Micromentarios | Émile Gaboriau

24/10/2023.- Se atribuye a Edgar Allan Poe la creación de la narrativa policial, tanto de la novela como del cuento.

Tres historias protagonizadas por su personaje Auguste Dupin le bastaron para dar inicio a uno de los géneros literarios con mayor cantidad de lectores en el mundo, la novela corta. Se trata de Los crímenes de la calle Morgue (1841); y los cuentos El misterio de Marie Rogêt (1842) y La carta robada (1844).

La labor literaria de Poe no se redujo solamente a lo policial: destacó por igual en el relato fantástico y el de terror, en cuyos campos también resultó pionero. Fue, igualmente, un gran poeta y notable cuentista.

Dupin utilizó dos recursos, explotados luego al máximo por otros autores como Arthur Conan Doyle y Agatha Christie para la resolución de delitos: la deducción y el adentrarse en la mente del criminal.

Ambos instrumentos, más otros que añadió a sus obras, fueron tomados dos décadas y media después, en 1866, en Francia, por el escritor Émile Gaboriau. Ese año dio a conocer, en forma de folletín, la que sería la segunda novela del género policial: El caso Lerouge.

Gaboriau, de quien el pasado 28 de septiembre se cumplieron 150 años de su fallecimiento, fue el creador del detectivismo. En dicha novela introdujo al detective aficionado Pére Tabaret, extrabajador del Monte de Piedad, la entidad destinada por el Estado para empeñar bienes y entregar dinero a cambio.

Para descubrir al asesino de una nodriza de apellido Lerouge, Tabaret se anticipa a Sherlock Holmes, al aplicar técnicas científicas para su investigación; y a Simenon, al acumular pruebas circunstanciales que, para desviar la atención, conducen a un falso culpable. Tal como ocurrirá con los protagonistas de multitud de novelas policiales del resto de los siglos XIX, XX y XXI, habrá un conflicto entre el detective aficionado y el policía a cargo del caso, dado que cada uno sigue pistas distintas.

En cuanto al móvil del asesinato —que casi siempre se reduce a uno solo—, Gaboriau emplea en esa su primera novela los tres más comunes: el dinero, el poder y los celos, que podrían sustituirse por la envidia.

En su segunda novela, Gaboriau presentó al que fue el primer detective profesional de la literatura: monsieur Lecoq, de quien en ningún momento se da su primer nombre. Lecoq aparece en El crimen de Orcival —también de 1866—, haciéndose cargo de la investigación.

Sus pesquisas son más avanzadas que las de Tabaret y recuerdan al mejor Hercule Poirot, el de El asesinato de Roger Ackroyd y El asesinato en el Expreso de Oriente.

El sesquicentenario de la muerte de Gaboriau pasó por debajo de la mesa, como se dice popularmente, y ni siquiera en Francia hubo alguna conmemoración.

 

Armando José Sequera


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