no resultaban cómodas para los tuiteros involucrados, crear un aura de intimidad con algunos compañeros o simplemente decidir con quién se discuten las ideas. Y aunque parezca razonable, sin duda es una ruptura con una lógica que marcó el desarrollo de las principales plataformas donde nos encontramos hoy.
Se supone que las redes sociales se crearon para romper fronteras, llevar a su máxima expresión la idea de la plaza pública y “darle poder” a quienes estaban destinados a ser el último eslabón en la cadena de los medios tradicionales. Eso plantea una relación distinta con la información: ya no somos simples receptores, también generamos contenidos y concebimos el acceso al conocimiento de otra manera. Por algo vivimos hoy en el reino del tutorial.
Pero esa apertura supone enfrentarse a otras condiciones del ejercicio de la comunicación como derecho: tolerar la divergencia, comunicar con respeto, manejar con decoro el disenso y evitar la temeridad y la ligereza ante cualquier tema. Deberían ser la piedra angular de nuestra relación en los entornos digitales, pero aún estamos lejos de lograr el equilibrio entre ética, libertad, sentido común y consideración al otro desde su integridad. ¡Qué camino tan largo nos queda!
La ruta no es sencilla. Comenzó con lo radical y hoy pretende marcar un hito con herramientas basadas en la selección, la discreción y, en algunos casos, la exclusividad. Ahí están experimentos como los “mejores amigos” en Instagram, las comunidades en Twitter, el acceso de contenidos “exclusivos” en medios digitales o la expansión del modelo de publicidad de la televisión en los modelos de streaming, del que podemos librarnos si pagamos por no ver esas cuñas. Al final, no somos tan iguales ni tenemos la misma posición en esta jungla digital.
Saber que la ficción de la igualdad se derrumba poco a poco, vapuléandose frente a la necesidad de generar ingresos y al deseo de acceder libremente a aquello que deseamos, nos puede desencantar. Pero también nos plantea la complejidad de fijar límites entre lo público y lo privado, lo gratuito y lo crematístico, el derecho colectivo y el derecho individual. Por suerte o no, la única certeza es saber que el tema no se estanca y, sin duda, traerá nuevos desafíos más allá de esta inusual fase del círculo de la selectividad.
Rosa E. Pellegrino