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Ser tu propio jefe (IV)

11/11/2023.- Los desencantos laborales son el combustible para fantasías y anhelos. Quizás, la ilusión más recurrente sea ser nuestro propio jefe. Depender de recursos personales como capacidad de empuje, habilidad para planificar y criterio para administrarse, parecen ser razones suficientes para lanzarse por ese camino. Pero antes de siquiera pensarlo, ya otros emprendieron la aventura. Testimonios sobran, y no está de más echarles un vistazo.

En defensa de quienes se atreven, vale advertir que la propuesta de mandarse a uno mismo es una de las cosas más extendidas en este lado del mundo. Junto a las desventuras amorosas, no hay sentimiento que nos haga tan comunes. Desde quienes venden productos por catálogo hasta profesionales con los trabajos "envidiados": la idea de autonomía sin presiones de un tercero suena muy, muy bien.

Pero… ¿qué es ser “tu propio jefe”? Además de un eslogan de empresas deseosas de agentes y vendedores sin una relación formal de trabajo, es una propuesta que también amerita un análisis primario. Un jefe no solo es una figura de mando (donde mandan, claro). También es un actor que debe rendir cuentas ante quienes siguen sus instrucciones. En este caso, uno es el propio responsable de sus beneficios y desgracias. Y si algo pesa en demasía es autojuzgarse, en especial si los resultados obtenidos no son los esperados.

Además de la severidad de la autocrítica, también están las convenciones establecidas en el mundo del trabajo. Automandarse no se traduce en todos los ámbitos como ser un jefe: si no tiene a nadie más bajo su coordinación, usted simplemente es un trabajador independiente, según la Organización Internacional del Trabajo (OIT). Sí, es un golpe bajo a cualquier expectativa y deseo de progreso en términos capitalistas: al final, la independencia no es para usted, sino para quienes contratan sus servicios. Un solo pago por su trabajo bastará para intentar remunerar esfuerzos, expectativas y angustias por captar clientes, como se llamarán sus jefes temporales.

Frente a los trabajadores independientes, están quienes hacen apuestas mayores. Cooperativas, asociaciones y afines surgen como una posibilidad de libertad laboral de la mano con otros. Hoy, por ejemplo, están de moda los llamados “startups”, emprendimientos marcados por la novedad en la prestación de un servicio, diseñados para obtener ganancias a partir de una mínima inversión. Sin embargo, la supervivencia de estas iniciativas es limitada, pues estudios sostienen que de 10 empresas de este tipo, solo una sobrevive.

Entonces, ¿ser nuestro propio jefe no es más que un anzuelo para seguir en un sistema económico destinado a frustrarnos? ¿Debemos resignarnos a ser perpetuos asalariados? ¿Nunca seremos suficientes para quebrar este sistema? A la hora de la verdad, ninguna respuesta parece lo suficientemente clara. Mientras tanto, seguiremos en el oficio de conservar ilusiones.
 

Rosa E. Pellegrino 

 

 


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