Retina | Los pobres

23/10/2023.- “La pobreza” no es una categoría sinónima de la categoría “los pobres”. Como lo percibo en los discursos generales, “los pobres” establece una diferencia y marca unos límites casi territoriales. Fuera de estos límites es el lugar que corresponde a “los pobres”.

Bien mirado, el término pobres carece casi siempre de rigor porque en lo fundamental es solo una comparación. Para quien reside en un edificio en una avenida, los pobres son los que habitan las calles del barrio cercano, pero para los habitantes de la urbanización que está cerca de esa avenida, los pobres contiene ya a los del edificio. Hay otras urbanizaciones que consideran pobres a la urbanización que está cerca de la avenida, y así.

Si observamos bien, “los pobres” no es tampoco un sujeto político, a diferencia de “pueblo” que sí es concebido, o debería ser concebido, como protagonista, centro, fuerza y razón de la política.

En el libro Constantino: la invención del cristianismo, de Bárbara Pastor, se nos da una ilustrativa pista de uno de los orígenes más importantes del contenido de la categoría “los pobres”. 
“Los pobres estaban siempre presentes. Indigentes, vagabundos, inmigrantes, montones de pobres se ponían a las puertas de las basílicas y dormían en el suelo. Se hablaba de los pobres siempre en plural, lo cual indicaba su presencia irremediable en una sociedad de la cual, por supuesto, no formaban parte ni como ciudadanos ni tampoco como no ciudadanos. Eran, simplemente, los pobres. Y, paradójicamente, rezar por las almas de los pobres se convirtió en la parte esencial de la penitencia impuesta a los penitentes de pecados veniales (pensamientos impuros y pereza, principalmente)”.

Por supuesto que hay excepciones en cuanto al uso de esta categoría. José Martí, por ejemplo, nos legó el potente y bello verso “con los pobres de la tierra/ quiero yo mi suerte echar”.

Yo vengo de un barrio pobre que se creía de clase media. Normal que así fuera, porque el negocio del entretenimiento “educa” e inyecta en todas las personas que los frecuentan esa autopercepción, conjuntamente con los valores de esa clase.

En mi barrio el pobre era Liborio, el niño vestido con ropa raída que le quedaba muy grande. Vivía con su abuela en la última casa de zinc y madera, ubicada en el límite del monte. Después de su casa solo había montaña. Nunca supimos si Liborio tenía madre, padre u otros familiares. Empezando su adolescencia se desvaneció. De él nunca más supe.
Éramos hijos de obreros, choferes, campesinos recién llegados a la ciudad, jardineros, pintores de brocha gorda, albañiles. Casi todos los niños varones, desde los cuatro o los cinco años, trabajaban unas horas en el centro de Mérida como limpiabotas o como vendedores de diarios o café, pero sabíamos que el pobre era Liborio.

Freddy Fernández

@filoyborde

 


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