Caraqueñidad|La Virgen de Curucay sigue moviendo montañas

La patrona de Macarao tiene muchas peticiones por cumplir

13/11/2023.- Esta crónica, que nació en los días de la pandemia de covid-19, merece una reedición, por la vigencia de su personaje principal —debido a la fe de algunos— y por los milagros que ha hecho y que muchos siguen esperando se materialicen. Se trata de Nuestra Señora del Rosario de Curucay. ¿Sabes de dónde es, de cuál parroquia es patrona? ¿Conoces su historia? Te invito a aprender sobre la caraqueñísima Virgen de Macarao, con la advertencia de que hay cambios con respecto al texto original, ya que, por fortuna, la pandemia aparentemente está amainando, aunque dejó honda y luctuosa huella.

Algunas imprecisiones historiográficas dejan saber que la patrona de Macarao, Nuestra Señora del Rosario de Curucay —¿sabes qué es un curucay?—, tiene dos fechas de celebración de su advocación mariana, y reclama mayor atención de parte de la Iglesia y sus feligreses, quienes, cada vez más, se alejan de lo divino por las imperiosas exigencias mundanas, socioculturales y económicas; eso que llaman dinámica, aparente requisito para sobrevivir en estos agitados días modernos.

El primero y el último de octubre —recién pasadas ambas fechas— se acostumbraba sacarla en procesión en las respectivas fiestas patronales de la virgen indígena, nombrada madre del sector a partir del relato de un poblador originario. Sin embargo, hay quienes aseguran que se trata de una versión católica de aquellos curas, empeñados en evangelizar a los habitantes del lugar, solamente para que se dejaran "domesticar", bajo los mandatos emanados desde España en los albores del siglo XVIII.

 

¿Por qué es caraqueña y de Macarao?

Cuenta la leyenda que un aborigen, habitante de la zona —prolija en agricultura—, en su labor de recolección de alimentos, cuando fue a tomar agua del purísimo río Guaire (cercano a los ríos Macarao y San Pedro), notó algo extraño que colgaba de las ramas de un curucay (o currucay: árbol de tronco leñoso que produce una goma curativa, especialmente para problemas de la piel). Dicen que era una perfecta imagen en madera, de medio metro, de la Virgen, similar a Nuestra Señora del Rosario española; de allí el nombre.

Así lo contó el hermano Nectario María, quien aseguró que la llevaron a la pequeña capilla del sector y desde entonces es venerada, aunque la tradición ha sido desplazada por otras deidades católicas más famosas, e incluso por otras religiones, gracias a la libertad de cultos.

La imagen fue ubicada por representantes del clero y jefes indígenas en ese humilde templo del incipiente asentamiento, que nació como pueblo de indios y pasó a ser pueblo de blancos, debido al próspero modo de producción —para los conquistadores— en el que se aprovechaban de recursos agropecuarios. La mano de obra era esclava: indios y negros que trajeron de África como fuerza de trabajo, debido a lo geoestratégico del área, que servía de paso para el intercambio comercial desde y hacia lo que hoy es Aragua y Puerto Cabello.

"Las primeras industrias que se montaron en Venezuela fueron los trapiches, que producían papelón, aguardiente, ron y un tipo de azúcar que dejaba mucho que desear", asevera Alfredo Cortina en su obra La ciudad que se nos fue. Además, en la zona, cultivaban yuca, maíz, batata, auyama y algunos granos. Todo un negocio para los dominantes.

Resultaba imperioso doblegar a algunos rebeldes, y qué mejor manera que hacerlo "en nombre de Dios" y, desde entonces, con la anuencia de la recién descubierta e impuesta Virgen.

Debido a esos atractivos económicos, los indios toromaimas, desplegados por toda la región bajo el mando de Guaicaipuro, ofrecieron aguerrida resistencia y dejaron sus vidas ante los todopoderosos ejércitos españoles, mejor armados y entrenados para la criminal invasión. Hosanna en el cielo.

El cronista Arístides Rojas —de cumpleaños todos los 11 de noviembre— escribió en Cien vocablos indígenas: "Macarao se llamó a uno de los tenientes de Guaicaipuro".

Por su parte, Alberto Cuevas Picón, afirma:

Hay que recordar con cariño esa región representativa de un país indómito en el que, a las órdenes del cacique Guaicaipuro, rindieron sus vidas, en defensa de sus dominios, valientes caudillos como Gaymacure, Macarao, Naiguatá, Guaycamacuto, Querequemare, Chacao, Tiuna, Baruta, Sorocayma

 

Cronología de un sacro negocio

La aparición de la Virgen, a mediados de 1700, y la fundación de la parroquia 48 años después atrajeron más habitantes a Macarao, lo que comenzó a significar un real negocio. En 1765, la Corona envía al juez pesquisidor, don Pedro Felipe Llamas, a manera de garantizar contraloría positiva para los intereses invasores. En 1772 recibió apoyo eclesial por parte de su excelencia don Mariano Martí, quien introdujo cambios en cuanto al catolicismo y, apoyado en la Arquidiócesis de Caracas, oficializó a Nuestra Señora del Rosario de Curucay como patrona.

Al ejecutar el nuevo templo de la Virgen recomendado por las autoridades, todas las ofrendas, tesoros y mucho oro allí resguardados desaparecieron, a pesar de los famosos contralores.

Ante este manejo desigual de los recursos, impuesto por el nuevo modo de producción, el indio se hizo escapista y nómada, y los que se quedaron fueron esclavizados y adoctrinados, a pesar de la fuerza divina de la madre de Dios.

Con la adición de la mano de obra negra, la población aumentó a más de 1.200 habitantes, lo que multiplicó la necesidad del pecado original. Entonces se inició el mestizaje, también ante los ojos de María Santísima, cuya iglesia, por su importancia histórica, fue declarada monumento nacional el 2 de agosto de 1960.

Tan próspera resultó la zona, además de tener agradable clima, que doscientos años después del encomendero original para la zona, Juan Jorge Quiñónez, la hermana del Libertador, María Antonia Bolívar, adquirió allí una hacienda con esclavos…

 

Pocos milagros

Certificó el presbítero Santiago García que cuando la señora Josefa León enfermó de úlceras en la cara y le causaron entumecimiento unos fuertes dolores en sus extremidades, se encomendó a la Virgen de Macarao, bajo la promesa de una misa cantada en acción de gracias, si acaso se curaba.

La paciente, sana y salva, llegó desde un desconocido lugar a cumplir lo prometido.

En realidad, no se conocen tantos favores concedidos, pero como la fe mueve montañas, los macaraenses tienen plena convicción en que su patrona actuará sobre una andanada de demandas humanas que requieren intervención divina. Además, creen que su patrona ayudará a conservar el parque nacional —creado en 1973— y mejorará las condiciones de la represa —creada en 1873 por Guzmán Blanco para surtir de agua a El Calvario—, arreglará la vialidad, hará eficaz el servicio de transporte, desaparecerá la inseguridad, acabará las invasiones y dotará de hospitales y otros servicios de salud pública a Macarao.

Y aunque ya no queden rastros del cacique Macarao, ni vestigios de los originales curucays, ahí sigue la creencia como esperanza de cada feligrés, hijo de la patrona celestial. Como ya se dijo, la fe mueve montañas.

 

Luis Martín


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