Hablemos de eso | Monroe en la Guayana Esequiba

05/11/2023.- El 3 de diciembre es la fecha fijada por el Consejo Nacional Electoral (CNE) para la realización del referéndum sobre la Guayana Esequiba. Las cinco preguntas que se someten a consulta ya empiezan a ser conocidas por todas y todos, aunque es mucho lo que hay que hacer por explicar, conversar, estudiar y debatir. Es un proceso fundamentalmente educativo: es insuficiente asistir a votar si no se entienden las múltiples dimensiones que están en juego hoy en nuestra reivindicación de esa parte de nuestro territorio, que se prolonga desde el este del delta del Orinoco hasta el río Esequibo, que se alarga hacia el sur desde el Roraima, que se nos hace indispensable conocer, no solamente cómo es hoy sino cómo ha sido. El referéndum es crucial para unirnos como nación en ese reclamo consciente, de ahí el peso que tendrá en la disputa.

Justo ese 3 de diciembre se cumplen doscientos años del discurso del presidente de Estados Unidos, James Monroe, ese discurso que sería conocido después como “Doctrina Monroe”. Su proclama de “América para los americanos”, era entonces el reclamo de un terreno propio para la expansión capitalista de los Estados Unidos. Esa nación se ubicaba hace 200 años en una franja a orillas del océano Atlántico, por el norte estaba la colonia inglesa de Canadá, por el oeste alcanzaban solamente hasta el río Mississippi. Habían crecido en población y en economía desde su independencia de Gran Bretaña, ocurrida en 1776, pero su aspiración de “potencia” era eso, más una aspiración que una realidad. La gran potencia, el imperio dominante del siglo XIX era Gran Bretaña, el imperio inglés, que se disputaba dominios coloniales con España, Francia y Holanda. El imperio inglés o británico abarcaba Canadá, Australia, la India, media África, islas en el Caribe… Era el imperio con mayor extensión en toda la historia. Y en Inglaterra estaban los principales centros capitalistas, industria y banca. A principios del siglo XIX habían derrotado al imperio francés de Napoleón y con eso habían establecido su hegemonía.

Por otra parte, Estados Unidos amenazaba con llegar a ser una nación rica, poderosa y “capaz de todo”, como señalara alguna vez el Libertador. Entre las élites venezolanas, liberales y conservadoras, persistía sin embargo, la ilusión de encontrar en Estados Unidos un aliado que pudiera frenar la ansias expansivas del imperio británico. Este último proclamaba como su doctrina de expansión la idea del “derecho de posesión u ocupación”, es decir, que las tierras ya ocupadas serán suyas, independientemente de las credenciales jurídicas con que pudiera contar el despojado. Y el imperio británico empujaba por la posesión de la Guayana venezolana, ya había despojado a España de Trinidad y logrado que Holanda le cediera sus colonias al Este del Esequibo. Ya había empezado a empujar sus límites, tomando territorios en la otra margen del río en 1824. Entonces, nuestro canciller José Rafael Revenga, por órdenes de Bolívar, protestó la presencia de colonos británicos e increpó a la monarquía inglesa a que abandonaran esas tierras o se asimilaran al Gobierno de Colombia, la grande, de la que Venezuela formaba parte junto a Nueva Granada y que había proclamado sus fronteras hasta el río Esequibo, como le había correspondido a la Capitanía General de Venezuela.

Desde 1840, los asentamientos e incursiones británicas se habían ido extendiendo, persiguiendo el oro y las demás riquezas de esas tierras. Se falseaban mapas y se pretendía por la fuerza extender los dominios ingleses expropiando a Venezuela. Pese a las debilidades de la república, producto de los sucesivos enfrentamientos civiles, los distintos Gobiernos protestaron las incursiones británicas y solicitaron la delimitación de la frontera. La confianza en la “Doctrina Monroe”, llevó al Gobierno venezolano a solicitar el apoyo de Estados Unidos para forzar un arbitraje que definiera esas fronteras.

El tribunal arbitral instalado en 1899 en París, fue el resultado del autoengaño de las oligarquías venezolanas que solicitaron la ayuda de los Estados Unidos. En el tribunal estuvieron dos jueces británicos y dos de Estados Unidos, ninguno de Venezuela. Escogieron para presidir el tribunal a un juez ruso, Friedrich Martens, de conocida filiación probritánica y de clara vocación imperialista: era catedrático de dos universidades inglesas y pensaba que "Gran Bretaña y Rusia estaban destinadas por la Providencia a ser las protectoras de los países bárbaros", como nos cuenta José Gregorio Linares.

El resultado fue el contubernio entre los jueces que no consideraron títulos ni razones, solamente sus propios intereses. Allí intentaron consagrar el despojo de 159 mil kilómetros cuadrados del territorio venezolano. La confesión de uno de los abogados estadounidenses, publicada después de su muerte, sirvió para demostrar la invalidez de aquella decisión arbitral, que hoy invocan los abogados de ExxonMobil, representando a Guyana, para perpetuar el despojo. Contra esa posición va la primera pregunta del referéndum: “¿Está usted de acuerdo en rechazar por todos los medios, conforme al derecho, la línea impuesta fraudulentamente por el Laudo Arbitral de Paría de 1899, que pretende despojarnos de nuestra Guayana Esequiba?”.

Humberto González  Silva

 

 


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