Micromentarios | La envidia

Pocos sentimientos son tan perversos como la envidia

21/11/2023.- La persona envidiosa no ve el mundo en colores ni en blanco y negro. Para ella solo existe una gama de tonalidades siniestras que escapa del espectro electromagnético.

El envidioso no reconoce en público los méritos o logros de nadie más que no sea él. Tal vez lo haga de dientes para afuera o porque le convenga, pero, en el fondo, le parece que cualquier triunfo ajeno se obtiene a expensas de una injusticia contra su persona.

El envidioso, además, pone en entredicho la honestidad de quienes son objeto de su sentimiento y sospecha de cuanto hacen y dicen.

Ahora bien, todos pensamos que los envidiosos son los demás, que tan feo reconcomio jamás ha anidado en nosotros. Mas he aquí que, en 1987, el Hindustan Times, de la ciudad india de Delhi, elaboró una lista de elementos y situaciones que nos revelan cuán envidiosos somos o podemos ser.

Para ello, acudió al recurso de mostrar cuánto de envidia —y malasangre— hay en algunos comentarios que habitualmente hacemos en la vida cotidiana.

Pese a la distancia en el tiempo y el espacio, dicha lista sigue tan vigente como el día en que fue elaborada y publicada. He aquí algunos de los ejemplos que presentó.

Si damos una fiesta costosa fuera de algún aniversario, estamos pasando un rato agradable en compañía de nuestras amistades. Si lo hace el vecino, es porque está echando la casa por la ventana, quién sabe con qué ocultos propósitos.

Si uno de nuestros hijos se casa a escondidas, decimos: "Así es la juventud de hoy". Si lo hace uno de los hijos de nuestro vecino, exclamamos: "¡Qué vergüenza!".

Si nos postulamos para un cargo público, lo hacemos porque queremos servir a la comunidad. Si lo hace nuestro vecino es porque quiere robar y, de antemano, lo acusamos de corrupto.

Si nos dan un ascenso, este es bien merecido. Si se lo dan a otra persona, tal ascenso es fruto de su constante adulación.

Si alguno de nuestros hijos es estudioso, es igualito a sus padres. Si el hijo de nuestros vecinos es quien se quema las pestañas, lo calificamos de "ratón de biblioteca".

Si construimos una casa grande, es para recibir a nuestro gran círculo de parientes y amigos o porque "ya nuestros hijos crecieron". Si lo hace un vecino, lo censuramos como "una muestra de ostentación".

Si uno de nuestros hijos aprende a tocar un instrumento musical, se trata de un genio prometedor. Si es el hijo o la hija de un vecino, "lo único que hace es ruido" y "es una amenaza para la paz".

Si viajamos al exterior con frecuencia, es porque nuestros compromisos son internacionales. Si lo hacemos por placer, es porque viajar ensancha el entendimiento. Pero si es uno de nuestros vecinos quien viaja —por el motivo que sea—, sospechamos que trafica con algo o se dedica al contrabando.

 


Armando José Sequera


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