Estoy almado | Sanciones pausadas
21/10/2023.- El levantamiento temporal de algunas sanciones es para celebrarlo por todo lo alto, sobre todo porque el país puede empezar a comercializar petróleo y abandonar la opción de los mercados informales, llenos de riesgos y desventajas para nosotros. Por ejemplo, Pdvsa podrá vender normalmente a precios internacionales en los mercados petroleros, sin necesidad de ofrecer un descuento de 40%, como se venía haciendo para asegurar la salida del crudo al exterior. Eso sin contar que Occidente no negocia con Venezuela por temor a represalias económicas de EE. UU., por lo que hay que triangular la venta, con pérdidas significativas para el erario nacional.
De modo que la suspensión temporal de algunas sanciones es una gran victoria política. Ahora, de lo que se conoce públicamente del acuerdo, es inevitable pensar que desde el Norte hayan tomado esa medida movidos por mera humanidad.
El levantamiento parcial, a primera vista, encandila y llena inevitablemente de optimismo el horizonte. Pero, luego, uno empieza a tener dudas, sobre todo porque los voceros del Gobierno estadounidense se comportan como el chico malo de la comarca que, tras pasar años perjudicándonos con saña y alevosía, nos conceden una suerte de tregua para que le demostremos que podemos “portarnos bien”, según sus designios. Ojalá esté totalmente equivocado, pero se siente como una escena hollywoodense donde el secuestrador otorga a la víctima una semana de libertad controlada. Y si no hacemos lo que les dé la gana, regresamos al cuarto de las sanciones.
Está claro que EE. UU. necesita de nuestro petróleo para mover las guerras y operaciones encubiertas donde actúa mediante su aparato de coloniaje militar y geopolítico. A la administración Biden ya no le basta aprobar licencias para que sus transnacionales vengan al país a sacar petróleo en la faja venezolana. Cada vez quieren más, conforme a la voracidad que caracteriza a su megaindustria militar. Y ahora todo indica que necesitarán mucho más crudo venezolano, debido a la escalada del conflicto que provocaron en Ucrania, y por el apoyo que profesan a Israel, en medio de la tensión en el Medio Oriente.
Al levantarnos por seis meses las sanciones petroleras, gasíferas y auríferas, sin duda, la industria militar estadounidense recibirá mayores volúmenes de insumos para alimentar su política de guerra. Será mucho más que los barriles, por ejemplo, que podrían recibir a través de Chevron, o el gas que recibirán de Shell tras la licencia aprobada para que esta trasnacional opere en nuestra península de Paria.
En ese contexto, la suspensión temporal de las sanciones a Venezuela se traduce para ellos en una gran bocanada de oxígeno para sus planes militares. Tienen de donde surtirse en la misma región.
Pero su objetivo es tener acceso completo a las reservas petroleras más grandes del planeta. No les sirve beneficiarse a medias y de a poquito. Demandan a futuro el viejo modelo de apertura petrolera de la IV, que les permitió saquear sin límites nuestro supuesto “bitumen”, así llamado para que le restáramos valor e importancia.
Para volver a ese escenario, necesitan que para las próximas elecciones presidenciales un candidato, o candidata, les entregue fácilmente la Faja, el Arco Minero, el Campo Dragón y todo lo que le ofrezcan. Eso explica que pongan en marcha la instrumentalización del reciente acuerdo firmado en Barbados por el Gobierno y un sector de la oposición.
Aunque sepan que no forma parte explícitamente del acuerdo, la Casa Blanca necesita desesperadamente que suspendan la inhabilitación a candidatos antichavistas, con la idea de que controlarán el poder político para echar mano libremente del abundante petróleo, oro y gas venezolano.
Para ello, amenazan con revertir la suspensión de las sanciones parciales; dan plazo hasta finales de noviembre y repiten su mantra por todos lados hasta la saciedad. Lo hacen, precisamente, unos días antes de las elecciones primarias opositoras. Tal vez esperando que un sector del país acuda este domingo a votar en las primarias, esperanzados de que su candidata inhabilitada se inscribirá para las presidenciales. No faltarán los votantes que irán confiados de que EE. UU. bloqueará de nuevo el país en materia petrolera, gasífera y aurífera, si no les cumplen ese nuevo caprichito.
Como es obvio, las posibles consecuencias positivas de levantar esas sanciones poco le importa a EE. UU.: les da igual si como país nos recuperamos económicamente o si mejora la calidad de vida de la población. Si así fuera, desde hace años hubieran levantado las medidas coercitivas unilaterales para que se restablezca urgentemente el bienestar de la población en materia salud, salario, educación, etc. La verdad es que solo les obsesiona controlar el petróleo, el gas y el oro a través de una títere en el poder. Es de una ingenuidad supina creer que están interesados en solucionar las precariedades de la población.
Por eso, al margen de la victoria bien lograda por parte de la delegación bolivariana, hay que mantener un margen de duda razonable, porque del otro lado no hay un interlocutor con palabra empeñada.
De hecho, lo más probable es que los operadores estadounidenses, dentro sus cálculos, esperen que la situación económica no mejore tan rápido en los próximos seis meses (abril 2024), fecha en la cual se abrogan, además, la potestad de decidir si mantienen la suspensión o no de las sanciones parciales. Veremos qué pasa.
Manuel Palma