Hablemos de eso | Izquierdas y derechas

Cada avance popular debe esperar una reacción desproporcionada

Fue a Cristina Fernández de Kirchner a quien le escuché una vez decir que no le gustaba la clasificación de izquierdas y derechas, que el tema sustancial es el compromiso con el pueblo, con un proyecto popular. La cosa tiene sentido y alguien podrá decir que es natural en ella, porque el peronismo siempre cobijó en su seno un espectro muy amplio de posiciones políticas, desde un militarismo autoritario hasta radicales socialistas. Y lo concedo.

Sin embargo, me parece que el tema viene muy bien a cuento, cuando esa denominación de “izquierda” se le atribuye a Joe Biden y los demócratas, tan imperialistas ellos, como también al gobierno de Pedro Sánchez y al Partido Socialista Obrero Español (PSOE), ese que, como se ha dicho, no es ni socialista ni obrero, tan súbdito de la monarquía española como adorno de cola de la OTAN.

Se puede seguir la lista. Solo hay que buscar entre quienes pretenden ser “progresistas” (favorables, por ejemplo, a la salud o a la educación públicas, a un sistema de seguridad social subvencionado por el Estado o contrarios a la discriminación racial), pero sometidos en alma, vida y corazón a la lógica y los mandatos del capital transnacional. Quienes juegan a ser “populares”, pero tratando de no perturbar la tranquilidad del amo.

Evo Morales lo decía hace unos meses: el progresismo no es creíble, sino es antiimperialista. Y es que no se puede sostener un compromiso auténtico con los pueblos y a la vez con sus contrarios. En períodos de expansión, bien pueden ceder mejores condiciones, si se las pelea. Pero en condiciones de crisis o cuando se sienten amenazados, el gran capital transnacional y sus subsidiarios nacionales reaccionan con ferocidad y sin reparar en modales democráticos. Cada avance popular debe esperar una reacción desproporcionada. Ahí van juntos los aparatos policiales y militares, la guerra económica, la conspiración y la masiva instigación al odio. Y no son solo amenazas.

El crecimiento de las llamadas “ultraderechas” en todo el mundo es solo un extremo de lo que se vuelve práctica hasta de los más “moderados”. Los carnavales de odio, racismo, xenofobia y otras formas “políticamente incorrectas” se hacen usuales y se convierten entonces en el “clima favorable” para el terror y la guerra.

En El Clarín de Argentina, el atentado contra Cristina aparece entrecomillado, solo sería verdadero si la hubieran asesinado. En el mismo Clarín, en La Nación y otros medios argentinos y latinoamericanos, sale publicado cómo debe usarse una pistola. No quieren que falle. De esa licencia loca verbal, a su traducción en violencia real y concreta, en Venezuela tenemos un rosario.

 

Humberto González Silva


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