Punto y seguimos | El Saime arrimó una pa'l mingo

¿Excepciones que confirman la regla?

28/11/2023.- Un funcionario público es aquella persona que se desempeña en el Estado, al servicio de la ciudadanía. Esto incluye desde quienes cumplen funciones de limpieza y seguridad hasta los directivos de las instituciones. En teoría, sirven, es decir, facilitan y ayudan a los ciudadanos a cumplir deberes y, en especial, a ejercer derechos establecidos en la Constitución y las leyes.

En Venezuela, cuando toca poner un pie en alguna institución pública, léase ministerio, registro, hospital, alcaldía, universidad, banco u oficina de cualquier ente estatal, hay que encomendarse al Señor o a cualquier fuerza superior en la que se crea, porque aquello de tener seguridad de ser servido y ayudado no lo conocemos. Cuando algo sale bien, expedito y hasta con trato amable, una piensa que está en un universo paralelo y no sabe si tiene que ofrecer algún "detalle" o simplemente salir agradeciendo la fortuna.

Una de las instituciones más temidas por los venezolanos es el Servicio Administrativo de Identificación, Migración y Extranjería (Saime), donde las anécdotas de casos absurdos, imposibilidad de obtención de documentos, errores en el sistema, retrasos y demás van desde las más deprimentes, graciosas e indignantes hasta las sorprendentes. En lo personal —y me disculpo por la autorreferencia—, he tenido problemas desde la infancia con mis documentos de identidad. La "última" fue cuando el Saime me pasó de soltera a divorciada y tuve que pasar años de peloteos y broncas para que corrigieran su error y así obtener una cédula nueva.

La semana pasada, cuando pensé que ya se resolvía, me dieron la última peloteada: "Aquí no hacemos eso [aunque tres días antes me habían hecho pedir cita para esa misma oficina]. Váyase a esta otra sede y allá pida el favor (sic)". Respiré hondo y me fui, calmando la rabia de tener que "pedir" en vez de ser servida, como dicen la ley y el sentido común. En esta segunda oficina, tuve suerte. Por primera vez en mi vida, salí de una oficina del Saime con una sonrisa.

No solo resolvieron el problema diligentemente, sino que me trataron como a una persona. La jefa de la sede atendió el caso ella misma cuando—además de lo previo— tuve la mala suerte de que la máquina no me leyera las huellas dactilares: "Usted no sale de aquí sin su cédula y estado civil correcto". Música para mis maltratados oídos. Además, la funcionaria se encargó de que cerraran el trámite que me habían hecho abrir de forma inútil en la otra oficina, para no tener problemas futuros.

Nos hemos acostumbrado tanto al maltrato y a la burocracia que, cuando vemos a alguien cumplir con su trabajo, no lo podemos creer. Hoy aprovecho estas líneas para felicitar al equipo de funcionarios de la sede del Saime de Caraballeda, estado La Guaira, no por "hacerme el favor", sino por ejercer con eficiencia su trabajo y reivindicar la dignidad del servicio público. Si ellos pueden, los demás también.

 

Mariel Carrillo García


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