Letra fría | Del poemario Arbolario

17/11/2023.- Cuando Valentina Perozo me envió la imagen del evento Arbolario, parecía un libro, pero ¿cómo?, ¡si ese libro lo tengo yo! Hasta pensé que era un libro póstumo, pero ¿con el mismo título? Al rato me llegó la información del tributo de Maracaibo al más "arbolario" de sus poetas, con un ensayo poético musical y la exposición de Blas Arbolario. Sobre eso era la imagen enviada.

La pequeña confusión me llevó a releer el poemario y encontré el poema Marditostodos, que colgó Sara Labarca en los días de su muerte y yo compartí en Facebook. Era un poema en modo de letanías de difuntos —como las que acostumbran en las misas de funeral—, donde evocaba a sus amigos muertos, y que comienza con: "Ánima del Chino Valera, protégeme" y termina con el único poeta con vida de sus versos: "Juan Calzadilla, que andas en la oscuridad / vivo y vigilante frente al mar. Protégeme", que el propio Juan resume así:

Por un lado, la ciudadanía urbana que lo había arrastrado a una conducta moral representada por su papel de periodista y poeta comprometido. Y por el otro lado, la presencia originaria de un sujeto rural y ecológico, el hombre memorioso de su lar y la patria, del paisaje y de sus ascendientes, representada en el más importante de sus libros: Arbolario.

Ese fue el motivo del "Creo que continuará" de la vez pasada, la cita de Juan Calzadilla que no me cupo.

Ya aclarado el punto, quedan dos temas para cerrar. Uno, el porqué de la maldición, si los "letaniados" eran sus buenos amigos. Se aclara cuando, antes del final de Juan Calzadilla, dice: "Protégeme de los asesinos / Protege al pueblo de los asesinos / De los sicarios / Marditostodos”. Así que esos están bien "mardecíos".

Lo otro es que además del Chino Valera, le siguen Salvador Garmendia, buen amigo y su familia muy cercana a la mía, Eleida Orellana, esposa de nuestro gran amigo, su viudo Tito Núñez, el poeta Álvarez de Coro, los grandes amigos Cheo González y Elida Cuauro, la única que metía en cintura a Blas. Creo sospechar que fueron ellos quienes nos acercaron tanto, como también Lydda Franco Faría, José y Mirna Zavala, esposo e hija, o el Caupo, Carlos Contramaestre, su otro gran amigo Ramón Palomares y hasta el Conde Azul. Pero mejor no sigo, porque me encontré tres poetas vivos y zape gato —que vade retro no pega—, y así aparecieron los grandes "panitas burdas" Gustavo Pereira y "Eduardito", el poeta Ángel Eduardo Acevedo, a quien vi vivo en Mérida y hasta bebí con él, o el propio Chucho Salazar de La espada rota, que por ahí debe andar con su editorial a cuestas. De manera tal que no todos estaban muertos y, para variar, el Arbolario de Blas se metió en esa colada de quienes se han ido.

Finalmente, si no hay más cambio de señas en la semana, volveremos a la saga que dejamos en Japón... si mal no recuerdo... 

 

Humberto Márquez


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